ALEXANDRA SERNA
LA PATRIA | MANIZALES
Al aula H 206 de la sede Palogrande de la Universidad de Caldas entra todos los viernes, a las 4:00 de la tarde, un hombre de 65 años. Se sienta mientras llegan sus compañeros de clase y saca unas copias subrayadas con verde y rosado fosforescente. Las lee por encima, pero durante la semana las ha rumiado con un diccionario al lado.
Óscar Tulio Lizcano, excongresista caldense y exsecuestrado por las Farc (2000-2008), empezó a estudiar una maestría de Filosofía en la Universidad de Caldas (ver recuadro Detalles). Viaja cada ocho días desde Medellín, donde vive, y se queda hasta el sábado, cuando tiene clases hasta el mediodía.
El pasado 14 de este mes se le vio bien afeitado, caminando con unos Vans negros y con un morral con una cremallera abierta. En la cafetería hizo fila para comprar un tinto y luego se puso a conversar con un compañero de clase y con el profesor. Movía sus manos que recordaban su faceta de político, pero ese día lo hacía para reafirmar sus nuevas ideas. Todo un universitario.
Al principio no quiso hablar. "¿Me buscan de LA PATRIA? Ya les negué entrevistas a otros medios, pero... por ser el periódico de casa, acepto. Búsqueme después del mediodía, pues ahora tengo una exposición". A la 1:15 de la tarde accedió a dialogar después de negarse a que los periodistas ingresaran al aula de clase.
"Durante casi nueve años que estuve secuestrado me hice muchas preguntas, reflexioné sobre la vida, la muerte, la libertad y la tolerancia. Después de que me les volé a las Farc, me dejé absorber otra vez por el medio y la tecnología, cuando en la selva me había prometido cambiar. Entonces frené, y entré a estudiar Filosofía porque pensé que me iba a servir para reflexionar, y así ha sido".
Afirma que escogió la Universidad de Caldas porque le ofrecía la línea de investigación que quería, que es moral y política, y porque considera que tiene buenos docentes y calidad educativa. "Cuando me informaron por el Black Berry que había pasado, se me vinieron las lágrimas". Le tocó, como a cualquier aspirante, escribir sobre un tema y presentar entrevista.
Lizcano, el universitario, cambió las horas nocturnas de literatura por horas de filosofía, la pinta de distribuidor de repuestos de motocicletas por la de estudiante y el protagonismo en las conferencias que daba en universidades extranjeras por el anonimato de ser un alumno más en Manizales. Dice que su familia pensó que se estaba volviendo loco, más cuando empezó a llenar la casa con libros de filosofía.
"Soy economista, así que me ha tocado estudiar duro porque a todos nos exigen por igual, y con esos términos de filosofía me tocó, con diccionario en mano, nivelarme. El profesor parte de la base que sabemos de lo que nos habla, y como estoy en medio de filósofos, la mayoría, tengo que pedalear para poder alcanzarlos. Estoy feliz".
Para sus compañeros, sin embargo, él sigue siendo un protagonista. "En cierto sentido es un héroe, uno se aparta de ese sentimiento contra los políticos y entra a la parte humana. Uno lo admira, porque volársele a la guerrilla...", expresa Leonardo Díaz, y agrega: "está temeroso, pero el profesor le dice que sus intervenciones no son para nada inocentes. Más de un compañero le ha puesto la cascarita... Es muy estudioso".
Lizcano sonríe. Cuenta que a su esposa, Martha, 'la vaquerita', le toca escucharle los discursos que dará en las exposiciones y al final le dice que no entendió nada. "La filosofía es muy abstracta, pero ahí vamos, despacio. Manejar la ecuación de escribir, leer, interpretar y exponer es difícil". Agrega que fue tanto lo que estudió en Semana Santa, que hasta se le olvidó rezar e ir a misa.
Asegura que otra motivación para estudiar la maestría es que antes del secuestro daba clases de Matemáticas y Economía en las universidades Nacional y de Manizales, y en el cautiverio decidió que no quería más números. Lo irónico es que ocho días antes del plagio, que fue el 5 de agosto del 2000, se había inscrito a la Universidad de los Andes para hacer un posgrado en Desarrollo Regional.
Para Rubén Darío Zuluaga, director del programa de Artes Escénicas de la Universidad de Caldas y otro compañero de la maestría, Lizcano era un mito que ahora se desmitificó, y se volvió de carne y hueso. "Lo conocía por televisión. Tenía la imagen del político al cual es muy difícil acceder, pero uno se da cuenta de su sencillez y de sus comentarios atinados. También veo que trata de no volver el secuestro un tema obsesivo".
Lizcano dice que el pasado es pasado. "Me puede mirar los ojos y ve que ya me brillan, que tengo más espiritualidad y que duermo más tranquilo. Si hablo del secuestro en clase es por algo muy coyuntural". Y trae a colación una exposición en la que habló del tiempo y que no encontró una mejor manera de explicarlo que hablando del tiempo en la selva.
