GEOVANNY MARTÍNEZ
LA PATRIA | MANIZALES
En Estados Unidos la democracia se ha convertido en eso que los filósofos llaman un emblema, algo incuestionable, pero que en el fondo traduce todos los defectos del sistema occidental moderno.
Para muchos esta elección a la Casa Blanca es la viva expresión de la decadencia de la democracia. Hillary Clinton y Donald Trump han protagonizado la campaña presidencial más desagradable que se recuerda en EE.UU.
Los dos aspirantes han soportado escándalos. Clinton, por ejemplo, ha tenido que lidiar con el controvertido uso de un servidor privado de correo electrónico para mensajes oficiales cuando era secretaria de Estado (2009-2013), cuya investigación reabrió el FBI a pocos días de las elecciones y que el domingo volvió a cerrar al asegurar que no encontró nada útil para la investigación.
En el caso de Trump, para enumerar su larga lista de escándalos los dedos de las manos serían insuficientes, si bien se destaca la emisión de un video de 2005 en el que el multimillonario hacía comentarios soeces sobre las mujeres.
Pese a sus diferencias, ella, demócrata; él republicano, sí coinciden en algo que revelan las encuestas: son los dos candidatos presidenciales más impopulares de la historia moderna de EE.UU. y por eso los estadounidenses elegirán sabrán esta noche quién es su mal menor.
“Estas elecciones son más de lo que aprendimos de lo que significan los comicios en Estados Unidos, una movilización de consumidores fundamentados en el marketing político y no de ciudadanos en la discusión de la esfera pública, porque no hay qué discutir entre ellos y con ellos”, expresa Jaime Pineda Muñoz, profesor e investigador del Centro de Estudios Avanzados en Niñez y Juventud de la Universidad de Manizales.
A pesar de las desigualdades, en el fondo ambos candidatos representan los mismos intereses exteriores de Estados Unidos. No hay una diferencia fundamental frente al reposicionamiento de ese país como lugar evangelizador, civilizador y salvador de los males del mundo occidental.
En ninguno de esos dos partidos a lo largo del último siglo se han visto transformaciones en la manera como esa nación se despliega hacia el mundo y en ese sentido estos candidatos son más de lo mismo, lo importante es que se elijan en democracia para seguir manteniendo ese emblema como artefacto de dominación u orientación hacia el mundo.
“Clinton y Trump hacen parte de la misma burocracia, lo que cambian son las retóricas. La de Trump es la de la desnudez del hombre blanco americano que defiende su bandera por encima de cualquier cosa y la representación máxima del capitalismo, Clinton es parte de una élite, de un status quo. Ambos mantendrán el proyecto expansionista neoliberal y no cambiará en nada”, explica Pineda Muñoz.
Quien reemplace a Barack Obama en la Casa Blanca deberá afrontar una tensión con Rusia sin precedentes en al menos 25 años, más un Oriente Medio embarrado en conflictos y la decisión de seguir o no con la apertura a Cuba. Además internamente deberán resolver asuntos como: inmigración, racismo, la deuda interna, la homofobia y el control de las armas.
“Desde lo que está pasando en Irak y Siria no hay diferencias fundamentales. Independiente de quien llegue a la Presidencia esos poderes de la democracia van a representar los mismos intereses transnacionales y económicos, el poder real en el mundo contemporáneo es el de la economía y ahí no se ven afectados realmente los intereses”, concluye Pineda.
División
Vladimir Sanabria González, magíster en estudios políticos y docente universitario, va más allá y plantea que esta campaña ha mostrado como está dividido Estados Unidos políticamente.
“Gane quien gane, la sociedad americana está dividida en temas muy profundos que uno pensaría que ya estaban superados y parece que no. Sorprende que muchos de los seguidores de Trump todavía no acepten la posición políticamente correcta de la igualdad de género. Igual la diferencia racial que se suponía había quedado en el pasado cuando en la década de 1960 las negritudes tuvieron que luchar por lograr la igualdad de derechos”.
Incluso asegura que de llegar a ganar Trump, desde el punto de vista sociológico, los Estados Unidos quedarían desunidos. Un ejemplo que plantea desde ya es como el FBI se politizó reabriendo una investigación contra Clinton a 13 días de las elecciones. Eso demuestra, según Sanabria González, que hay instituciones y sectores que no se sienten contentos con tener un presidente negro y menos que haya continuidad de las políticas de un mandatario afroamericano.
“Yo diría que esta tendencia tan curiosa de que las sociedades se rebelan contra la lógica y producen resultados atípicos podría llegar a revelar una sorpresa, así como en Colombia ganó el No en el plebiscito y en Inglaterra triunfó el brexit, podría ganar Trump, que aunque es un candidato antisistémico, lo que prometió en campaña no lo podrá hacer porque se va a encontrar con la realidad de la política”, concluye.
Y los estadounidenses
Sam Burt, de 24 años, estudiante de Salud Pública en la Universidad de Minnesota, bajo ninguna circunstancia votaría por Trump. “Pienso que Clinton le haría menos daño al país que Trump y creo que la experiencia política en su hoja de vida es un factor importante. Me gustaría que hubiera otras posibilidades, pero creo que al final ella es mejor”.
Reconoce que no hay ideas políticas en particular que lo motiven a votar por ella, pero es liberal en la forma de ver los aspectos sociales. Considera que Trump no tiene el coraje que se necesita para ser presidente. “Reacciona a cualquier crítica a su campaña como si fuera contra él personalmente de forma inmadura. Prefiero que mi presidente sea una persona con cabeza fría”
Claire, de 70 años, docente en Central Minnesota, insiste en que su voto será por el Partido Republicano y no por el candidato que la representa ahora mismo. “Como no hay otra opción, votaré por Trump a pesar de que no estoy de acuerdo con algunos de los comentarios que él ha hecho cuando se refiere a las mujeres”.
Con el paso del tiempo ha cambiado su forma de pensar. Pasó de votar por demócratas a sufragar por republicanos.
“Los demócratas dicen que los republicanos solo sirven a los ricos, pero aún no han probado que sirven a grupos con intereses específicos. Por ejemplo: los Clinton reciben millones de dólares de gobiernos extranjeros y dan privilegios especiales a quienes les donan. Trump es millonario y no necesita dinero de nadie. Ha pagado por su campaña y grandes organizaciones sienten miedo porque no tendrán el control sobre él o sobre el gobierno”.
Agrega que el gobierno de Obama se ha metido a la vida de los ciudadanos con varias reglamentaciones hasta el punto de decir cómo se deben alimentar las familias o qué clase de comida debe servirse en las escuelas.
En lo que ambos sí están de acuerdo es en que hoy podrán participar de la democracia que para los dos es incuestionable como emblema de los Estados Unidos.
Los estadounidenses no eligen directamente mediante su voto al presidente y vicepresidente, sino que relegan esa responsabilidad en el Colegio Electoral, compuesto por 538 compromisarios o electores que, en su nombre, votarán en los 50 estados del país y en el Distrito de Columbia. El objetivo de Clinton y Trump es hacerse con una mayoría de 270 votos para proclamarse ganadores.
El número de electores de cada estado es igual al número de sus senadores más el número de sus representantes en la Cámara baja, de forma que tienen más peso aquellos estados con mayor población como California (55 votos electorales), Texas (38), Florida y Nueva York (29), Pensilvania, Illinois (20) y Ohio (18).
200 millones de estadounidenses están llamados a las urnas para elegir al presidente, renovar el total de los 435 miembros de la Cámara de Representantes, un tercio de los cien senadores federales y seleccionar a sus gobernadores en 12 estados.
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