La ciudad de Roma y el Vaticano recuperaron la tranquilidad ayer rápidamente tras los actos de canonización de los papas Juan XXIII y Juan Pablo II, que reunieron en la capital italiana hasta a 800.000 personas.
A primera hora de la noche en el centro histórico de la capital italiana apenas se dejaban ver algunos grupos de peregrinos de los numerosos que durante la última semana lo habían abarrotado y en especial sus plazas.
Lo mismo ocurría con la Plaza de San Pedro, aunque en el caso del escenario principal de las canonizaciones, concelebradas por el papa Francisco y el papa emérito Benedicto XVI por la tarde, seguían los trabajos para devolver la normalidad al inmenso espacio que da acceso a la basílica vaticana.
Jénifer, una joven de Madrid entrevistada por Efe, fue un ejemplo de los peregrinos que apenas pasó más que unas horas en Roma, pues había llegado el sábado por la tarde y regresaba ayer por la noche a la capital española.
"Llevo toda la noche sin dormir, pero merece la pena. Hemos estado en las calles de alrededor de Vía de la Conciliación porque la Plaza de San Pedro estaba cerrada, y a las 5:00, cuando la han abierto, hemos podido entrar", contó sobre la experiencia vivida ayer en la ciudad.
Ayuda divina
Jesús Aular, venezolano y que viajó solo a Roma, tiene previsto regresar a su país hoy, pero se marcha "muy contento de poder vivir las canonizaciones. Solo espero que Juan Pablo II nos ayude desde el Cielo a que reine la paz en nuestra querida Venezuela", según dijo a Efe.
Algunas iglesias del centro de la ciudad permanecían todavía abiertas a última hora de la tarde, recibiendo a peregrinos que hacían aún el recorrido de los lugares más emblemáticos de la ciudad.
De otras, como San Antonio de los Portugueses, en Via dei Portoghesi, cerca de Piazza Navona, se veía salir a algunos nacionales lusos que habían hecho el viaje para el evento excepcional y se mezclaban con quienes habían asistido a la misa vespertina de ayer.
Además de las delegaciones oficiales que asistieron a la canonización de los dos ya papas santos, los peregrinos habían llegado por decenas de miles en los días previos a la celebración.
Desde Polonia llegó quizás el mayor número de fieles para asistir a la canonización de Juan Pablo II, quien cuando era el cardenal Karol Wojtyla fue el arzobispo de Cracovia, y se mencionó la cifra de 1.700 autobuses, 5 trenes y 58 vuelos chárter como medios de transporte utilizados.
La organización logística a cargo de la Obra Romana de Peregrinaciones (ORP) del vicariato de Roma ya había adelantado que se esperan entre 500.000 y 800.000 personas y esta última cifra fue la oficial suministrada ayer por un portavoz vaticano.
Como no todas podían estar en la plaza, por toda la ciudad se instalaron puntos de observación de los actos, con hasta 17 pantallas gigantes en plazas como la de Navona, donde en la noche del sábado hasta ayer cientos de personas durmieron sobre el duro suelo.
Al menos el tiempo fue benigno con los visitantes, pues la lluvia fue ligera durante algunos momentos de la ceremonia y arreció al poco de terminar los actos, lo que contribuyó a que peregrinos y turistas buscaran cobijo o empezaran a hacer las maletas.
Regreso de la Iglesia a sus orígenes
Ciudad del Vaticano. Los dos nuevos santos de la Iglesia católica canonizados ayer son pontífices recientes que la devolvieron a sus valores originales, según el papa Francisco, quien con la elección de esos modelos a seguir confirma su carácter.
La ceremonia en el Vaticano, con los colores y números de las grandes ocasiones -acto multitudinario, liturgia y formas como pocas instituciones del mundo dominan- eleva a los altares a dos papas, Juan XXIII y Juan Pablo II, claves en el recorrido de la Iglesia católica de las últimas décadas.
Así lo percibió el papa Bergoglio, quien en la homilía de la misa de canonización recordó que los dos santos -modelos para los fieles, pues esa es la intención al proclamar la santidad- fueron hombres de su tiempo, una época de la que supieron de sus dramas.
"Conocieron sus tragedias, pero no se abrumaron. En ellos, Dios fue más fuerte", exclamó Francisco sobre dos papas que vivieron de cerca los dramas históricos que, sobre todo, atravesó Europa en el siglo XX.
La II Guerra Mundial, la caída del telón de acero y, en resumen, los genocidios que asolaron el territorio europeo, fueron la prueba a las que se refirió el pontífice, episodios históricos que unieron a dos papas muy diferentes en otros ámbitos.
El mensaje
La decisión de Francisco de proclamar al mismo tiempo santos a Juan Pablo II, fallecido hace tan solo nueve años, y a Juan XXIII, cuyo proceso de canonización parecía no avanzar, suscita de nuevo preguntas sobre las señales que el papa actual envía al mundo católico.
Y abre el debate sobre qué deba ser la santidad en el siglo XXI, un reconocimiento de un comportamiento humano excepcional para el que la atribución de lo que el catolicismo califica de "milagro" parece no ser ya tan esencial como para la Iglesia de las centurias precedentes.
Para uno de los dos nuevos santos, Juan XXIII, por ejemplo, no se llegó a exigir esta vez el requisito de certificar un segundo milagro para proceder a su canonización y Francisco avaló este cambio.
Para el pontífice, según explicó en la homilía que pronunció ayer ante cerca de medio millón de personas que abarrotaron la Plaza de San Pedro, el vínculo entre los dos nuevos santos reside en el mensaje de que ambos devolvieron a la Iglesia a sus orígenes.
"Restauraron y actualizaron la Iglesia" a su imagen original, en palabras del papa argentino, que valoró las decisiones y comportamientos que tanto el papa italiano como el polaco recondujeron a la Iglesia católica.
"Juan XXIII y Juan Pablo II colaboraron con el Espíritu Santo para restaurar y actualizar la Iglesia según su fisonomía originaria, la fisonomía que le dieron los santos a lo largo de los siglos", explicó Francisco en su homilía.
Y para el papa argentino está claro, porque lo recordó ayer, que los santos "llevan adelante" a la Iglesia.
El pontífice considera que los dos nuevos santos llevaron al catolicismo valores de "amor, misericordia, sencillez y fraternidad", unidos a una "esperanza y alegría" que les hizo conectar mediante el papado a los católicos contemporáneos con sus hermanos originales en la misma fe.
De Juan XXIII elogió que, al mismo tiempo, "se dejó conducir y fue para la Iglesia un pastor, un guía-guiado. Éste fue su gran servicio a la Iglesia; fue el Papa de la docilidad al Espíritu".
Del pontífice polaco, conocido por su estricta visión de las nuevas formas de la relaciones personales, Francisco destacó que fue "el papa de la familia".
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