Equinos famosos en la historia
Señor director:
Caballos que han dejado tras de sí, una huella de grandeza, un eco que aún relincha entre las páginas de los libros y que nos han marcado culturalmente.
Bucéfalo: literalmente, cabeza de buey, caballo de Alejandro Magno, siglo IV a.C. El rey de Macedonia, Filipo II, su padre, le compró este corcel a un tesalio, pero el animal era tan fiero, que nadie podía montarlo, sin embargo Alejandro lo domó, dejando atónito a Filipo II y su corte. Alejandro observó que el équido huía de su propia sombra, así que hizo que el animal mirara hacia el sol, así logró subirse a su lomo, someterlo y volverlo manso. Luego fundó una ciudad llamada Alejandra Bucéfala ya desaparecida. Otra fuente, dice que Bucéfalo era descendiente de las yeguas de Diomedes y que se alimentaba de carne humana, antes de ser donado a Alejandro.
Estratego: que significa “general”, el rocín de Aníbal Barca, el cartaginés, quien queriendo imitar a Alejandro, adquirió una jaca procedente de Tesalia (Grecia) y sobre sus lomos recorrió España, Francia y se adentró en los Alpes para sitiar a Italia, en la batalla de Cannas, venciendo a las legiones romanas.
Génitor: etimológicamente en latín, “padre”, perteneció al gran conquistador romano Julio César, quien lo eligió porque un augur predijo que quien montara un noble bruto que tuviera en una de sus patas una malformación con tres pezuñas, conquistaría el mundo, así fue, invadió las Galias (Francia) y sobre sus lomos pronunció la famosa frase “Alea iacta est” o “la suerte está echada”, al cruzar el río Rubicón y llegar a Roma, dominarla y convertirse en el amo del mundo. Incitatus: jamelgo del emperador romano Calígula, de origen hispano y famoso en el hipódromo romano por sus grandes victorias en las carreras. El emperador ordenó darle trato de rey, construirle una caballeriza en mármol, pesebre en marfil y veinte sirvientes a su servicio. Lo cubría con joyas y ricos ropajes, beber de los mejores vinos y comer viandas en su mesa imperial, hasta lo quiso nombrar Senador y copular con mujeres. Bajo pena de muerte, era prohibido hacer ruido en Roma, para aquel que osara interrumpir el sueño de Incitatus el día anterior a una competencia.
Othar: el corcel de Atila, rey de los hunos, para estos nómadas, el caballo era sagrado y vivían sobre sus lomos, solo se bajaban para dormir. La historia nos cuenta que “por donde pisa Othar, no vuelve a crecer ninguna hierba “, dada la ferocidad, destrucción y saqueo del pueblo huno.
Lazlos: o caballo del desierto, el noble bruto con el que entró Mahoma a la Meca y el otro jamelgo de este profeta musulmán, es Buraq, que significa “el rayo”, en él se trasladó Mahoma de la Tierra al Cielo.
Babieca: corcel de origen árabe, de Rodrigo Díaz de Vivar, llamado “ El Cid Campeador”, autor del libro “ El Cantar de Mío Cid”, uno de los héroes de la Reconquista Castellana del siglo XI y en cuya montura derrotó innumerables veces a los fieles de Mahoma.
Marengo: la cabalgadura de Napoleón Bonaparte, árabe de origen y en el que luchó en batallas famosas como las de Austerlitz y Waterloo.
Rocinante: la jaca de Alonso Quijano, un hidalgo que se hizo llamar Don Quijote. “...cuatro días se le pasaron en imaginar que nombre pondrían...y así después de muchos nombres que formó, borró y quitó, añadió, deshizo y tornó a hacer en su memoria e imaginación, al fin le vino a llamar Rocinante, nombre a su parecer alto, sonoro y significativo de lo que había sido cuando era rocín, antes de lo que ahora era, que era antes y primero de todos los rocines del mundo”.
Palomo: el corcel de Simón Bolívar, sobre sus lomos fue libertador de las repúblicas de Colombia, Ecuador, Bolivia, Perú, Panamá y Venezuela. De color blanco, de gran alzada y una cola que casi le caía hasta el suelo, un regalo de Casilda Zafra, una campesina de Santa Rosa de Viterbo, Boyacá. Sobre el Palomo, Bolívar venció en las batallas del Pantano de Vargas, Boyacá, Bomboná y Junín. Se cree que Bolívar se lo regaló al general Andrés de Santa Cruz, en Bolivia, en el año de 1820, y ahí se pierde su rastro.
Quedan dos nobles brutos de la mitología, el Caballo de Troya y Pegaso, que ameritan un capítulo aparte.
Fernando García Cuartas
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