La justicia denigrada
Señor director:
Estupor, indignación, impotencia y una infinita tristeza es lo que se siente ante el más reciente escándalo que destapó la justicia norteamericana, de acuerdo con el cual los exmagistrados Francisco Ricaurte, Camilo Tarquino y José Leonidas Bustos, recibieron grandes cantidades de dinero (cifras entre mil y cuatro mil millones de pesos) para direccionar fallos o comportamientos omisivos de la Corte Suprema de Justicia contra los políticos Hernán Andrade, Luis Alfredo Ramos y Musa Besaile. Duele en el alma cómo se viene develando una serie de conductas ilegales cometidas por parte de las más altas cabezas del poder judicial (Pretelt, magistrados de Tribunal de Villavicencio, etcétera), que dejan por el suelo la integridad y el buen nombre de uno de los poderes públicos que, como el judicial, se creía, ingenuamente tal vez, estaba blindado o al margen de la terrible plaga de la corrupción que como un cáncer incurable, carcome cada vez más toda la vida de la nación. Los hechos, de ser ciertos, son, qué duda puede haber, de una gravedad inusitada en cuanto comportan una serie de variables de nefastas consecuencias. En efecto, veamos: Como ya lo manifesté atrás, pone en entredicho la majestad de la justicia y se constituye en un pesado lastre para una rama judicial hace ya tiempo en tela de juicio. Comporta, igualmente, que no solo son los tres personajes señalados los incursos en conductas claramente ilegales sino también quienes dentro de la Sala Penal de la Corte se dejaron comprar para "direccionar" los fallos que en los casos mencionados debían dictar. Significa, también, que el oscuro maridaje entre delincuencia y poder (político y judicial), es mucho más real y fuerte de lo que en un principio pudiera creerse. De otra parte, sacrifica y minimiza la labor de tantos y tantos jueces, fiscales y empleados judiciales, que son la mayoría, cuya conducta y trabajo están signados por la corrección y la honestidad, y, como si fuera poco, esos delincuenciales actos conllevan a que la ciudadanía banalice sin razón la labor de los operadores judiciales que lejos de los centros de poder, día tras día, desarrollan su labor con pasión, entrega y altura. Y, para empeorar las cosas, conductas como las denunciadas sirven, además, para que personajes tenebrosos y funestos como Uribe Vélez, sin empacho alguno, las utilice para seguir denigrando de la rama judicial (¿hasta cuándo?) y con su cinismo y sofístico proceder, tratar de blanquear y peor aún justificar las criminales conductas de sus alfiles y familiares queriéndolas hacer aparecer como no punibles y los fallos dictados contra éstos como una burda persecución política. Son pues, como puede verse, ciertamente inconmensurables los daños que hechos como los destapados le irrogan al país entero, colocando a la rama judicial en toda una encrucijada. Solo resta esperar, aunque hemos de confesarlo, sin mayor esperanza, que los encargados de investigar y vigilar tan bochornosos hechos, estén a la altura de su misión y le cumplan al país, pues es lo menos que de ellos debe esperarse.
Atentamente,
Óscar Villada Martínez
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