COLPRENSA | LA PATRIA | BOGOTÁ
“Mi amor, no siento las piernas, esos hp me mataron, me voy a morir”, le dijo en tres oportunidades el manizaleño Bernardo Jaramillo a su esposa, Mariela Barragán, el día en que el entonces aspirante a la Presidencia de la República fue asesinado.
“El 22 de marzo viajábamos a Santa Marta; él iba a preparar el pleno del Partido Comunista y de la Unión Patriótica, para iniciar la campaña a la Presidencia”, narró Barragán, recordando el día en que su esposo perdió la vida ingresando al Aeropuerto ElDorado. “Fue una campaña muy dura porque en ella murieron tres candidatos presidenciales”, añade en clara referencia a Luis Carlos Galán; del Partido Liberal; Carlos Pizarro, del M-19, y “mi Bernardo”, dice.
"Ese día, como siempre, salimos hacia el aeropuerto, Bernardo no quiso ponerse el chaleco antibalas (…) cuando entramos al puente aéreo, me tomó de la mano y empezamos a caminar. Cuando llegamos al frente de la droguería, sentí unos disparos, sentí porque no vi, sólo vi a lo lejos un agente de policía, yo pensaba que era un robo, pero de los escoltas que llevábamos, que eran 16…, uno de ellos me empujó, entonces yo caí encima de Bernardo, él ya estaba herido”.
Este testimonio fue entregado por la señora Barragán en el documental El baile rojo, memoria de los silenciados, dirigido por Yesid Campos, y en el que se narra el genocidio de la Unión Patriota.
Brillaba
Bernardo Jaramillo Ossa fue un político de izquierda que militó en la Unión Patriótica durante los años 80. Tras el asesinato de Jaime Pardo Leal, Jaramillo se convirtió en presidente de ese movimiento hasta el día de su muerte, aquel 22 de marzo de 1990.
Manizaleño de nacimiento, Jaramillo, de 35 años (1955), desde joven hizo parte de la izquierda colombiana. Desde que pisó la facultad de derechos de la Universidad de Caldas se enroló en las juventudes comunistas, siendo esas banderas enarboladas hasta el día de su fallecimiento.
En 1977 se casó con Ana Lucía Zapata, una profesora risaraldense, de cuyo matrimonio nacieron Paula Tatiana y Bernardo Jaramillo Zapata. En 1985 Jaramillo se vinculó de manera formal a la Unión Patriótica, desde donde criticó duramente el proceder de las guerrillas de las Farc y el Eln por la “combinación de todas las formas de lucha”.
A pesar de lo cual siempre defendió que se realizara un proceso de paz con estos grupos, por lo que se hizo amigo de Carlos Pizarro Leon-Gómez, excomandante del entonces recién desmovilizado M-19.
Su carisma y las ideas que exponía, sin pelos en la lengua, lo llevaron a que en 1986 fuera elegido Representante a la Cámara por Antioquia. En ese torrente político, y con la UP en la mira de la ultraderecha, Jaramillo vio cómo varios de sus compañeros caían producto de la intolerancia.
“Él significó el momento culmen del liderazgo de la UP y sobre todo lo hizo enarbolando un sentido de renovación, un sentido de apertura hacia una visión mucho más incluyente, inclusive hizo crítica a la izquierda tradicional”, dice Álvaro Villaraga, director de Acuerdos de la Verdad del Centro de Memoria Histórica.
En 1990 su nombre salió a la luz pública como la carta de la UP para llegar a la presidencia de la República, posibilidad que muchos vieron cerca por el favoritismo que despertaba, y tan cerca estaba de la primera magistratura del país, por lo menos para la ultraderecha, que para cerrarle el paso decidió asesinarlo.
“Era el líder más connotado de la izquierda en su momento y para esta misma significó perder uno de los más ilustres dirigentes de esa época”, añade Villarraga.
Ese temor de los enemigos de la izquierda se hizo más fuerte cuando se habló de una candidatura conjunta para la Presidencia de la República, de la que harían parte Carlos Pizarro-León-Gómez, y él (Jaramillo).
Las voces
Para Lázaro Vivero, 25 años después del asesinado de Bernardo Jaramillo, no es mucho lo que ha cambiado. “Cualquier muerte de un dirigente independiente es algo nefasto”.
