José Jaramillo Mejía*
LA PATRIA | Manizales
Hace 100 años, el doctor Francisco José Ocampo Londoño (1896-1986), abogado y político conservador manizaleño, con el apoyo de personas interesadas en que el departamento de Caldas dispusiera de un medio de comunicación social escrito, que reseñara el acontecer regional y defendiera las ideas del Partido Conservador, fundó el diario LA PATRIA, que comenzó a circular el 20 de junio de 1921.
En ese momento, un objetivo claro era apoyar la candidatura presidencial del general Pedro Nel Ospina Vásquez (1852-1927), quien triunfó en las elecciones de 1922 y ejerció la primera magistratura hasta 1926. En una época caracterizada por el sectarismo político, la influencia de la iglesia Católica en la administración pública y el perfil académico de los gobernantes de principios del siglo XX (latinistas, filósofos y poetas), el general Ospina cambió el estilo. Gobernó con un criterio más progresista, con los ojos puestos en la necesidad de que Colombia superara las dificultades económicas derivadas de las guerras civiles, modernizara sus estructuras administrativas, incentivara el cultivo del café, fomentara la industria, construyera un sistema ferroviario y entrara en la era de la aviación comercial.
El suyo fue un período progresista, que sacudió la modorra del “canapé republicano”. En apoyar su candidatura acertaron los dirigentes manizaleños y LA PATRIA cumplió un papel protagónico en el espacio que cubría su influencia, lo que fortaleció su imagen y consolidó su presencia como vocero de la región caldense.
Igualmente, el periódico se convirtió en promotor y mecenas de la intelectualidad, estimulando la producción literaria de jóvenes de todos los municipios caldenses, que carecían de medios para divulgar sus trabajos. Los directivos del periódico fueron, al mismo tiempo, maestros de los nuevos escritores, orientando sus lecturas con la difusión de obras de autores reconocidos universalmente y puliendo sus trabajos para que se acomodaran a requisitos de casticidad y corrección gramatical, con intención didáctica que rindió jugosos frutos, para que LA PATRIA fuera, a la postre, una escuela en la que se formaron reconocidos escritores.
Paralela a la labor cumplida por el periódico en el ámbito literario, fungía como orientador social, función en la que se destacaban e inculcaban virtudes y valores inspirados en las enseñanzas evangélicas, los manuales de urbanidad, el señorío, el civismo, la solidaridad humana y la elegancia sobria y discreta. Al mismo tiempo, se proponía a la comunidad, desde las páginas informativas y editoriales, el fomento del trabajo productivo, en la agricultura, el comercio, las artesanías y la industria, para que la comunidad alcanzara los niveles más altos posibles de bienestar y prosperidad. Y al respecto había una idea muy clara: la educación y la salud son las bases en las que se sustentan el progreso y la calidad de vida. Como buena parte de estos objetivos son responsabilidad del Estado, LA PATRIA ha cumplido a lo largo de sus 100 años de existencia una función permanente de veedora, con rigurosa objetividad, despojada de mezquindades e intereses propios.
La Escuela de Manizales
Le tocó al “Periódico de casa” ser promotor eficiente y patriótico de personajes que descollaron, trascendiendo los linderos regionales, en la política, el arte, la literatura, las finanzas y la economía cafetera. En un momento de la historia económica nacional, que cubrió varias décadas del siglo XX, fue protagonista de primer orden un grupo de caldenses identificado como la “Escuela de Manizales”. Ellos ocupaban altos cargos en el equipo económico del gobierno, orientaban la política cafetera e influían para que se acometieran ambiciosos proyectos de desarrollo. Sus talentos, formados en el país, pero fortalecidos con el ingenio, el sentido común, los viajes, las lecturas, el pragmatismo, la transparencia, la ambición de ser útiles, la investigación, el acopio de experiencias y el patriotismo, descollaron y dejaron un legado que ha trascendido los tiempos.
