MARC ARCAS
EFE | LA PATRIA | MANCHESTER
"No paran de llamarme de la campaña de Trump preguntándome a quién voy a votar. Y no es ni una persona, ¡Es un robot!", se quejó Deane Haskell, un vecino de Nuevo Hampshire (EE.UU.) que vive bajo el bombardeo propagandístico de una cita electoral que se ha convertido en una batalla a vida o muerte.
"Dije que a Trump para que se callasen, pero me han seguido llamando. Así que ya he votado por Trump como unas cinco veces", explicó entre risas Haskell, quien administra junto a su mujer un motel en la localidad de Franconia, en el montañoso norte de Nuevo Hampshire.
La insistencia de la campaña del magnate inmobiliario Donald Trump por tratar de ganarse el voto de Haskell para alcanzar una nominación a la Presidencia de EE.UU. no es injustificada. El millonario, como la mayoría de sus rivales republicanos, afronta en este pequeño estado de menos de un millón y medio de habitantes una contienda crucial para su futuro.
Tras su inesperada derrota en Iowa, donde la mayoría de las encuestas le auguraban una holgada victoria durante los días previos a los comicios, Trump está prácticamente obligado a ganar en Nuevo Hampshire, y a hacerlo por un amplio margen, si no quiere que el torbellino en el que se ha convertido su campaña se desvanezca.
Desde verano del año pasado, el magnate neoyorquino ha liderado todos los sondeos nacionales y se ha convertido en la sensación de la carrera a la nominación republicana a la Casa Blanca con su estilo agresivo, irrespetuoso y dominante, apoyado siempre por el aura de ganador que le acompaña por su exitosa carrera profesional.
Pero en caso de perder en Nuevo Hampshire, donde de nuevo las encuestas le proyectan vencedor, ese aura desaparecería por completo y podría suponer una estocada definitiva a una campaña que demostraría, pese a las altas cotas alcanzadas, tener los pies de barro.
Nerviosismo
Pero si el escenario de un hipotético mal resultado en Nuevo Hampshire es desolador para Trump, todavía lo es más para la mayoría de sus rivales en el bando conservador, quienes, de no alcanzar unos mínimos, podrían verse obligados a renunciar y abandonar la carrera presidencial.
Es habitual que los caucus de Iowa y las primarias de Nuevo Hampshire, que por tradición dan el pistoletazo de salida al proceso de elección de candidatos a la Casa Blanca para ambos partidos, sirvan de filtro para determinar qué aspirantes no pasan el corte mínimo y reducir así el número de contendientes en liza.
Ya tras Iowa renunciaron los republicanos Mike Huckabee, Rick Santorum y Rand Paul y el demócrata Martin O'Malley, y en Nuevo Hampshire se lo juegan todo otros cuatro conservadores: Jeb Bush, Chris Christie, John Kasich y Carly Fiorina.
"Les he dicho que voy a votar a Trump, sí... y de hecho no voy a hacerlo. No votaré en las primarias republicanas. Voy a votar en las demócratas", confesó Haskell, impermeable a la desesperada presión de unos candidatos conservadores que han puesto en manos de Nuevo Hampshire su propia supervivencia.
Los demócratas
Quién es más progresista y quién es más prolatino. Sobre esas dos etiquetas pivota la nueva batalla entre los aspirantes demócratas a la Casa Blanca, el senador Bernie Sanders y la ex secretaria de Estado Hillary Clinton, cuya carrera hacia la Presidencia de EE.UU. está cada vez más apretada.
Tras la primera toma de contacto con los caucus de Iowa la semana pasada, en los que la también la ex primera dama se llevó la victoria por un estrechísimo margen, las encuestas de cara a las primarias de Nuevo Hampshire, el siguiente estado en votar, sugieren que Sanders puede causar más problemas a Clinton de lo esperado.
El mensaje del senador, que sin temor se autoproclama socialista, pese a la mala valoración que tiene en Estados Unidos ese término, ha logrado calar en la base del Partido Demócrata y entre los más jóvenes, poniendo en jaque a la ex secretaria de Estado.
Destacado
En Nuevo Hampshire, a diferencia de los caucus (asambleas populares) de Iowa, los votantes depositan su papeleta en una urna y sus primarias son abiertas, lo que permite participar a los ciudadanos independientes y no registrados con ningún partido político.
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