Se gobierna con la Constitución, no con la Biblia
Señor director:
La comunidad LGBTI ha recorrido un arduo camino orientado a que los países legislen a favor de sus derechos y a que la sociedad los acepte. Por eso, la unión estable, el matrimonio y el dereco a la adopción, a la herencia, a la pensión por muerte y a la no discriminación en el mercado laboral y en las fuerzas militares son reivindicaciones que los colocan en igualdad de condiciones con las personas heterosexuales.
Después de que en la época de la Inquisición el homosexualismo fuera castigado con la hoguera, tras inagotables luchas venideras, en 1969 una brutal intervención militar generó protestas de los clientes del Stonewall Inn, en Manhattan, incidente que trazó el camino hacia su liberación. En 1994, la ONU dictaminó que “la prohibición y consecuente penalización de los comportamientos homosexuales vulneraban los derechos a la privacidad y no discriminación”, y a su turno, la Unión Europea (UE), Amnistía Internacional y Human Rights Watch censuraron todas las prácticas en contra de la comunidad LGBTI y abogaron por su abolición. Las decisiones tomadas por estos organismos internacionales iluminaron a los países para legislar en este sentido, por lo que en noviembre de 2015, la Corte Constitucional de Colombia votó a favor la ponencia del magistrado Jorge Iván Palacios, la cual sostiene que “la adopción de niños por personas de orientación heterosexual, en general, y por parejas del mismo sexo, en particular, no afecta por ningún motivo, ni compromete de manera negativa la salud física o mental ni el desarrollo integral de menores”.
Las protestas de los detractores de esta trascendental medida no se hicieron esperar y de inmediato su líder, la senadora “liberal” Viviane Morales, desconoció esta decisión y, apoyada en intereses políticos, religiosos y moralistas, presentó un proyecto de ley para convocar un referendo con el fin de someter a una consulta popular la posibilidad de que la adopción se limitara, solo, a parejas heterosexuales, excluyendo de este derecho a las parejas del mismo sexo.
La Comisión Primera de la Cámara de Representantes, motivada por una férrea defensa de varios congresistas y apoyada en la Constitución Política, hundió el proyecto. Esta sabia y acertada postura del Congreso rechazó los mecanismos de atropello de las mayorías en contra de las minorías representadas en estas comunidades, consideró la propuesta inhumana, puesto que en cualquier situación prima el derecho de los niños a tener un hogar, donde por definición existen lazos de amor, respeto, formación y educación; y reconoció, además, el derecho fundamental que asiste a las parejas del mismo sexo a conformar una familia.
En este momento de la historia de la humanidad, la Constitución Política de Colombia debe ser un libro sometido a permanentes revisiones para que, en tiempo real, interprete el pensamiento liberador de las nuevas generaciones y se ajuste a la dinámica de las sociedades cambiantes alimentadas por los nuevos descubrimientos que reductos sectarios, fundamentalistas, racistas y con pasiones religiosas se niegan a reconocer, por lo que impiden, con sus procederes, la transición a civilizaciones más avanzadas. La Biblia, piedra angular del cristianismo y su única autoridad en materia de fe, dijo No a nuevas ediciones y las incontables interpretaciones y pecados de sus jerarcas tienen en la cuerda floja a la Iglesia; por tanto, quienes en nombre de un Ser Superior pretenden representarla, no tienen derecho a intervenir en las decisiones del Estado, consignadas en la Carta Magna cuando éstas reconocen derechos que están por encima de la fe.
La cátedra de humildad y de autoridad del papa Francisco, quien con su discurso y deseo de reforma está edificando una Iglesia de pastores y no de príncipes, como lo es hasta ahora, afirmó que, según el catecismo, “los homosexuales no deben ser discriminados sino respetados y acompañados en el plan pastoral”; en su primer año de pontificado sorprendió al mundo cuando dijo: “Si alguien es gay y busca al Señor con sinceridad, ¿quién soy yo para juzgarlo?”. Y en julio de este año, a través de una carta enviada desde el Vaticano, felicitó a una pareja que bautizó a tres de sus hijos adoptivos.
Orlando Salgado Ramírez
Docente I.U.C.
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