Carlos Mario Vallejo
LA PATRIA | Manizales
El último camello sicarial que le salió a Carlos Andrés Alvarado "fue una vuelta por 50 millones". Pero la policía, que ya le seguía el rastro, lo capturó. Hoy es coordinador del gimnasio de la cárcel y paga pena por homicidio y concierto para delinquir agravado.
Es un espacio de unos 50 metros cuadrados, con los aparatos básicos y un único espejo frente a la máquina de pierna. Junto a la mesa del monitor, un equipo de sonido y el infaltable afiche de fisicoculturistas gringos haciendo poses heroicas.
Mientras enseña el tigre de bengala plasmado en su enorme bíceps derecho, cuenta con orgullo que es el que más levanta peso en el centro penal: 150 kilos de pierna y 140 de pecho. "¿Quién es el que más levanta acá?", pregunta a los dos que lo acompañan, y ellos lo apuntan con el dedo. Luego pone 75 kilos a cada lado de la pesa y hace algunas repeticiones, las venas de sus sienes como mangueras.
Cuenta que el "cambio de oficina" le ha sentado. De manejar su propio horario en el temible grupo La Cordillera de Pereira, pasó a administrar los horarios del gimnasio y a asesorar a los internos. "A las 8:00 a.m. los del patio 1, a las 9:00 patio 5, a las 10:00 patio 3 y a las 11:00 los del patio 2. ¿Que si hay bonches? Nada, eso es en las películas. Además acá solo entran quienes tienen buen comportamiento. Hay algunos que aprovechan para intentar robarse lo que puedan, pero uno ya sabe a quien darle entrada y a quien no". Dice que no le gustan las drogas al ver que un interno manipula un ínfimo bareto, de esos que en la cárcel vale su peso en oro: diez veces más que afuera.
"De 1.200 presos tengo el privilegio de estar acá como monitor. La pena no ha sido tan mala", finaliza Carlos luego de contar que no volverá a jalar gatillos.
FOTOS | DARIO CARDONA | LA PATRIA
Según Carlos Andrés Alvarado, al gimnasio de la cárcel le hace falta mejores condiciones. "Necesitamos que alguien nos patrocine con aparatos".
Lo único que pudo mantener de su rutina cuando estaba en libertad fue el ejercicio diario de su cuerpo. Pasó de hacer rutinas en el pasamanos del parque, a levantar series de 100 kilos de pecho y 150 de pierna.
"Un mes antes le había comprado una mercancía a unos clientes y me cayeron los tombos a la casa". Ahí le descubrieron la caleta con la que se armaban la fiesta los rumberos de una discoteca electrónica en las afueras de la ciudad, donde la farra va hasta la madrugada. "Ese día había remate en una finca y todo. Venía un dj muy importante. Nos dábamos duro en la torre", comentó Luis Miguel a quien le pillaron variedad de drogas sintéticas como pepas, tucibi y papeles (Lsd).
Ahora su meta es rebajar la pena como profesor de los internos en sociales y matemáticas. "Se me ha hecho fácil la estadía acá porque he estado ocupado", contó este condenado a 56 meses tras las rejas.
En Estados Unidos, varios estados como California se acogieron a una ley de 1996 que prohibe el uso de equipos
de gimnasio y entrenamiento como boxeo, judo, karate y otras artes marciales.
Héctor* pasaba por el parque de Malabar acompañado de una amiga y dando tumbos, pues habían vaciado dos litros de aguardiente. Desde una esquina percibió la aparición de dos sombras y al instante se tocó la pretina para tener a mano el mango de su puñal.
Y pasó lo que temía. Los tipos le pidieron "bajarse de todo" e hicieron brillar sus cuchillos. "Éramos nosotros o ellos. Como les dije que no había nada, se pusieron al ataque y mandaron dos lances. Le dije a ella que saliera corriendo mientras atendí al primero. Lo esquivé y al segundo lo tuve que atacar. Me fue bien y logré escaparme", contó.
El juez no aceptó el argumento de que fue en defensa propia y ahora paga condena por homicidio. Según Héctor, su costumbre de ejercitarse le ayudó "a terminar en la cárcel y no en el cementerio", indica, al tiempo que pasa la brocha por la celda 89. "Cualquier cosa buena que se haga sirve para descontar condena".
Ya en el gimnasio, su fuerte son las abdominales y el trabajo de pierna. "También sirve como terapia, para liberar toda la mala energía que se acumula en el encierro", dijo.
Es la misma preferencia de Javier, quien acaba de llegar directo a las pesas de 20 kilos para trabajar pierna. Lo acusan de porte ilegal de armas y homicidio.
Dice que para paliar el aburrimiento y el sentimiento de injusticia, se tira duro en el gimnasio. A las series de hasta 300 abdominales, le suma 60 kilos de pecho, 30 de tríceps y 25 de bíceps.
Es su rutina diaria mientras espera demostrar que fue víctima de un montaje.
*Nombre cambiado por solicitud de la fuente.
En pleno trabajo de bíceps.
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