LA PATRIA | MANIZALES
“A la fuerza, todos los cuerpos de agua se hacen escuchar”. Según Gustavo Wilches Chaux, experto en medioambiente, si al agua no se le reconoce como un ser vivo y activo y además no se hacen valer sus derechos, acaba hablando por las buenas o por las malas.
Wilches Chaux participó en el foro Agua como bien público durante XII Semana Ambiental Nuestra Fauna que da Vida.
El experto habló con LA PATRIA sobre la interconexión del agua con los seres vivos. Este año, por ejemplo, cuatro ríos fueron reconocidos como sujetos de derecho. Nueva Zelanda (1), La India (2) y otro en Atrato (Colombia), significa que el trabajo que queda por hacer es grande, si se tiene en cuenta que la riqueza hídrica mundial se deteriora por un desarrollo poco sostenible.
¿Qué opina de que haya acciones populares en contra de la explotación minera y petrolera como el caso de Jericó y Cajamarca?
Me parece importante que la gente reconozca sus irrenunciables, es decir, aquello que por ningún motivo se puede abandonar porque no hay plata para reponer ninguna riqueza. Que estas acciones populares triunfen representa un desafío para el Estado y el sector privado, pues deben identificar nuevas maneras de hacer minería. Hay un lema de un movimiento llamado la Moratoria Minera y dice. “minería sí, pero no así”.
¿Entonces cómo?
Es necesario que ante ese afortunado reconocimiento que la gente hace de sus prioridades, el Gobierno diga cómo va a hacer la actividad minera, dónde se puede hacer y dónde no. Por ejemplo, ya existe una decisión formal que en los páramos no puede haber dicha explotación y eso es un gran avance. El hecho de que en los subsuelos haya carbón, petróleo, oro, metales o incluso agua no se puede convertir en una desgracia para las comunidades locales. Con manejo responsable y dependiendo de los territorios se puede hacer.
¿Y qué hay del agua como recurso finito?
Tenemos que saber que el agua no es un objeto alrededor del cual los seres humanos negociamos, sino que es un actor del territorio, es el ingrediente de toda vida y es un ser vivo que reclama sus derechos. En Manizales lo han vivido con los desastres. Cada vez que hay una catástrofe hidrometereológica se ha relacionado con el clima o con el agua, pero basta preguntarse qué derecho fundamental le ha sido violado al agua para hallar la respuesta.
¿De qué derechos habla?
Quitarle a un río su derecho a fluir, a su cauce, a desembocar o el solo hecho de su protección es robarle su deber ser. El agua sin discutir si tiene o no sentido jurídico o filosófico sale a reclamarnos por las malas lo que le corresponde.
Entonces, ¿hay que repensar los Planes de Ordenamiento Territorial?
Por supuesto, el caso de Bogotá, que está construida sobre territorios del agua es el vivo ejemplo. Cuando llegaron los antepasados españoles encontraron una cultura anfibia (los muiscas), los cuales venían de ecosistemas diferentes. Ellos comenzaron a corregirle la plana a los muiscas y a la naturaleza y generaron condiciones que hoy se traducen en desastres.
El gran desafío para las grandes ciudades como Bogotá o Ciudad de México es construir una cultura urbana-anfibia, versión siglo 21, porque todos los días vemos al agua reclamando lo que le toca. Los desastres no son culpa del fenómeno de La Niña, El Niño, ni el cambio climático, se debe a que la capital de Colombia crece 40 mil hectáreas construidas sobre terreno del agua, pero en su POT niegan su existencia.
¿Cuál sería el papel del Estado y la sociedad?
Que reconozcan que el derecho al agua debe ser fundamental, porque está ligada a la vida con calidad y dignidad. Su rol es que se piense y se diseñe el desarrollo de las ciudades, sin sacrificar el recurso. Cualquier decisión que se tome a favor o en contra va a influir en el ejercicio de sus derechos.
¿A quién cobrarle los errores del medioambiente?
La educación sobre cómo cuidar los recursos está enfocada en los niños, las amas de casa, los líderes comunitarios y los campesinos, pero quienes toman las verdaderas decisiones son ignorantes ambientales, porque tienen una visión antropocéntrica, es decir, no son capaces de interpretar la voz de la naturaleza. Ella cada vez nos habla de manera más clara y hay que entender que el desastre, el derrumbe, la sequía o la inundación no son producto de un capricho, sino de decisiones equivocadas. El ambiente pasa la cuenta inmediatamente se cometa el error.
¿Qué es lo peor que puede pasar?
Lo peor es que el territorio no sea capaz de aguantar extremos climáticos. Por eso el tema de la Reserva Forestal van der Hammen, los cerros y el río Bogotá son coyunturales. El llamado de atención es para que las obras de ingeniería no se impongan al territorio. Hay que pensar en desarrollo sostenible.
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