Malala es la joven y valerosa activista del Pakistán que defendía los derechos a la educación y fue perseguida y tiroteada por extremistas de camino a la escuela. Tras una larga recuperación, Malala ha retomado su vida con la firme determinación de hacer oír su voz.
El pasado viernes, cientos de estudiantes de 80 países se sumaron a Malala en una singular Asamblea de la Juventud. Los diplomáticos cedieron su sitio en las Naciones Unidas a los jóvenes, que se reunieron para hacer un llamamiento mundial en favor de una educación de calidad para todos.
La educación es un derecho fundamental, un Objetivo de Desarrollo del Milenio (ODM) y un factor crucial para el entendimiento mutuo y la ciudadanía mundial. Muchos de nosotros no hemos aprendido esta lección de un libro: la hemos vivido.
Cuando era niño, Corea era un país asolado por la guerra y mi escuela quedó destruida. Mi aula era un espacio al aire libre, bajo un árbol. Apenas teníamos para comer, pero estábamos hambrientos de conocimiento. Nuestros padres y nuestro Gobierno eran conscientes del valor de la educación. Esa clarividencia cambió mi vida y transformó mi país.
En la sociedad de hoy, basada en el conocimiento, la educación es una de las bases para el futuro que queremos: un mundo sin pobreza, sin violencia, sin discriminación y sin enfermedades. Para hacer realidad este futuro hará falta un nuevo impulso concertado.
Por ello puse en marcha la iniciativa mundial “La educación ante todo”, con tres prioridades: conseguir que todos los niños vayan a la escuela; mejorar la calidad del aprendizaje; y preparar a los niños para que sean ciudadanos del mundo.
Aunque se han logrado importantes progresos, aún nos queda mucho por hacer para cumplir nuestros objetivos en materia de educación.
Actualmente la población joven es la más numerosa de la historia. Hemos de aprovechar al máximo esa inmensa fuente de talento, energía e ideas. Sin embargo, aún hay 57 millones de niños que no asisten a la escuela primaria. Muchos viven en países asolados por conflictos. Más de 120 millones de jóvenes de entre 15 y 24 —la mayoría mujeres— no saben leer ni escribir. En un mercado laboral que evoluciona con suma rapidez, demasiados jóvenes dejan la escuela sin estar preparados para ganarse la vida.
En demasiados lugares, estudiantes como Malala y sus profesores son blanco de amenazas y agresiones, e incluso son asesinados. En los actos llenos de odio de los extremistas ha quedado patente qué es lo que más les asusta: una niña con un libro.
Hemos de hacer cuanto esté en nuestra mano para asegurarnos de que las escuelas son espacios de aprendizaje seguros y protegidos. Que un adulto vaya a enseñar a una escuela o una niña asista a clase no debe ser un acto de valentía en ningún lugar del mundo.
Cuando las mujeres y las niñas reciben educación, aceleran el desarrollo en sus familias y comunidades. Por cada año de escolarización, las niñas aumentan sus futuros ingresos en hasta un 20%.
Muchas otras estadísticas indican la importancia de la educación. Las economías crecen. La salud mejora. Las naciones prosperan.
Asimismo, me guían las aspiraciones de la gente. Allá donde voy, pregunto a mujeres y hombres qué pueden hacer por ellos las Naciones Unidas. La respuesta es a menudo la misma: educación.
En los campamentos de refugiados, me dicen: “Logre que mis hijos puedan volver a la escuela”. En los países afectados por terremotos y otros desastres, la gente insiste: “No se preocupe por mí, reconstruya las escuelas para que mis hijos puedan aprender”.
La educación es la senda que nos permite salvar vidas, consolidar la paz y empoderar a los jóvenes.
Esa es la lección que Malala y millones de personas como ella tratan de enseñar al mundo entero. Los asociados internacionales y los gobiernos deben escuchar y tomar medidas.
Ahora que la comunidad internacional se afana en acelerar el logro de los ODM y elaborar la agenda para el desarrollo después del 2015, debemos asegurarnos de que respondemos a los sueños y las aspiraciones de nuestros hijos para el futuro.
Con ocasión del cumpleaños de Malala, comprometámonos a hacerle el mejor regalo de todos: una educación de calidad para todas las niñas y todos los niños del mundo.
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En demasiados lugares, estudiantes como Malala y sus profesores son blanco de amenazas y agresiones, e incluso son asesinados.
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