Simultáneamente, empresarios que, literalmente, comenzaron de cero, construyeron industrias que han alcanzado niveles relevantes, desafiando dificultades de variado orden, como calamidades públicas causadas por fenómenos naturales; crisis económicas nacionales y locales, especialmente por los vaivenes del mercado cafetero; y la misma posición geográfica de Manizales, encaramada sobre la cordillera central, con carreteras angostas y sinuosas, poco aptas para transporte pesado; con un aeropuerto con capacidad apenas para aeronaves pequeñas y amenazado con constantes cierres; distante la ciudad de los puertos marítimos para mover importaciones y exportaciones y relativamente aislada de los principales centros de consumo del país.
Nada de eso arredró a los tozudos empresarios enamorados de su tierra, que querían generar empleo para evitar el éxodo de los jóvenes hacia otros destinos, convirtiendo a Manizales en una “aldea sin futuro”, como había dicho alguien que abandonó la ciudad después de los incendios de principios del siglo XX, para que su amada ciudad ocupara un lugar prominente entre las principales del país. Por el contrario, los factores adversos les formaron una coraza protectora, para capotearlos con talento, laboriosidad, honestidad y señorío. Esos personajes, que hicieron posible que Caldas fuera en un momento histórico “El departamento modelo de Colombia”, encontraron en las páginas de LA PATRIA apoyo, promoción y reconocimiento.
Esos mismos líderes, que alternaban sus actividades sociales y empresariales con la política, trabajaron en forma coordinada con los gobiernos locales y con el nacional, para acometer obras trascendentales en la educación, a todos los niveles, desde las escuelas rurales, colegios de bachillerato gratuitos “donde los pobres tuvieran educación de calidad, igual que los pudientes”; tecnológicos y la universidad, con diversidad de facultades, para evitar el desplazamiento de los jóvenes hacia Bogotá, Medellín y Popayán. Empresas de servicios públicos eficientes, para atender la demanda de la incipiente industrialización, el comercio y los hogares. La salud, el urbanismo, el deporte, la cultura…, con el tesón que inspiraban en sus dirigentes la capacidad de actuar como sociedad, el orgullo de clase, el sentido humanitario y el criterio solidario frente a los propósitos superiores en favor de la comunidad.
En todas esas faenas tuvo una participación protagónica LA PATRIA, para estimular las iniciativas nobles y provechosas, apoyar a quienes las emprendían, aportar ideas y conocimientos, denunciar irregularidades y exaltar la calidad y utilidad de las obras y los méritos de quienes las ejecutaban, con rigurosa objetividad y vocación orientadora, como quien conduce una comunidad por senderos de bienestar y progreso, con eficiencia y generosidad.
Cambio de mando
La empresa del doctor Ocampo Londoño comenzó a flaquear económicamente, después de casi dos décadas de lucha por mantenerse vigente, cuando su prestigio como faro intelectual y cívico de Caldas ya ocupaba un lugar de privilegio y respeto, reconocido nacionalmente, por cuya dirección habían pasado brillantes intelectuales. Entonces, en 1940, adquirió LA PATRIA el empresario José Restrepo Restrepo, en asocio con su amigo el caballero ecuatoriano Gustavo Larrea Córdova, quien, después de una visita a Manizales como dirigente deportivo de su país, se enamoró de la ciudad y decidió radicarse en ella definitivamente.
Restrepo alternaba el manejo de sus negocios con la función pública, actuaba como dirigente regional del Partido Conservador y cultivaba un talento brillante, inclinado por cuanta expresión tuvieran la cultura y las actividades públicas y políticas, puestas al servicio de la comunidad. Después se retiró de la sociedad don Gustavo Larrea, porque una disposición legal ordenaba que un ciudadano extranjero no podía ser dueño de un medio de opinión política. Desde entonces LA PATRIA ha estado en manos de la familia Restrepo-Restrepo, tanto en lo comercial y administrativo como en la orientación editorial, gestión que ya va por la tercera generación.
Los principios que inculcó el doctor Restrepo se han mantenido inalterables, mientras que la empresa editorial se ha desarrollado industrial y comercialmente a tono con los avances de la tecnología; y consecuente con la idea del periodismo multimodal (prensa, televisión, radio…) y actividades paralelas como la logística de servicios de mensajería y la producción comercial de impresos.
