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ALEXANDRA SERNA
LA PATRIA | MANIZALES
A las 6:15 de la mañana de ayer dejó de masticar un casco de la mandarina que su esposa le había llevado al cuarto. El Canal Une seguía transmitiendo la misa matutina, pero los ojos de Ariel Cardona Galvis se cerraron y no volvieron a abrirse. A la media hora se conoció que el mundo del periodismo y de la tauromaquia en Manizales estaba de luto.
A los 78 años murió don Ariel, que trabajó hasta hace dos años en LA PATRIA y se perpetuó en las páginas de este diario con la columna taurina Al Alimón.
Su deteriorado estado de salud por la diabetes y el Mal de Párkinson lo obligaron a dejar la sala de redacción, casi que a regañadientes, pues no quería irse. De una casona en el Centro pasó a vivir a una finca en Santágueda, donde no había escaleras ni faldas para subir y el clima cálido lo confortaba.
El pasado miércoles viajó a Manizales para asistir al cumpleaños de uno de sus cuatro hijos y ayer, casualmente, tenía un chequeo médico. "La muerte de mi papá fue tranquila, gracias a Dios no sufrió", dijo Felipe, quien le siguió los pasos del periodismo.
Como su hijo, otros que lo conocieron también quisieron imitarlo. "Muy temprano, cuando llegué al periódico, supe que quería ser como él, un hombre de una pieza, amigos de sus amigos, sin concesiones en lo que no le gustaba y con un corazón de oro", expresó Carlos Augusto Jaramillo, quien estuvo en el diario por siete años.
Las huellas físicas y espirituales que dejó don Ariel no caben en el relato de esta página, pero narrar algunas les darán pistas a quienes no lo conocieron y será una forma de mantenerlo vivo en la memoria de quienes compartieron con él.
"Su única petición de despedida del periódico fue conservar la vieja Olivetti, que lo acompañó por tanto tiempo", según Nicolás Restrepo, director de LA PATRIA. Don Ariel decía que los computadores eran "engendros del demonio", es más, no aprendió a manejarlos.
En esa máquina de escribir redactó columnas de opinión, editoriales y noticias en varias secciones. Como señaló su hijo, Juan Pablo, "tenía una pluma muy fuerte contra los pusilánimes, como llamaba a los políticos falsos". Sus colegas le reconocen ese carácter, rectitud, honestidad, ética e imparcialidad (ver recuadro Voces de la redacción)
La vena del periodismo le surgió de niño mientras acompañaba a su padre, Rosendo, en el taller de este diario, cuando el periódico se armaba a mano.
Estuvo vinculado al periódico por lo menos durante 50 años, 39 de los cuales hizo parte de la nómina, primero por tres años y luego, en 1974, hasta el 2010. En el lapso en que no trabajó allí estuvo en la Administración de Hacienda, donde fue investigador de impuestos, pero seguía colaborando con la redacción a través de sus columnas de opinión.
"Pecó por exceso de modestia", apuntó Augusto León Restrepo, director entre 1978 y 1981, refiriéndose a que don Ariel nunca puso su nombre en los artículos que escribía, pues no quería figurar.
En vez de la bulla de la fama, prefería la intimidad de una conversación con sus colegas. "Trabajé con él en 1985. Cerrábamos periódico a las 2:00 de la mañana y nos íbamos a tomar café al primer piso del Hotel Rokasol", contó Guillermo Vallejo. A don Ariel tampoco podía faltarle esa bebida en la mañana, con buñuelo o pandebono.
La columna dominical Al Alimón, que defiende la Temporada Taurina y actualiza sobre el mundo taurino, es la quinta hija de don Ariel. Su nombre hace referencia a un lance en que participan dos toreros, pues la idea fue que la escribieran dos personas. Primero la hizo con el odontólogo Hernán Jaramillo 'Toto' y luego con el médico Jorge Raad.
"Siempre tuvo respeto por las opiniones de las otras personas, así no nos pusiéramos de acuerdo. Fue un gran conocedor de toros y enamorado de su arte", afirmó el galeno.
La primera corrida de don Ariel fue a sus 10 años, en la Plaza del Soldado, cuando su papá lo llevó a ver a la rejoneadora chilena Conchita Citrón. En adelante estuvo en primera fila, en su palco de callejón, así lloviera o tronara.
Esta pasión le trajo la amistad de Luis Bernardo Gómez, expresidente de la Plaza de Toros de Manizales. Se conocieron en un homenaje a Pepe Cáceres, otro amigo cercano de don Ariel. "Juntos vivimos la llevada en hombros de Cáceres al hotel. Otra fecha que siempre recordamos fue el 30 de enero de 1960, cuando el Curro Romero protagonizó de las mejores faenas", contó.
