Son varios los que han ganado el Premio Nobel de Literatura, que se han declarado aficionados a la fiesta brava. Allí están los textos de Ernest Hemingway y Camilo José Cela, entre otros. Es un ejemplo de que las letras inmortales no se contraponen a la tauromaquia. Un sentimiento irrebatible aún por los mejores contradictores.
Gabriel García Márquez
En Mundotoro ha escrito CRV bajo el título de: La Soledad Perpetua, los siguientes apartes: “Todos tenemos una causa oculta por la que un día decidimos mirar al cielo para ver el futuro que nos íbamos a dar. Mi razón también se llama Gabriel y se apellida García y Márquez y fue parida en la Colombia de toros, selvas, mujeres icono de todas las Evas y la Colombia del vallenato y el Caribe.
A cierta edad andamos con la femoral latiendo a temperaturas que no se miden en centígrados y en esa temperatura leí los "Cien años…” La había escrito un periodista de nacimiento, con el ADN del periodista y era y será la novela a la que siempre acudo para hallar dos sentimientos: Uno de paz: merece la pena el periodismo. Otro deconfesable(sic) envidia frustrante: yo no sé escribir. El sí. El es la escritura, la literatura. Yo, al lado cualquier pedacito de texto de ese milagro escrito, recalentado por unos ojos que ya lo leen de memoria, apenas junto letras”…
Quien un día trazó esa línea que disculpa los devaneos humanos entre felicidad y demencia se ha muerto en México. Dicen. No es cierto. Escrito está en “Cien años…” que la soledad nos concede ese pudor de la primera vez para escribir, para pintar. Para torear. Para amar. La primera vez nunca muere. Periodismo y toreo son siempre hechos con la pureza de la primera vez. O no lo son”.
Comprometido
Apartes de otro artículo en Mundotoro: “Y es que García Márquez simpatizó, defendió y siempre hizo público su compromiso con La tauromaquia. Era común ver a 'Gabo' -como se le conocía coloquialmente- en las barreras de las principales plazas de toros de España, México y su natal Colombia.
Famoso es el brindis de José Miguel Arroyo Joselito, aquel día de San Isidro de 1996, cuando el torero madrileño apenas unos días después de su histórica encerrona del 2 de mayo, le brindó la muerte de un toro de José Luis Marca al que cortó las dos orejas, que le permitieron abrir la Puerta Grande de Las Ventas por última vez en su carrera…”
Religión y toros
Con motivo de la llamada Semana Santa, se escribió: “Son la no adoración. El toreo y la religión como fe, no como dogma, tienen su propio ritual, su propia liturgia, una especie de escenificación, una forma de hacer y mostrar, una puesta en escena nada teatral, que nos hace recordar en qué tener fe, en qué creer.
Dentro de esta sociedad de espejos que reflejan lo que no somos pero deseamos ser, el único espejo que no refleja ese autoengaño, es la tradición del toro y la tradición de la cruz. Se ve torear para seguir teniendo fe, se ve la cruz para seguir creyendo, año tras año, sigo tras siglo.
Se miran los clavos para recordar que fue real, los toros hieren para recordarnos que es real. Ese es el sentido del toreo y el de la Cruz. Creemos, no adoramos”.
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