Carta a los señores corruptos
Muy dignos y honorables corruptos:
Para empezar, quiero darles un cordial y respetuoso saludo en nombre del pueblo colombiano altamente agradecido con sus invaluables servicios y, de paso, les deseamos se encuentren bien de salud y del bolsillo, que es lo que a ustedes les interesa por encima de todo lo que pueda suceder, porque en la filosofía que ustedes aprendieron prevalece el bien particular sobre el bienestar general.
Después de este corto saludo, paso a decirles lo siguiente:
No es justo que ustedes se embolsillen en sus faltriqueras personales el esfuerzo de un pueblo que lucha a diario para permanecer vivos en condiciones más acompañadas de autoestima, que de reales y nutritivos alimentos que garantizaría una salud integral a la cual tenemos derecho los seres humanos por la dignidad que nos asiste por ser racionales de condición superior. Nuestro pueblo, nada entre la desnutrición e inanición porque no tiene acceso a una alimentación sana y balanceada que pueda asegurar, aunque sea medianamente, lo que en nuestro argot entendemos como bienestar personal y social. ¿No les causa desvergüenza saber que en la Guajira, por decir lo menos, porque todos sabemos que es en el país entero, los niños mueren de hambre y de muchas carencias elementales por culpa de un Estado corrupto patrocinado por ustedes como actores protagonistas de un sainete que trata de hacernos creer que Colombia, es el mejor país de mundo? ¿No sienten verecundia al saber que muchos de nuestros niños colombianos tienen que ir a las escuelas a llenar su estómago huyendo de la miseria de su hogar, cuando la escuela por filosofía, no es un restaurante en el sentido lato de la palabra, ni es un lugar para espantar el hambre? La escuela, es en términos pedagógicos un lugar para aprender conocimientos que ayuden a transformar nuestras actitudes, que coadyuven a realizar cambios profundos en nuestro interior para desarrollar nuestras potencialidades y así poder conquistar nuestros sueños. La escuela bien concebida, es un espacio para la felicidad y no un lugar obligado para encontrar alivio a lo elemental como lo es el alimento material. ¿No han escuchado en los noticieros, que a veces dicen la verdad, que ustedes los corruptos, son capaces de robarse el alimento de los comedores para los niños y que es lo único que tienen porque en sus casas los huéspedes son el hambre y la pobreza? ¿ No se han puesto a pensar cómo vive una familia con un salario mínimo, que solo alcanza para nadar en un mar de necesidades insatisfechas, mientras ustedes no llenan el océano de sus ambiciones viviendo en un mundo de avaricias, llenos de dinero por fuera y llenos de pobreza por dentro? ¿No les da pena aprovecharse del esfuerzo, del sacrificio, de las angustias de quienes pagamos impuestos para que ustedes se los roben sin necesidad, enriqueciéndose con la pobreza de muchos? Cuántas obras de beneficio social se han dejado y dejarán de hacer por el voraz e infinito apetito de ustedes con las cuales se beneficiaría la sociedad colombiana dándoles una mejor “calidad de vida” la cual nos merecemos. Les tengo una mala noticia, el infierno sí existe, pero solo para los corruptos. Otras mala noticia, la flota que llevaba los corotos de los corruptos con sus riquezas mal habidas, perdió su licencia y no viajará más. ¿Dónde quedaron sus principios, sus valores y su ética? Por Colombia: ¡Arrepentíos y no pequéis más!
Cordialmente,
Elceario de J. Arias Aristizábal
Mala imagen para la tienda Juan Valdez
Señor director:
La tienda Juan Valdez se ha caracterizado por ser un sitio tranquilo, de encuentro entre familias y amistades. Un sitio demasiado agradable; pero últimamente vemos con preocupación que continuamente están llegando personas que entran libremente a pedir limosna y ante la negativa de dar ésta, insultan a quienes no les entregan monedas e incluso quitando los productos que están consumiendo los visitantes. Esta situación es bien molesta para los contertulios, dañando la imagen de este apetecido sitio y quitando la tranquilidad y seguridad de los mismos.
Atentamente,
José Castro Morales
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