Gobierno de coalición
Señor director:
En mi comentario del 17 de marzo anterior en este prestigioso diario, afirmaba que los partidos tradicionales de Colombia incluyendo el comunista, ya no podrían aspirar al gobierno nacional sino a través de coaliciones. La caducidad y obsolescencia de sus prácticas e ideologías así lo imponen. La praxis desde el gobierno, en los cuerpos colegiados y en casi todas las instituciones vienen reclamando reformas radicales a tono con el vertiginoso avance de la ciencia, las técnicas y la tecnología modernas.
Nuestro país está ahora ad portas de inevitables cambios, inclusive de la Constitución Nacional, pues, ya la de 1991 ha sido modificada y lo seguirá siendo para satisfacer las exigencias de los señores de las Farc. Nuestra Carta Magna no puede seguir siendo objeto de manipulación cotidiana a gusto de cada mandatario, de cada partido o de algunos sectores de los legisladores como viene sucediendo. A eso ha llegado nuestro país lo que sin duda nos está precipitando al abismo. Teniendo en cuenta el espectro político-social, económico y cutural al que estamos abocados, nos es dable anticipar que para los comicios presidenciales y parlamentarios del próximo año, el pueblo colombiano que pensamos ya haya entrado en un periodo de madurez política considerable, esté en capacidad de observar que ya la dictadura del proletariado de los marxistas fracasó a nivel mundial, y que los populismos y mesianismos fantasiosos como los de Venezuela, Brasil, Ecuador, Argentina y Bolivia han venido causando notorios perjuicios y frustraciones a su progreso. Ya venimos siendo testigos de la abolición y restricción por estos regímenes de las libertades civiles y de los derechos humanos, y lo más grave de todo la monopolización de los medios de comunicación aplastando o reprimiendo al máximo las sagradas libertades de expresión, opinión y crítica, que han sido una de las poderosas razones del derrumbe y desprestigio de estos gobiernos. No es posible gobernar únicamente para un solo partido, para un solo sector de la población o simplemente para sus incondicionales y parientes, dejando al resto por fuera del Estado que se supone es de todos, privándolos de recibir los bienes y servicios a los que tiene derecho la colectividad. Sobre estos parámetros filosóficos, políticos y éticos es que deben operar los partidos políticos y gobernantes, pues de lo contrario no se podrá hablar nunca de que estamos bajo una real democracia. Las diferencias ideológicas solo se deben resolver en los escenarios establecidos por las democracias y no en los campos de batalla. Al superar esta dolorosa etapa a la cual hemos podido sobrevivir, Colombia se merece ahora la recompensa de un buen gobierno incluyente, orientado por los mejores hombres y mujeres, dedicados sin reticencia al servicio público y sobre todo convencidos de los más claros principios democráticos y humanitarios.
Cordialmente,
Rogelio Marulanda G.
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