Cuando iba a cumplirse el centenario del nacimiento de José Restrepo Restrepo, en 2009, la Junta Directiva de Empresa Editorial LA PATRIA S.A. decidió que se publicara un libro biográfico del patricio, labor que me encomendaron. La adelanté con satisfacción y orgullo, porque al adentrarme en los detalles de sus orígenes familiares, su educación, la formación de su descendencia, el desempeño en las actividades empresariales y en la administración pública, me encontré con un personaje de excelencia. En lo público, desde diversas secretarías de despacho, la Alcaldía de Manizales, la Gobernación de Caldas, las juntas directivas y la prolongada gestión parlamentaria, impuso sus dotes de conductor con patriotismo, puestos en sus tareas los intereses de la Nación y de la comunidad por encima de mezquindades partidistas o favorecimientos personales. Nunca se alzó una voz que señalara al doctor Restrepo por una gestión indebida. Por el contrario, su paso por la presidencia de la Junta Directiva del Instituto de Crédito Territorial, que fue prolongada, porque esa tarea se acomodaba a su vocación filantrópica, fue fructífera, para que miles de familias colombianas adquirieran vivienda propia en condiciones favorables. Testimonios de esa tarea son el barrio Vipasa, en Cali, las 60 casas, en Armenia, y La Enea, en Manizales, entre muchas otras obras de urbanismo social a lo largo y ancho del país. Igualmente, una de las gestiones que adelantó el doctor Restrepo como alcalde de Manizales fue la construcción de la Plaza de Toros, que dio en usufructo a la Cruz Roja, para que todos los beneficios económicos de la obra se destinaran al Hospital Infantil.
Otra acción que comprueba el patriotismo con que José Restrepo desempeñó los cargos públicos fue el apoyo que como presidente del Congreso Nacional le dio a la reforma constitucional del 68, presentada por el presidente Lleras Retrepo (1966-1970), para modernizar el Estado y crear instrumentos eficientes que atendieran los diferentes frentes de la función social del Gobierno. A ese proyecto de ley se oponía el Partido Conservador al que representaba en el legislativo el doctor Restrepo, pero él puso “la patria por encima de los partidos”. De ese jaez pueden citarse muchos ejemplos, pero estas muestras son muy elocuentes.
Duro fue para el insigne colombiano ver, al final de sus días, cómo se incrustaba el clientelismo voraz en las entidades creadas por gobiernos sucesivos para hacer más eficientes los llamados “institutos descentralizados”, de modo que la gestión social oficial alcanzara a la población más vulnerable. El novedoso estilo de coaliciones buscaba fortalecer a través de las nóminas de empresas del Estado los activos electorales de los partidos y utilizar la contratación como medio de financiación política. Este modelo terminó por desangrar las finanzas de entidades solventes y eficientes, que prestaron grandes servicios a la sociedad, hasta producir su colapso definitivo. Una de ellas, el I.C.T., afectó especialmente al doctor Restrepo. Había presidido su junta directiva por varios períodos y pudo a través de ella prestar valiosos servicios a las familias pobres, Finalmente, le tocó verla declinar en manos corruptas hasta liquidarse.
Para el libro “José Restrepo Restrepo. Semblanza de un patricio” (Editorial LA PATRIA 2009) entrevisté a familiares y amigos cercanos del personaje y convoqué el aporte de personas que conocieron bien al protagonista desde diversas facetas: el hombre de familia, el intelectual, el político, el activista cívico, el empresario, el gobernante y el periodista, entre otros, para que escribieran pequeños ensayos sobre cada aspecto del doctor Restrepo. Transcribo el de Ariel Cardona Galvis, redactor y editor de LA PATRIA por muchos años, y cercano al director del periódico, quien señaló sobre el periodista:
“La insuperable capacidad para concretar ideas fue para José Restrepo Retrepo su medio de expresión. Fue abanderado en el servicio público y orientador en la gestión que debe cumplir un periódico para estar al lado de la gente. A su visión ciudadana se deben muchas obras impulsadas en la región desde las columnas de LA PATRIA. Por eso se puede decir que no hay población de Caldas donde no exista la huella de sus propósitos. Con este criterio orientó la tarea de los periodistas bajo su dirección. Con sencillez y afecto dirigía la tarea diaria en la redacción, para que su función fuera eficaz en las soluciones sociales.
