Carta al papa Francisco
Papa Francisco,
Bienvenido a Colombia, país que lo recibe con la inmensa tarea de construir la paz e implementar el Acuerdo firmado entre el Gobierno colombiano y las Farc-Ep, y seguir impulsando con esperanza de la negociación con el Ejército de Liberación Nacional-Eln.
En este contexto los mensajes inspirados en el deseo de invitarnos a seguir las enseñanzas de Jesús y que llaman a “dar el primer paso, avivar la fe, crecer en la esperanza, sembrar la justicia, la bondad, la paz, el perdón y la reconciliación” necesitan de un terreno fértil para dar sus frutos, y ese no es otro que un país en el que todas las expresiones del conflicto sean superadas por una voluntad política que concrete acciones a favor de la igualdad social, el crecimiento económico respetuoso de la casa común, la anticorrupción, el consumo responsable y no hedonista, la inclusión de los silenciados y de los que se encuentran en las “periferias existenciales”, y finalmente, a favor de toda la diversidad existente. Aquí hay para los/as cristianos/as y específicamente para los/as católicos/as, un reclamo a la coherencia, un llamado a la superación de la contradicción que nos consume. No se puede ser un cristiano auténtico sin ser un luchador por la paz, por la justicia y por la superación de la exclusión, de la discriminación y la pobreza.
Las mujeres, en este país que se nombra tan creyente y en cuyo suelo ocho de cada diez personas profesan la fe católica, hemos sido junto a nuestros hijos las mayores víctimas del conflicto y de las violencias de todo tipo.
Valoramos su actitud ecuménica y sus esfuerzos por mantener diálogos interreligiosos que ayuden a aclimatar la paz en el mundo y en ese sentido le instamos a pronunciarse sobre lo urgente y deseable que es respetar las esferas de acción del poder civil y del eclesiástico para cumplir con nuestro ordenamiento jurídico en el que se expresa el carácter laico del Estado colombiano. Esto porque bien es sabido que en muchas ocasiones la Iglesia católica colombiana se ha pronunciado en contra de normativas que protegen y amparan derechos de las mujeres que están acordes con nuestras realidades sociales y con acuerdos que ha acogido la comunidad internacional para favorecer la autonomía y el empoderamiento de las mujeres, lo cual reconoce la importancia de nuestro papel en la sociedad, en las familias y en las iglesias.
Este paso sería una clara muestra de que su pontificado es en verdad un aire nuevo para la Iglesia católica. Esforzarse por conectar su prédica con las fuentes primigenias del Evangelio de Jesús y con ello revitalizar el mensaje profético de servicio y justicia se convierte en un desafío a la jerarquía católica para que sea más respetuosa y humilde, en un momento donde a la Iglesia le urge sintonizarse con las necesidades del mundo actual.
A las mujeres colombianas, muchas de las cuales son las más pobres entre los pobres, nos urge que su mensaje se materialice en una justicia que sea efectiva, no solo en la sociedad colombiana, sino también al interior de la Iglesia católica. El Concilio Vaticano II, cuyo espíritu lo inspira, en su mensaje final, afirma: “Pero llega la hora, ha llegado la hora en que la vocación de la mujer se cumple en plenitud, la hora en que la mujer adquiere en la sociedad una influencia, una irradiación, un poder jamás alcanzados hasta ahora. Por eso, en este momento en que la humanidad conoce una mutación tan profunda, las mujeres impregnadas del espíritu del Evangelio pueden hacer tanto para ayudar a la humanidad a no decaer”.
Más de cincuenta años después de este mensaje a las mujeres de toda condición, celebramos que se haya hablado de nosotras en la iglesia, pero seguimos esperando que esas conclusiones se hagan realidad, y en efecto, si consideramos que la Iglesia es una comunidad de fe, tengamos cabida en ella con capacidad de participar, opinar y decidir en igualdad de condiciones, con plenos derechos y reconociendo nuestra autonomía moral. Saldar esta deuda histórica con más de la mitad de la feligresía católica, es un asunto que no da espera.
Con sentimientos de consideración y aprecio,
Católicas por el Derecho
a Decidir - Colombia
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