“Señores yo soy del Baker, mi nombre es Nicasio Luna”
Nicasio Luna tiene 22 años es payador, cantautor y defensor de la naturaleza.
Nicasio Luna es de Aysén en la Patagonia chilena. Aprendió a tocar la guitarra a los 10 años cuando su profesor de artes, Patricio Salinas, le enseñó las notas musicales. Dos años después empezó a cantar las composiciones de Saúl Huenchul, un payador argentino y de algunos payadores uruguayos, a quienes escuchó con los casetes de su padre.
El pequeño Nicasio cantaba de oído, como mucha gente del campo, y aprendía de su padre; un hombre de campo, que tocaba la guitarra al pie del fogón en las reuniones familiares. La música que interpreta representa a su padre y a su abuelo, que también era guitarrero.
“Es la música de fogón como la llamamos acá en la Patagonia chilena, la música del gaucho: la cifra, el estilo, la milonga, la zamba, el vals y la ranchera, los ritmos más conocidos”, explica. A los quince años empezó a componer. Sus letras describen la realidad del Río Baker, palabra acriollada que pronuncian con a, donde las empresas han querido instalar represas.
Son un canto social. Un homenaje a las labores del campo: al trabajo con leña, con animales y a las costumbres rurales, además le ha cantado al Pueblo Mapuche porque lo conmueve su lucha contra la opresión.
“Mis composiciones nacen de mirar alrededor, de lo simple. Escribir sobre eso no más porque no soy un gran poeta”, aclara. Pero se considera un “rapero rural”, término que usa para explicar que éste es el canto del origen.
Un canto que habla de lo que pasa en el pueblo. Nicasio es cantautor, compone sus canciones, y es payador porque improvisa versos. La payada consiste en dos payadores improvisando versos. Durante casi un siglo no había resurgido esta expresión del folclor. Fue ese desconocimiento su motivación para improvisar versos; ahora, hay cinco payadores en su región.
“Hay que nacer para ser payador porque por más que se enseñe la décima, la medida del payador, si no naciste con la capacidad de improvisar el verso y decir lo que sientes cantando, no puedes. El payador es un “tripartita”: canta, improvisa el verso y se acompaña con la guitarra. Es un don natural que en distintos puntos de Surámerica se ha masificado”, asegura.
Nicasio se considera heredero del gaucho chileno, de los pioneros que, a principios de 1900, cruzaron la frontera para instalarse en Argentina y regresaron porque ese país quería colonizadores extranjeros, no chilenos.
El gaucho chileno
“Tenemos las costumbres del gaucho porque esa gente aprendió a trabajar con animales, a vestirse a la manera del gaucho. Yo me defino como heredero del gaucho chileno, el hombre que fue negado en tiempos de la dictadura chilena.
“Nuestro folclor fue perseguido por las autoridades policiales porque consideraban que nuestra forma de ser pertenecía a los argentinos y como existía esa rivalidad, no querían que surgiera este folclor. Pero ese orgullo de ser patagón y ser gaucho floreció. Hoy en día nuestro folclor es imparable”, asevera.
El gaucho chileno tiene un gran sentido de la libertad, sin fronteras. El hombre de la Patagonia es uno con la naturaleza y conoce su entorno para conocerse así mismo.
Las personas de la Patagonia disfrutan de la tranquilidad y la defienden de los intereses económicos de los empresarios. Es gente buena, cariñosa y hospitalaria. Para este joven payador la identidad es fundamental. Por ello conserva la tradición del gaucho en medio del modelo neoliberal; es su forma de vida, de ser libre y crear consciencia.
“Al principio era raro en la escuela y el liceo ver a un niño apegado a las tradiciones pero empezaron a respetarme. Cuando me junto con otras personas jóvenes, intercambiamos conocimientos y ven con respeto lo que hago. Es un modo de vida y de consciencia, en cada paso trato de aprender más para servir”, agrega.
Nicasio le canta al Río Baker, al que defiende de lo que él llama avasallamiento por parte de empresas irrespetuosas que sólo ven en él dinero mientras la gente humilde trata de protegerlo. “Los campos grandes se iban a inundar, a reubicar familias y se estimaba que iban a llegar cinco mil trabajadores. Nuestra tierra no se merece ese choque, merece mucho respeto por nosotros y por las generaciones que vienen”, enfatiza.
Lo más importante sería volver a nacionalizar la tierra porque ahora es de extranjeros. “El bien común: el agua, el aire, el sol es de todos; no puede ser de una persona. ¡Construir represas es triste! Hay que respetar a los dueños del fogón y pedir permiso. El agua vale más que el oro. Después de que corten cada árbol, que acaben con cada río, nadie va a comer oro. No necesitamos de una empresa, necesitamos del Estado”, afirma.
Desde hace cinco años la vida de Nicasio es viajar y cantar acompañado de su guitarra. Cuando no viaja, permanece en el campo donde vive como cualquier otro campesino. En la costa del Río Baker se nutre de su gente. Allí es libre, nadie lo controla ni está sometido a bombardeos mediáticos que destruyen sus mañanas y sus días con noticias pesimistas.
“Me siento mejor donde puedo aprender de gente de campo, de gente natural: ensillar el caballo, andar por las montañas y trabajar con mi papá que es un hombre de campo, un gaucho. Sigo la huella del gaucho que es mi papá”, Nicasio Luna.
Fernanda Sánchez Jaramillo @vozdisidente
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