MARTHA LUCÍA GÓMEZ
LA PATRIA | MANIZALES
Don Evencio Bedoya Valencia, el papá de Ángela, tuvo un entierro como siempre quiso: acompañado de familiares, amigos y vecinos. Murió el 27 de noviembre del 2020, y exactamente el 27 de agosto en Chinchiná, había fallecido su hermano mayor, pero nadie lo pudo despedir.
Ángela cuenta que velaron a su padre durante dos días, mientras llegaban familiares de otras ciudades. Solo ingresaban grupos de cinco personas a la sala de la funeraria y el resto esperaba afuera.
No hubo buses repletos de gente hasta el cementerio, pues la funeraria suministró una buseta, también para pocas personas. La misa y el entierro fueron presenciales, pero cumpliendo protocolos exigidos por la pandemia, la familia hizo una transmisión virtual de la ceremonia para los que no pudieron asistir.
Don Evencio no murió de covid-19, pero su hermano sí y por ello tuvo unas exequias en soledad. No lo velaron, ni sus familiares pudieron despedirse. Lo cremaron de inmediato.
Nuevas maneras
El párroco de San Antonio María Claret, Luis Gonzaga Duque, expresa que el ritual de las exequias permanece, pero lo que no sigue igual es la manera como se realizan.
“Antes de la pandemia los templos se llenaban para cualquier entierro, debido al acompañamiento que se les hacía a los difuntos, ahora va escasamente la familia. Las salas de velación son con cinco personas máximo y por eso muchas familias están optando por cremar de una vez, sin hacer velación, y pasar a la misa, sea un fallecimiento de covid o no covid. Se volvió en un ritual muy restrictivo”.
Aclara que la velación es parte de las tradiciones culturales, y que la trascendencia de la salvación no depende de que se vele o no la persona fallecida.
El sacerdote de la Inmaculada Concepción Luis Fernando Yepes agrega que estos rituales ya no se pueden hacer porque se debe respetar el distanciamiento entre personas y por cuidar la salud. “El dolor de la gente se ha aumentado mucho al no poder despedir a las personas como antes lo hacían, con todo ese acompañamiento tan bonito. Más que cambiar las costumbres en torno a las exequias, lo que hay son nuevas maneras, y quien sabe cuándo se volverá a la normalidad”.
Esto en especial para quienes mueren de covid-19, que los deben cremar más rápido y la familia no tiene acceso a una despedida. Les entregan una pequeña caja con cenizas.
En virtualidad
El pastor Fabián Castillo, de la Casa Sobre la Roca Iglesia Cristiana Integral en Manizales, señala que como no han abierto servicios presenciales todo lo hacen virtualmente, incluyendo funerales, y que estas herramientas han permitido tener la iglesia unida sin estar reunida.
“Es lo mismo, porque en esencia nos congregamos con la familia de los dolientes. En estos servicios leemos la Palabra de Dios, fragmentos de la Biblia y alabamos al Señor. Es una ceremonia muy sentida y orientada al futuro de la persona que falleció, ceremonia que llena de esperanza y consuela a familiares y amigos”.
La psicóloga Fanny Bernal, experta en manejo del duelo y docente de la U. de Manizales, dice que el cambio ha sido tremendo en cuanto al contacto físico y emocional. “No es lo mismo verse por una pantalla que recibir el abrazo tierno y cálido, recostarse en el hombro de alguien para llorar un rato; eso hace mucha falta y alivia a los dolientes y a todos los seres humanos”.
Aunque esta profesional no desestima la virtualidad, pues ha ayudado a realizar los rituales de las exequias o incluso posteriormente las novenas, ya que la gente no puede entrar a las casas. “Tengo el caso de una señora que me dijo: ni en vida mi marido hubiera tenido tanta gente en una novena. Hubo 70 personas conectadas”.
Pendientes
Pero desde antes de llegar la pandemia, y especialmente en las ciudades, algunas personas habían modificado ya estas costumbres. Bernal explica que los velorios venían en descenso y que se hacen ya otros rituales tras la muerte, como sembrar un jardín, encuentro de familia para escribir anécdotas del ser querido fallecido e irlas leyendo, hacer dibujos con los niños o elevar globos blancos. Además del aumento de las cremaciones, para evitar especialmente la exhumación de restos a los cuatro años de una inhumación.
“Hay pueblos en los que la gente se amanecía velando a su ser querido y eso ayudaba también para los asuntos pendientes, porque por lo menos sana emocionalmente. Ahora hay cada vez más asuntos pendientes, porque en cualquier otro tipo de enfermedad habría la posibilidad de ir y hacer un trabajo de perdón, o expresar gratitud o el amor, que es fundamental; con la covid es una muerte muy distinta, en una soledad tremenda y eso también pega mucho a los familiares”.
En la Parroquia San Antonio María Claret construyen columbarios, por el leve aumento de la demanda.
La psicóloga Fanny Bernal recomienda:
*Buscar espacios para llorar, para expresar el dolor; que haya libre expresión emocional.
*Tener un cuaderno para escribir, es importante para desahogarse, para decir lo que no se dijo.
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