REVISTA SEMANA | LA PATRIA | BOGOTÁ
Después de la tempestad no vino la calma. El Estado vendió su porcentaje en Isagén, como se preveía, al fondo canadiense Brookfield Asset Management por el monto anticipado de 6,5 billones de pesos, y en el día y hora anunciados: miércoles 13 de enero a las 9:00 de la mañana. Para bien o para mal, quedó atrás un proceso largo y de mucha controversia.
Pero no fue un debate cualquiera. Hace rato no se veía una discusión pública tan de fondo y tan seria, que generara tantas opiniones de tantos sectores, y con convergencias que nadie habría podido imaginar: el uribismo, algunos liberales, las Farc, el Polo Democrático y los verdes, casi todos a una, se pronunciaron con vehemencia contra la venta. Jorge Robledo, Álvaro Uribe, Horacio Serpa, Marta Lucía Ramírez e Iván Márquez aparecieron en la misma “foto”. Los tuits de dos voceros de orillas políticas tan diferentes, como las del senador Uribe y el vocero de las Farc Iván Márquez, casi coincidieron.
Según Uribe, “que la Nación venda su porcentaje de Isagén en 6 billones de pesos es detrimento patrimonial”. Y para Márquez, “Isagén será vendida para financiar con créditos blandos a constructores privados de vías 4G en detrimento del patrimonio nacional”.
Lo único claro es que la venta de Isagén quedó atrás, pero sus coletazos se seguirán sintiendo durante varios meses.
Escenario judicial
En los medios, en los organismos de control, en el Congreso y en redes sociales pesaron más las voces en contra de la venta que la del gobierno, que apoyaba la transacción, o la del comprador, que por razones obvias permaneció en silencio.
Las críticas se concentraron en tres puntos. Uno de tinte ideológico, que reeditó la vieja confrontación entre quienes defienden la propiedad estatal de servicios públicos y quienes en la otra orilla propenden por la privatización para buscar más eficiencia. Otro sobre la conveniencia: ¿tenía más rentabilidad social la empresa que las carreteras que se
construirán con el producto de su venta? Y uno más, sobre la legalidad: ¿se podía adjudicar una puja en la que se habían retirado todos los participantes, menos uno?
Lo cierto es que Isagén hoy está en manos de Brookfield, como socio mayoritario, y que en un par de semanas 6,5 billones de pesos ingresarán a las arcas de la Financiera de Desarrollo Nacional, que administrará los fondos para financiar obras de infraestructura.
Ahora vendrá el coletazo del intenso debate que antecedió a la formalización de la venta. El primer escenario será el judicial. A diversas instancias como la Procuraduría, la Contraloría y el Consejo de Estado llegarán demandas y acciones de todo tipo que buscarán dos objetivos. El primero, echar para atrás la operación. Y el segundo, pasarle una alta factura política al gobierno por haberse empeñado en ella.
Echar para atrás la venta no es una tarea imposible pero es altamente improbable. El trámite se cumplió según lo establecido, y el comprador adquirió un derecho. El que haya habido una gran controversia no lo hace diferente, desde el punto de vista jurídico, a las transacciones que se han hecho en los últimos 15 años de varias empresas de servicios públicos que han sido privatizadas.
Cualquier decisión judicial sobre las demandas también deberá tener en cuenta el efecto que tendría para la confianza inversionista internacional el desconocimiento de una millonaria transacción ya terminada.
Escenario político
La otra secuela se producirá en el terreno político. La coalición de gobierno, la Unidad Nacional, se dividió frente al asunto. Mientras Cambio Radical y La U acompañaron de frente al gobierno, en el liberalismo hubo representantes de la línea titular (Horacio Serpa, Luis Fernando Velasco, Viviane Morales) que se pronunciaron en contra.
Morales alcanzó a decir que los rojos se deberían retirar de la Unidad Nacional. Una hipótesis que no se concretará porque la mayoría de la bancada liberal prefiere permanecer en el Ejecutivo.
El otro coletazo por la venta de Isagén es el desgaste que sufrió el ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas. Fue la cabeza visible de la impopular decisión y del esfuerzo por sacarla adelante en contra de la corriente. Tan pronto se anunció la venta, la representante de la Alianza Verde, Angélica Lozano anunció que intentará una moción de censura contra el funcionario.
Como el presidente Juan Manuel Santos acaba de anunciar que convocará al Congreso a sesiones extras el próximo mes para modificar la ley de orden público, se aprovecharía la ocasión para buscar la salida de Cárdenas. Se necesitaría que la mitad más uno de la Cámara votara en su contra, y más que esa cantidad de congresistas en contra de la venta de Isagén: el año pasado 80 senadores suscribieron una carta en la que se manifestaron en contra.
La moción de censura será un nuevo palco de discusión pública pero no va a prosperar. Para empezar, porque tendría obstáculos de forma. La venta de Isagén puede ser buena o mala, pero es una potestad del Ejecutivo. Aunque el procurador, el contralor, o la mayoría de los senadores se opongan, el Consejo de Ministros tiene facultades para llevarla a cabo.
Pero también hay realidades políticas: más allá de las sensibilidades de los parlamentarios sobre Isagén, a los partidos de la Unidad Nacional les conviene seguir en la coalición del gobierno en momentos en que se aproxima la firma de un histórico acuerdo de paz con las Farc y se empiezan a mover fichas con vista a las presidenciales de 2018. Y falta ver si el ruido producido por la venta de Isagén se mantiene hasta dentro de un mes, cuando se volverá a reunir el Legislativo.
El compromiso de Santos con la causa se hizo evidente cuando llamó a Horacio Serpa, en medio de una reunión de la bancada roja en la que se discutía el tema de Isagén, para alinearlo y pedirle su apoyo. Pero sí es cierto que Mauricio Cárdenas salió magullado. Quedó como artífice de una iniciativa impopular. De frente a su posible aspiración presidencial, fue la cara más visible del costo político de la polémica transacción. Y no por coincidencia, en contra suya estuvieron sus copartidarios Alejandro Ordóñez y Marta Lucía Ramírez que también forman parte de la baraja para la nominación azul en 2018. El guarapazo le coincidió a Cárdenas con otro golpe del destino que también afectó su suerte: la filtración de algunos aspectos de las recomendaciones de la comisión de expertos para aumentar los impuestos.
El ministro tiene un gran desafío por delante y todo dependerá de la habilidad con la que enfrente la tormenta. Y en política, esos momentos muchas veces se convierten en un trampolín.
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