“En desarrollo de sus principios periodísticos, como fundamento de LA PATRIA puesta al servicio de la comunidad, preparó un decálogo que se sigue cumpliendo por sus sucesores, que se resume en el principio de la perseverancia en los propósitos, para que las páginas del periódico constituyan la constancia de lo que se pide a nombre de la comunidad que espera ser oída.
“Amigo de la gente, siempre trasladó sus inquietudes con afecto y oportunidad, ante las oficinas públicas que deben dar soluciones a las necesidades de la sociedad. Para lograrlo, recomendó siempre a los periodistas oportunidad en la gestión y claridad en lo buscado, como modelo de personería, cuando se recibe una inquietud para tramitarla. Esa es la escuela de LA PATRIA, que Restrepo Restrepo fundó para la posteridad y que sigue dando el fruto abonado con esperanza y optimismo. ‘El alma de un periódico está en la férrea determinación de informar con absoluta honradez, y en servir al público’, dice el encabezado de la eterna recomendación que LA PATRIA mantiene en ejercicio de su tarea.
“A su interés permanente por destacar a Caldas entre las regiones que compiten en el progreso y el desarrollo, se debe el hecho gratificante de haber sido LA PATRIA el primer diario regional que recurrió al color para su impresión.
“Al lado del progreso material del periódico, ha estado siempre la preocupación por el bienestar de sus empleados. Atendía el doctor Restrepo con humildad y ánimo de solución las preocupaciones íntimas que se le llevaban. Esa formación humanística fue el complemento de su vida, puesta al servicio de los demás.
“José Restrepo juntó vocación, celo y ánimo de servicio, para que su periódico fuera el de todos, en las aspiraciones de progreso y desarrollo, en lo personal del conjunto humano de sus subalternos y en lo general y material de los pueblos a los que sirve LA PATRIA, como enlace con la gestión pública, para que las columnas informativas, y las de los comentarios editoriales, las mantengan unidas con el querer ciudadano.
“LA PATRIA, así formada con manos limpias y generosas, depositarias de los mejores deseos y justas aspiraciones sociales, cumple el compromiso indisoluble que José Restrepo Restrepo contrajo con la sociedad, que sus herederos protegen, guiados por las huellas que marcan los caminos que él recorrió hasta su muerte.”
Plumas de calidad
Por las páginas de LA PATRIA, en su recorrido centenario, han pasado plumas de calidad superior, que sería largo reseñar, además de correr el riesgo de cometer omisiones. En algún momento se sostuvo que era el periódico mejor escrito, lo que puede resultar hiperbólico, pero sí tiene soporte en el hecho de que en su nómina de redactores y columnistas han figurado escritores de trascendencia, redactores imaginativos y pulcros y castizos en el manejo del lenguaje; comentaristas de variados temas en los que son eruditos; líderes sociales que han tenido en las páginas del “periódico de casa” acogida para difundir sus campañas; y políticos que han expresado sus aspiraciones sin restricciones ideológicas, siempre que conserven los principios de ética, decoro y sana intención.
Como un espontáneo de los que se lanzan al ruedo sin figurar en el cartel, siete meses después de radicarme en Manizales al frente de una compañía aseguradora, envié a LA PATRIA una crónica titulada “Memorias de un caserón”, en la que hacía una apología del Instituto Universitario de Caldas y narraba las circunstancias en las que llegué a estudiar en ese plantel, interno, proveniente de Circasia. El 10 de mayo de 1979, hace casi 42 años, fue publicada. Desde entonces, y paralelamente a mis actividades laborales, he sido colaborador del periódico, primero ocasionalmente y desde hace varios años como columnista habitual.
Durante las direcciones de Augusto León Restrepo y Luis José Restrepo, ocasionalmente escribía editoriales. Comenzó un día cuando entré a la oficina del director, Augusto León, y lo encontré frente a la máquina de escribir con una hoja en blanco, teniéndose la cabeza con las dos manos.
- ¿Qué le pasa, Director?-, le dije.
- No encuentro qué decir para el editorial de mañana, me contestó.
- Si quiere se lo escribo, le ofrecí.
- Hágale, Chepe, me dijo, mientras se levantaba de la silla y me cedía el puesto. De editorialista ocasional fungí un tiempo.