"Allá, por ejemplo, decía: guardia, tengo dolor de cabeza, tráigame un dólex, y él me respondía que ya, pero ese ya eran 15 días, porque es ir más lejos a traerlo. Acá, en cambio, es muy distinto. Lo que quiero, precisamente, es explicar filosóficamente lo que me pasó en el secuestro". Si bien no quiere volverse loco recordando lo que vivió, se nota la huella imborrable que le dejó.
A su compañero Rubén le parece, además, que ese triste episodio le ayudó a Lizcano a ser un político diferente, aunque este dice que ya no lo es. "La política fue ese factor de perturbación que me puso a nadar en una piscina de tiburones, y ya que sobreviví no me queda tiempo de seguir ahí".
No obstante, sigue rodeado de "tiburones". Uno muy cercano es el expresidente Álvaro Uribe, con quien hace poco mantuvo una contienda filosófica. Estaban en el matrimonio de su hijo Mauricio Lizcano, senador del Partido de la U, cuando Uribe le "picó la lengua" diciéndole que el rector de la Universidad de Guadalajara (México), de donde venía de dar una conferencia, era antikantiano.
"Me enfrasqué con él antes del brindis, en el que me tocaba hablar. Entonces me eché un discurso filosófico acerca de que la felicidad es muy frágil, como lo dice Kant, y que esa pareja de recién casados tenía que construirla elevando el nivel de tolerancia y perdonando, como lo hice en la selva". De Uribe, dice que no le gusta Kant.
Esa fragilidad también la relaciona con el dolor, tema que escogió para su proyecto de investigación en la maestría. Recuerda que en medio de ese dolor, angustia y soledad, mientras estuvo secuestrado, escribió poesía, algo que no había hecho antes y que ahora no es capaz de hacer. "La poesía me sirvió, en palabras de Mario Benedetti: como un drenaje de la vida que enseña a no temer la muerte. Me ayudó a pasar el tiempo, igual que darles clases a los árboles. Es el hecho de que uno aprecia las cosas cuando las pierde, como la libertad.
"Escogí el dolor como tema de investigación porque si la libertad es la primera posesión del hombre sobre la tierra, como la veo, al perderla experimenté el dolor de no tenerla. Además, cuando estaba en la selva, el Epl secuestró a mi otro hijo, Juan Carlos, y no hay dolor más grande que ese. Entendí la ausencia del dolor, que algunos definen como placer, cuando recuperé la libertad. Ahora es un placer estudiar Filosofía. El tema es complejo, pero estoy feliz", insiste.
La maestría dura dos años y Lizcano tiene la meta de continuar con el doctorado de Filosofía, en la Universidad de Antioquia. Dice que allí tiene las puertas abiertas, pero que si en ese transcurso la abren en la de Caldas, se queda.
Para entrar al doctorado tiene que dominar una segunda lengua, que no sabe, y no quiere que sea el inglés. "Tengo el reto de entrar al Instituto Goethe para aprender alemán y hacer una pasantía en Alemania. Horacio, un griego, decía que a las personas se les juzga más por lo que sueñan que por lo que piensan. Estoy soñando, puedo sorprender".
Él quiere seguir en el ambiente universitario, entre otras razones, porque los guardaespaldas que lo acompañan no entran hasta los salones de clase, sino que lo esperan en la puerta de la Universidad.
"Sigo siendo objetivo militar de las Farc. A veces siento la presión y el hostigamiento, pero estoy bien, duermo tranquilo, como muy bien, prueba de ello es que he aumentado de peso. En la Universidad me siento libre, como un pajarito que puede volar y volar. Estoy en el momento más feliz de mi vida, me siento realizado. Si la felicidad existe, como definición, la tengo yo".
Terminado el diálogo, a las 2:00 de la tarde, se montó en una camioneta blindada con su compañero Leonardo, que es su pareja para el proyecto de investigación. Se fueron hablando sobre el trabajo que tenían que presentar a la semana siguiente. "Vea, Leonardo, cuadremos ahora mismo el esquema, que como regreso el martes nos sentamos y sacamos eso adelante", le decía. En su morral, además, tenía las nuevas copias para leer, aparte de los libros que lo esperaban en su casa, en Medellín.
Detalles
El caldense Óscar Tulio Lizcano González nació en 1947. Su trayectoria política la hizo en el Partido Conservador. Fue elegido representante a la cámara por Caldas en 1998.
Integrantes de la cuadrilla Aurelio Rodríguez de las Farc lo secuestraron en la vía a Riosucio el 5 de agosto del año 2000 y fue incluido dentro de los "canjeables". El 26 de octubre del 2008 los medios anunciaron que Lizcano había recuperado la libertad luego de fugarse de la guerrilla, en Chocó, con ayuda del guerrillero 'Izasa'. En el 2009 publicó el libro Años en Silencio que relata sus vivencias durante el secuestro.
Óscar Tulio Lizcano pedaleó y pedaleó en su primer año de Maestría de Filosofía y obtuvo un promedio de 4,7, mejor dicho, todo un filósofo. El 14 de este mes presentó el anteproyectro de la tesis, que será sobre el dolor y el perdón, y enfila baterías para terminar con éxito su segundo año de estudios y graduarse como magíster. Ya empezó a estudiar alemán en el Instituto Goethe, pues quiere hacer una pasantía en Alemania. Y sigue feliz.
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