Mauricio Ariza Rojas dice que no tiene nada que ver con la violación, tortura y asesinato a Rosa Elvira Cely. Por él, las autoridades llegaron a ofrecer hasta diez millones de pesos a cambio de información sobre su paradero, debido a que es uno de los sospechosos del ataque ocurrido hace dos semanas en el Parque Nacional.
El joven quien era compañero de aula de Javier Velasco y de colegio de Cely, dijo que le fueron practicadas pruebas de ADN con las que se demostrará que nunca fue cómplice de la violación de la mujer.
“Ayer (lunes) en compañía de mi abogado fui para que me hicieran las prueba de ADN. De mi casa se llevaron la ropa que tenía ese día puesta y unos zapatos”, señaló Ariza Rojas, quien dice estar muy preocupado por su seguridad, razón por la cual prefiere atender a los medios de comunicación sin exponer su rostro y hoy se hospeda en un sitio distinto a su casa.
Ariza indicó que jamás imaginó que Javier fuera la persona que hoy describen las autoridades y que nunca se refirió a que tuviera familia: “Nunca hablaba de su familia, no me dijo que tuviera hijos o esposa. Siempre lo veíamos solo. Sabía que vendía plumillas para los carros y que instalaba luces en vehículos, porque un día me dijo que me vendía unas para la moto”. El joven también manifestó que el mismo sábado en la tarde se presentó en el búnker de la Fiscalía, cuando su nombre salió por todos los medios de comunicación; narró que allá le dijeron que “si lo necesitaban lo llamaban”, pero que como seguían hablando de él, decidió ir al complejo judicial de Paloquemao, el domingo.
“No sabía nada. El jueves (un día después del ataque) me encontré a Javier en el colegio y le pregunté que cómo le había terminado de ir la noche anterior (cuando estaba con Cely), me dijo que bien, pero no hablamos más. El viernes siguiente no fui a estudiar y finalmente hasta el martes me enteré de lo que había pasado con Rosa Elvira. El miércoles no hubo clase y el viernes pasado estando en el salón nos dimos cuenta de que a
Javier lo habían capturado. A todos nos causó mucha impresión”, indicó el joven.
El día de los hechos
Mauricio recuerda que llegó ese miércoles (23 de mayo) a las 7:30 de la noche al colegio Manuela Beltrán de Bogotá, porque tenía permiso para entrar tarde, por su trabajo. “A las 10:10 terminamos clase y salimos. Pasé la calle y me fumé un cigarrillo en una tiendita. Luego saqué mi moto, ahí llegó Javier en su moto y luego lo hizo la señora Rosa. Él me dijo: “¿Qué va hacer?”, yo le dije que me iba para la casa”.
Ariza Rojas continúa su relato diciendo que llegó a su lugar de residencia, guardó su moto y de nuevo salió para ir a una cigarrería. “A la cigarrería llegó Javier y la señora Rosa. Él me preguntó: “¿Me va gastar una cerveza?”; yo le respondí que bueno. No tomamos cada uno como de a cinco cervezas y luego me fui para el frente, que hay un bar y ellos llegaron allá, pero se sentaron en una mesa aparte y les gasté una cerveza
más. En ese momento me puse a tomarme una cerveza con el dueño del bar y me comí unas salchichas, que saqué fiadas. Luego de eso me fui a dormir y Javier y Rosa se quedaron ahí”.
El estudiante de octavo de bachillerato (en validación) asegura que lo único que lo une a Javier es una relación de compañeros de clase: “Javier vivía cerca a mi casa y por eso dicen que éramos amigos, pero nosotros no éramos amigos sino compañeros de estudio. Lo que pasa era que hacíamos la misma ruta en la moto, porque vivíamos cerca. A veces yo llegaba a la cigarrería, el paraba ahí y me decía que si le iba gastar una cerveza”.
La relación de Javier con Rosa
Mauricio dice que nunca conoció que la víctima y el presunto agresor tuvieran alguna tipo de relación sentimental: “Los veía de vez en cuando hablando, no era frecuente y una vez me comentó (Javier) que la había ido a llevar a la casa, los viernes como que ellos salían (...) Fuimos como tres veces con un grupo de compañeros a bailar y ahí iban Rosa y Javier, pero nunca salí con ellos solo”, indicó.
Ariza Rojas dice que Javier era muy amable con sus compañeras de clases, que incluso les regalaba cosas y que los profesores le guardaban aprecio porque era buen estudiante.
“El jueves (día siguiente del ataque a Cely) el profesor de matemáticas lo felicitó porque había sacado cinco en el parcial”, indicó el joven, quien manifiesta que permanecerá a disposición de las autoridades cuando sea requerido y que nunca imaginó que su compañero de aulas tuviera el prontuario del que hoy se le acusa.
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