Blanca Eugenia Giraldo
LA PATRIA | MANIZALES
Al otro lado del teléfono el acento paisa y cálido de Jairo García Gómez no deja dudas de su origen caldense. Pregona que es oriundo de Salamina y no niega que es niguatero.
Luego vivió en Palestina y Dosquebradas. La razón, el trabajo de su papá, Ancízar, quien administró las oficinas de la Chec en estos municipios. Se educó en Dosquebradas en el colegio Salesiano y luego estudió ingeniería eléctrica en la Universidad Tecnológica de Pereira.
En vacaciones era común verlo acompañando a su padre y a los electricistas de la Chec durante las correrías por las regiones. Esa, que tal vez era una rutina fraterna entre padre e hijo, quizás fue lo que lo motivó para estudiar la carrera que eligió.
“Eso como que se me fue contagiando”, reconoce. Resultó tan buen estudiante que el decano le recomendó tener una corta experiencia laboral y regresar para que fuera profesor en la misma institución, propósito que no cumplió. Cuenta que en su último año de universidad, en 1979, una empresa visitó su universidad para entrevistar a estudiantes de ingeniería mecánica y eléctrica. Se enganchó con una multinacional constructora, Sade Condisa, en Bogotá. Allí laboró desde 1979 hasta 1987, años en los que recorrió Ecuador, Venezuela y otros cuantos países.
Esos ocho años le sirvieron para cambiar de profesión, debido a un hecho que modificó su ejercicio profesional. Recuerda que el ingeniero responsable de poner el concreto en una obra de la Planta de Paz del Río se enfermó. "Fue una oportunidad única, pues fui el encargado ese día para asumir esa responsabilidad por unas horas. El tema me quedó gustando y ahora no sé hacer otra cosa”, recuerda.
Esa fue la razón para no ejercer su profesión y para justificar por qué nunca ha cambiado un bombillo y, mucho menos, hacer arreglos en su casa, esos siempre los hace un amigo. "Además, no le pagan a uno", comenta.
Tal vez, esa época fue la más fructífera en su vida, combinó trabajo con más aprendizaje, lo que le sirvió para obtener su independencia y crear Foster Ingeniería, la mayor proveedora en el país de andamios y encofrados para construcciones a gran escala.
Con esos primeros pasos, García Gómez demostró que es un profesional de grueso calibre y, aunque nunca dictó cátedra en la universidad, sí lo hizo con su ejemplo. Al reflexionar sobre este hecho, el ingeniero, hoy constructor y empresario, dice que aprendió a leer las oportunidades, no se negó a colaborar, a abrir la mente a la innovación, y a ayudar a que la empresa saliera adelante.
"Cuando me pidieron ese favor, les dije que no tenía idea de hacerlo, y la respuesta fue contundente y motivadora: ahí aprende. Con unas tablas donde estaba estipulado cuánta arena, cuánto cemento y cuánta agua había que echarle, aprendí. Era estudiar y arriesgarse", relata.
Ese episodio le dio un vuelco a su vida, por eso se atreve a recomendar a los nuevos profesionales conservar la mente abierta: "no importa lo que uno sepa hacer, sino lo que necesitan que uno haga y así lo resumo: para qué soy útil y para qué soy bueno y oportuno".
Foster empezó su tarea hace 27 años en un pequeño garaje de Fontibón, en el occidente de Bogotá. De hecho, García Gómez, presidente y dueño, reconoce que emprender esa tarea fue toda una aventura. "Estaba seguro de que tenía en mis manos un producto interesante y que poco se conocía en el país. Eran sistemas industrializados para la construcción, como las formaletas".
Afirma que le pareció que tenía una buena posibilidad, ya que en Colombia aún se utilizaba mucho la madera y la guadua, por eso comenzó a alquilar y a vender. Ahora es la empresa desarrolladora más importante en el país en ese campo.
Foster Ingeniería comenzó como importadora, traía los sistemas de Estados Unidos. Con el paso del tiempo disminuyó las importaciones y se volvió fabricante y hoy ya es exportadora.
Ese empujoncito que le dio la primera empresa, Sade Condisa, lo replica hoy en la suya; por eso, les dice a las personas que trabajan con él: "aquí no hay sino dos funciones vender y ayudar a vender".
Cuenta que como modelo de selección exige que sean personas con actitud positiva frente a la vida y después mira qué los pone a hacer. Así ha sumado 300 colaboradores.
Jairo ya dio los primeros pasos para cumplir con el plan que trazó para su empresa en los próximos 10 años, construyó una planta en Barranquilla con un área de 6.000 m2. "Quiero que sea la empresa líder, sobre todo para apoyar los proyectos de infraestructura que tanta falta le hacen al país. El gran desafío de este tipo de insumos será estar a la altura de las necesidades, pues los túneles, puentes y viaductos que se están contratando en el desarrollo de las concesiones 4G no se han visto antes en Colombia, creo que vamos a jugar un papel muy importante en los próximos años".
García Gómez plantea que con las 4G el país se pone en la ruta de la competitividad. "Eso es fundamental si quiere competir, si quiere salir adelante con todos los tratados, tiene que haber vías y si no, estamos muertos".
Augura que Foster Ingeniería será la primera en el sector en América Latina. De hecho, ya está exportando a Venezuela, Panamá, Perú, México y República Dominicana.
Jairo García Gómez, el ingeniero civil y empresario más que eléctrico, ya no tiene una deuda con la universidad, hace rato la cumplió, no en las aulas, pero sí en la práctica.
García Gómez reconoce que es madrugador y lo justifica, para él las 6:00 de la mañana ya es mediodía. A las 7:00 ya está en la oficina junto con sus colaboradores, que terminan la jornada a las 5:00 p.m., gracias a una medida para que los empleados compartan más tiempo con sus hijos en el hogar.
Normalmente, almuerza en la oficina, en un comedor dispuesto para todos los empleados.
Otro método empresarial que García Gómez aplica sin falta es la visita a las obras. "Nos gusta ser socios estratégicos de nuestros clientes y estar pendientes del servicio. Los negocios tienen que ser un gana-gana, si las dos partes no quedan contentas, el negocio no funciona, es como el matrimonio", explica.
En sus pocos ratos libres, al propietario de Foster le gusta pedalear en su bicicleta y montar a caballo con sus hijos, una joven de 26 años y un adolescente de 16. Es sagrado el fin de semana con la familia.
No va a Salamina hace dos años, pero con todo y eso conserva su casa paterna. Es un pendiente que no lo deja estar tranquilo.
Destaca de su pueblo, la inteligencia de la gente y hasta tiene un dicho que les dice socarronamente a sus amigos: “Soy de Salamina, donde la inteligencia es peste, pero a mí me vacunaron”.
Es líder en Colombia en el suministro de soluciones de encofrados y andamios para construcción de infraestructura. Sus principales competidores en este mercado en Colombia son Peri, Unispan, Efco y Alcina.
Tiene operación directa en Panamá y representantes comerciales en México, Costa Rica, Chile, Guatemala, Venezuela y Ecuador.
Participa en la ampliación de la Refinería de Cartagena, ampliación del muelle de Cerrejón, el proyecto Ruta del Sol, Hidro Ituango, Central Hidroeléctrica el Edén en Manzanares (Caldas), Hidrosogamoso, puentes de la vía Bucaramanga-Cúcuta, puentes de la vía sustitutiva a la Hidroeléctrica del Quimbo en el Huila, centrales hidroeléctricas en Panamá, estadios y plantas de biocombustibles en Venezuela y proyectos de vivienda en Colombia, Panamá, Costa Rica y Venezuela.
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