Una tarea que cumplía con verdadero placer, también ocasionalmente, era la de entrevistador, unas veces con personajes locales o de la región y otras de Bogotá, Cali o Medellín, adonde tenía que viajar por asuntos de trabajo. Los recuerdos me llevan al maestro Jaime R. Echavarría, un personaje encantador, entonces director ejecutivo de la Sociedad de Autores y Compositores de Colombia, Sayco, a quien entrevisté mientras almorzábamos en el Club Unión, de cuya Junta Directiva era presidente.
Cuando dejó la Dirección General de los Seguros Sociales Sabas Pretel de la Vega, después de denunciar la corrupción que se generaba en la auditoría de la Caja Seccional de Cundinamarca, que controlaba un político y dirigente sindical, contó para los lectores de LA PATRIA cómo operaba el “control previo”, al que era necesario sobornar para que contratos y licitaciones se aprobaran.
Con los escritores y humanistas Adel López Gómez, Euclides Jaramillo Arango, Humberto Jaramillo Ángel y José Vélez Sáenz hice entrevistas que ocuparon amplio espacio en las lecturas dominicales. Así mismo, con el director Luis José acordamos entrevistar a unos personajes del Viejo Caldas, para saber su opinión sobre la desintegración del departamento, transcurrido un tiempo desde la separación de Quindío y Risaralda. En Armenia tuve un agradable coloquio con el dirigente liberal y senador Ancízar López López. En Pereira dialogué al respecto con el líder social y empresario Gonzalo Vallejo Restrepo. Y en Manizales recogí en una crónica inspiradora las ideas del Fernando Londoño Londoño. En Pereira también fue muy grato charlar sobre temas relacionados con la educación con Juvenal Mejía Córdova, quien había sido rector del Instituto Universitario de Caldas, por nombramiento que le hizo Jorge Eliécer Gaitán, entonces ministro de Educación, en el gobierno de Eduardo Santos (1938-1942), después de una huelga de estudiantes en 1938, de amplia resonancia.
Objeto de una entrevista inspiradora fue el industrial Eduardo Arango Restrepo, líder del grupo empresarial Los Azucenos. Y también resultó interesante reseñar la tarea del doctor Jaime Márquez Arango, oriundo del Quindío y primer médico geriatra que tuvo Colombia, fundador del Hospital Geriátrico San Isidro, y su director perpetuo. Profesor, además, de la materia en la Universidad de Caldas por un largo tiempo, que sus alumnos recuerdan con afecto y admiración.
Una visita a Manizales del pintor y muralista, maestro Pedro Nel Gómez, para exponer su obra en la galería de arte de la Nacional de Seguros, fue ocasión propicia para un reportaje sobre temas de plástica que el Maestro trasmitía con solvencia.
Cuando se adelantaba la campaña entre los precandidatos a la presidencia en 1986, que culminó con la elección de Virgilio Barco Vargas (1986-1990), Luis José me encomendó entrevistar a algunos de ellos, como Augusto Espinoza Valderrama y Alberto Santofimio Botero. Después, LA PATRIA, por razones de índole regional, apoyó la candidatura de César Gaviria Trujillo (1990-1994) y fui enviado a Bogotá exclusivamente a entrevistarlo, trabajo que contó con amplio espacio en el periódico. Sus directivos consideraban que lo más conveniente para Caldas era tener un presidente de la región.
Editoriales y entrevistas son historia. Persevera el columnista, que ha cumplido el proceso de escribir a máquina, corregir, volver a mecanografiar y enviar el texto al periódico para que lo levantaran las digitadoras. Mandar las columnas por fax desde el lugar donde me encontrara. Y disfrutar ahora de las comodidades de Internet. En un viaje a los Estados Unidos, envié las columnas escritas en un computador que no sabía sino inglés. Tuve que recomendarle al Director (ya era Nicolás) que les pusiera las tildes y las eñes.
Gratos recuerdos estos de un vínculo intelectual con LA PATRIA, y personal con la familia Restrepo, que resultan emotivos cuando se exalta la misión de informar y orientar a la comunidad, que ha cumplido el periódico con indeclinable vocación de servir, a lo largo de 100 años.
Manizales marzo 25 de 2021.
* Artículo escrito originalmente para la revista Impronta de la Academia Caldense de Historia.
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