Desde la finca en Santágueda, don Ariel no perdió la pista de la tauromaquia. Sophía, una de sus ocho nietos, lo llamaba luego de asistir a una corrida para contarle qué había pasado. Sus amigos más cercanos también lo hacían. "Justo el pasado miércoles hablamos de porqué Manizales tiene que continuar con la fiesta brava", agregó don Luis Bernardo.
Hace 55 años, cuando don Ariel y Nelly Arcila aún eran novios, él hizo la gruta del pesebre con madera que hoy se conserva, según otro hijo, Andrés. Luego, los pesebres de la familia Cardona Arcila se hicieron tan populares que en un día podían realizarse hasta 10 novenas. En Navidad, especialmente, las puertas de su casa permanecían abiertas.
"Mi papá fomentó la unidad y el fervor en mi familia. Él era el autor intelectual del pesebre, decía dónde debían ir las figuras, los pastores y el pueblo de Belén, y cada año modificaba algo. Como tenía el talento de hacer calados y tallar madera, hizo con sus propias manos varias figuras", relató.
Andrés se disponía a continuar, cuando llegó Matías, otro nieto de don Ariel, cargando un cuadro con una figura tallada de don Quijote de la Mancha. "Mi papá también nos compartió su admiración por este personaje, a quien leyó varias veces y le hizo ese cuadro", precisó Juan Pablo.
El pesebre y un pequeño taller de madera fueron espacios que el periodista privilegió en sus momentos de descanso y que compartió con su familia. Además, no podía estar quieto, sus manos habilidosas le pedían movimiento.
A Sophía le encantó el regalo que su abuelo le dio hace un par de meses. Se trata del diccionario Larousse que él usó durante sus años de trabajo en el periódico, con varias hojas ennegrecidas de tanto pasar el dedo buscando la palabra correcta.
Ese diccionario representa el regalo que don Ariel siempre quiso darles a quienes lo conocieron en su casa, trabajo o en la Plaza de Toros: la exigencia. Lo que para algunos lo hacía ver "cascarrabias" o malgeniado, acentuado por el ceño fruncido, fue una manera de enseñar el respeto por la palabra y, en general, por los principios morales de su fe católica.
También representa su sed de conocimiento y bagaje intelectual. "Mi papá era una enciclopedia andante", expresó Felipe. Sus amigos y colegas destacaron que podía hablar con propiedad de cualquier tema, lo que resumieron en inteligencia.
Esta última, además, le permitió desarrollar cierto humor negro o picante para expresarse. "Me gustaba saludarlo en las mañanas: '¿don Ariel, cómo amaneció? Contestaba: 'No me lo explico muchacho'. Tenía una historia y una anécdota para cada tema, y un consejo sabio", agregó Carlos Augusto, el colega.
Hoy, luego de 78 años, cinco meses y un día, no amanece entre nosotros, pero su historia se seguirá escribiendo entre quienes lean esto o simplemente hablen de él. No tuvo necesidad de usar la vieja Olivetti para dejar su testamento, pues sus objetos y acciones lo hicieron por él.
Periodistas de LA PATRIA recuerdan a don Ariel:
Victoria Salazar, editora cultural
Fue el maestro, de convicciones profundas. Amante de los toros y detractor del fútbol. Ácido en sus críticas. Nos decía que de las cosas que no hubiera querido hacer por primera vez era fumar y tomar trago.
Alejandro Samper, editor de Q'hubo
La forma en que respondía el saludo, siempre salía con algo que me ponía a reflexionar. Teníamos en común el gusto por los toros, así que discutíamos de esto. Detestaba a César Rincón.
Osvaldo Hernández, editor de Deportes
Recuerdo su forma práctica y simple de ver la vida. En cada palabra dejaba un mensaje. Nunca le gustó el deporte, pero dejaba esto a un lado a la hora de escribir algo del tema.
Óscar Veiman Mejía, editor de Regionales
Fue el mejor y más honesto cronista taurino de Colombia.
Martha Gómez, editora de Locales
La seriedad para hacer periodismo. Era una persona que pasaba inadvertida, sus pasos eran suaves como para no notarlo. Nos dábamos cuenta de su presencia por la máquina de escribir.
Diego Hidalgo, editor de Fin de Semana
Nos inculcó la rectitud. En el Día del Periodista le daba rabia que le enviaran regalos e invitaciones, todo esto lo devolvía.
Luis Francisco Arias, editor de Opinión
Se caracterizó por estar convencido y por su claridad. Tenía como un halo de reverencia que inspiraba respeto. Sus apuntes ácidos frente a los funcionarios del momento nos ponían a pensar.
Fernando-Alonso Ramírez, editor de Noticias
Recuerdo su talante, rectitud, sentido de pertenencia por la empresa. Fue un ejemplo andante de ética.
Blanca Eugenia Giraldo, Salud
Era muy exigente para escoger las fotos de toros, pero en los últimos dos años aceptaba otras, de agencia, siempre y cuando fueran artísticas.
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