MARTHA LUCÍA GÓMEZ
LA PATRIA | MANIZALES
La Semana Santa acerca católicos a los templos para recibir dos sacramentos cruciales: la Confesión para el perdón de los pecados y la Comunión del Cuerpo de Cristo.
Año tras año lo han hecho, pero debido a la pandemia del coronavirus, que lleva a un confinamiento obligatorio en muchos países del mundo para proteger la vida, varias generaciones por primera vez en una Semana Mayor no podrán hacerlo ahora.
El papa Francisco, en una celebración en marzo pasado desde el Vaticano, recordó que el Catecismo habla de cómo confesarse cuando no es posible hacerlo con un sacerdote de forma presencial. Se trata de un caso de grave necesidad, según el Código de Derecho Canónico.
La agencia de información internacional Zenit, que registra las actividades papales, publicó en su página web la explicación del papa: “Habla con Dios, que es tu padre, y dile la verdad: Señor, he hecho esto, esto, esto… Perdóname, y pídele perdón de todo corazón con un acto de dolor y prométele: me confesaré después, pero perdóname ahora. Inmediatamente volverás a la gracia de Dios”.
Desde el hogar
El sacerdote Efraín Castaño, administrador diocesano de la Arquidiócesis de Manizales, agrega que la Confesión es la única manera de tener el perdón de los pecados ante Dios, y que ahora se deberá hacer de forma personalizada, lo cual lleva a una oración muy íntima con Él; sumado a la Comunión espiritual, ya que no se podrá recibir de forma sacramental o eucarística.
“Por eso será una Semana Santa muy especial, porque nunca nos había tocado esto. Semana especial para tiempos especiales”.
Esta Cuaresma es un tiempo de gracia en el que la Iglesia invita a la conversión verdadera, agrega el sacerdote Luis Gonzaga Duque, párroco de San Antonio María Claret en Manizales.
“Es decir, volver a Dios. Y como fruto tiene que aparecer en el hombre el deseo de la reconciliación: con Dios, con la naturaleza, con la familia, con la sociedad y con sí mismo; nacido en lo profundo del corazón, la persona lo puede hacer en este tiempo de cuarentena desde lo sagrado de su hogar”, expresa.
Para comulgar
Sobre la Comunión Espiritual, el sacerdote Luis Alfredo Serna, delegado de Pastoral Vocacional en la Arquidiócesis de Manizales, explica que es una práctica muy antigua de la Iglesia Católica, recomendada por los santos maestros de la vida espiritual.
“En este acontecimiento inusual de la pandemia, la Iglesia ha invitado a todos los fieles a participar de la Semana Santa a través de los medios de comunicación en directo, no grabados, según nos lo recomendó la Congregación para el Culto Divino y Disciplina de los Sacramentos el pasado 25 de marzo”.
Argumenta que no hay una fórmula determinada para comulgar espiritualmente, pero que son necesarios tres actos:
- Acto de fe, por el cual se renueva la firme convicción de la presencia real de Cristo en la Eucaristía.
- El deseo de recibir sacramentalmente a Cristo, y de unirse íntimamente con él.
- Petición fervorosa para que el Señor conceda espiritualmente los mismos frutos y gracias que otorgaría la Eucaristía sacramentalmente recibida.
El sacerdote Efraín Castaño indica cómo hacerlo:
* Es importante establecer algún sitio de la casa en donde estar en oración personal.
* Se recomienda orar el Salmo 50, de misericordia, que viene a ser la preparación y a la vez la acción de gracias ante el Señor por los pecados que se cometen.
* Arrepentirse ante Dios de los pecados cometidos y expresar el deseo de no seguir cometiéndolos.
* Se puede terminar, si se quiere, con el Salmo 22, en acción de gracias y sintiéndose bajo la protección de Dios.
* Hacer un voto de conciencia, de que luego se hará la confesión sacramental con un sacerdote.
El sacerdote Luis Alfredo Serna recomienda ponerse de pie para hacer la Comunión espiritual, cita la oración que propuso San Alfonso María de Ligorio para este momento:
“Creo, Jesús mío, que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del Altar. Te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Pero como ahora no puedo recibirte sacramentado, ven a lo menos espiritualmente a mi corazón. Como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a ti. No permitas, Señor, que jamás me separe de ti. Amén”.
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