Para este dirigente político no son ciertas las versiones que señalan que en Colombia llevamos más de 50 años de guerra, pues considera que son muchos más. “En este país desde la muerte de Jaramillo y muchos otros dirigentes más “hemos visto cómo se asesina a una persona por el sólo hecho de no compartir sus pensamientos o sus expresiones”.
“No hay derecho a que se le quite la vida a una persona solo por sus ideas, sin importar si se comparten o no”, agrega Vivero, al cuestionar las que llamó “prácticas politiqueras y corruptas que se han tomado el país, y que al ver a alguien brillar por sus ideas de cambio, seguro será asesinado”.
Ese panorama, según Lozano, pasa en la izquierda y en la derecha y recordó que lo que todos en el país esperamos es que retome un rumbo de la decencia.
Álvaro Villarraga, director de Acuerdos de la Verdad del Centro de Memoria Histórica, califica el asesinato de Jaramillo como “un golpe moral”, pues para él este dirigente encarnaba una renovación en la izquierda. “Él fue muy paciente, no solamente en rechazar las masivas violaciones a los Derechos Humanos y las violaciones del Estado y los grupos paramilitares, sino que también fue crítico con la guerrilla y los llamó a la paz”.
Frente a las dudas acerca de si hoy hay garantías para la oposición, Villarraga considera que “ese fue un momento en el que el nivel de guerra sucia estaba exacerbado, se estaba dando, sin exageración y por decenas, el asesinato de dirigentes políticos de la izquierda o inclinación progresistas. A finales de los 80 nos muestra que la gran mayoría de asesinados de la época fueron de la UP.
Actualmente no puede decirse que sea el mismo nivel de violencia, sin embargo, no se han conseguido con claridad las garantías para la izquierda. No existen las garantías necesarias, tanto así que no se ha aprobado el estatuto de la oposición, esto es inaudito, tanto que de nuevo se está negociando esto en la mesa con las Farc en La Habana”.
Según este experto, lo que se ha vivido en estos 25 años es una clara muestra de la impunidad, y en el caso de Jaramillo, es claro que ese fue un crimen, donde los indicios señalan que hay responsabilidad estatal, de las Fuerzas Militares y de los grupos paramilitares.
Fue una fase avanzada del genocidio a la UP: Iván Cépeda
- ¿Qué cambios generó para el país la muerte de Bernardo Jaramillo?
Fue muy traumático, porque se trataba de una fase avanzada del genocidio contra la Unión Patriótica (UP), hay que recordar que ya había sido asesinado un primer candidato de la UP, Jaime Pardo Leal, y con el asesinato de Bernardo Jaramillo prácticamente se diluyeron las esperanzas de llegar de manera fuerte para disputar la presidencia.
Hay que recordar que Bernardo Jaramillo, cuando fue asesinado, tenía una favorabilidad muy alta en las encuestas y también, junto a él fueron muertos otros candidatos presidenciales, así que ese asesinato que ocupa un lugar de gran impacto en todo lo que fue y ha seguido siendo el genocidio contra la UP.
- ¿Usted cree que después de ese genocidio, hoy hay garantías para la oposición?
Creo que hay que evitar que vuelva a ocurrir en nuestra historia y más en el contexto en el que estamos con un proceso de paz. Un caso similar al de la Unión Patriótica sería muy lamentable, ad portas de unos acuerdos de paz y de la esperanza que tiene hoy Colombia de ponerle punto final al conflicto armado. Nunca más puede darse de nuevo un hecho tan grave como el genocidio.
- ¿Cómo se imagina el país si no hubieran sido asesinados líderes como Bernardo Jaramillo?
Estoy seguro de que si no se hubiera producido ese baño de sangre, la UP y todas las fuerzas de izquierda hubieran logrado llegar a gobernar este país…, había mucho talento en esa generación que fue eliminada en esa vía de la violencia y porque existían muchos sectores que se sentían atraídos por las propuestas y por el carisma político de esos dirigentes.
- ¿Cómo recuerda a Jaramillo?
Él fue un hombre lleno de energía y vitalidad, con muchas ganas de la política en Colombia y renovar las prácticas de la izquierda, era una figura política muy atractiva porque combinaba su juventud y su experiencia al lado de los movimientos sociales en el Urabá. Tenía una formación intelectual que lo hacía un dirigente político que tenía la capacidad de presidir a Colombia.
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