Brenda Kayitesi es oficial legal de la Primera Asociación de Derechos Humanos de Ruanda (H.R.F.R.A por su siglas en inglés). Nació hace 32 años en Nairobi (Kenia) y tenía 11 años cuando ocurrió el genocidio en Ruanda.
Durante ese tiempo sus padres vivieron como refugiados en Nigeria. Regresaron cuando tenía 12 años. Perdió dos primos que fueron asesinados durante el genocidio y conocía a algunas mujeres que fueron abusadas sexualmente durante ese pasaje oscuro de la historia de Ruanda.
No estuvo presente durante el genocidio, pero vivió la devastación que dejó. Su experiencia de vida en Ruanda le enseñó que sanar es un proceso diferente en cada persona, pues las cicatrices son también distintas. “Yo creo que el proceso de sanación y de reconciliación tomará un largo tiempo”, dice.
Brenda explica que el perdón en Ruanda no es forzado ni obligatorio. “Nosotros escogimos, como individuos, perdonar y reconciliarnos para seguir adelante en lugar de aferrarnos al pasado. Nosotros elegimos perdonar y eso es parte del proceso de sanación”.
Al preguntarle cómo es ser mujer en Ruanda donde cientos de mujeres fueron violentadas sexualmente durante el genocidio ella responde: “Ahora, yo puedo decir que es el mejor lugar para una mujer porque tenemos un gobierno sensible a nuestras necesidades, dicta leyes que nos protegen. Nosotras podemos tener cualquier posición en cualquier instituto y recibir una compensación. Nuestras jóvenes están creciendo con más confianza en sí mismas”.
De su amada Ruanda dice que los valores más importantes son su dignidad como nación y su deseo de encontrar las respuestas por ellos mismos sin depender de la ayuda proveniente del exterior. Brenda cree que la población de Ruanda debe agradecerle a Dios el liderazgo de su presidente, Paul Kagame, quien en su opinión ha ayudado a restaurar el sentido de integridad y posibilitado el empoderamiento de la población para que esta contribuya al desarrollo del país.
Ella recuerda que antes del genocidio, los ruandeses estaban más oprimidos. Ahora se les ha enseñado a crear trabajos por sí mismos, reciben préstamos y subsidios para iniciarse como emprendedores. Hoy en día las mujeres tienen las mismas oportunidades. La organización para la que Brenda trabaja promueve el empoderamiento de los miembros más vulnerables de las comunidades, les enseñan sus derechos, especialmente, a mujeres, jovencitas y niños.
Ella apoya viudas del genocidio, mujeres en situación de discapacidad, mujeres con VIH y Sida y afectadas por la violencia de género. “Además de la educación les ofrecemos ayuda legal. La mayor parte de nuestro trabajo se lleva a cabo en las villas, específicamente en tres distritos al sur de Ruanda: Kamonyi, Ruhango y Muhanga”.
Brenda explica que la comunidad tiene sus propias formas de sanación. Por ejemplo, en el mes de abril, durante la conmemoración del genocidio, se reúnen en las tardes para compartir sus experiencias durante la guerra.
Estos encuentros permiten apoyar a los supervivientes y enseñarles a las generaciones más jóvenes acerca de su pasado y decirles que no deben aferrarse a este, pero sí aprender de él para que no se repita. Después de un proceso de paz, dice Brenda, lo más desafiante es que las personas lleguen a un mismo punto de comprensión y compromiso. “Lo que quiero decir es que la gente necesita entender que la paz es para su propio beneficio”.
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