Ignacio Ortega
Efe | LA PATRIA | Kiev
Mientras arde el este rusohablante de Ucrania, Kiev ha recuperado con la cercanía de las elecciones presidenciales el encanto que perdió durante los disturbios que convirtieron el corazón de la ciudad en un laberinto intransitable de barricadas.
"¡Hemos recuperado Kiev! Eso es lo importante", aseguró Vasili, un joven de 22 años que perdió un ojo durante los enfrentamientos con la policía antidisturbios.
Vasili, que no quiere que se compadezcan de él, sale con su novia de la Casa de Ucrania, que fue tomada por los manifestantes a finales de enero y que ahora ha sido parcialmente cubierta por una gigantesca bandera ucraniana que reza: "Una Ucrania Unida. Un País Unido".
"Este es ahora el cuartel general de la autodefensa del Maidán" (ciudadela de tiendas de campaña que ocupa la plaza de la Independencia y sus alrededores desde noviembre del 2013), explica.
En pleno invierno, manifestantes y voluntarios se rompían el espinazo en la plaza de Europa para rellenar con nieve los sacos y reforzar las barricadas levantadas frente al estadio Valeri Lobanovski en la calle Grushevski.
Ahora, una vez derrocado el presidente Víktor Yanukóvich, la plaza vibra con el paso de los coches por su adoquinado y el frenesí callejero de los transeúntes, las parejas de enamorados y los aficionados que acuden al fútbol.
En las inmediaciones del vetusto estadio, donde una muralla construida por autobuses calcinados separaba a ambos bandos, tuvieron lugar algunos de los más cruentos enfrentamientos callejeros en enero y febrero pasados.
Las barricadas de nieve y neumáticos han sido sustituidas por ordenadas murallas construidas pacientemente con adoquines de hormigón, en lo que parece más un homenaje a la revolución que una construcción militar.
Turismo
Según se desciende hacia el Maidán, uno se topa con numerosos turistas estadounidenses, muchos de ellos de origen ucraniano y que, sorprendentemente, conservan intacto el idioma de sus padres o abuelos.
Los norteamericanos, que han sustituido a los turistas rusos, para los que Kiev es "territorio comanche", no salen de su asombro ante la visión del mar de tiendas de campaña que inunda la imponente plaza de la Independencia.
No obstante, mucho es lo que ha cambiado, ya que las barricadas han desaparecido, con la excepción de algunas hileras de neumáticos, las aceras están limpias y los comercios, restaurantes y la terrazas han vuelto a abrir sus puertas.
En el corazón del Maidán, frente al escenario, cinco losas mortuorias de mármol gris con los nombres de los caídos, que están rodeadas de centenares de velas y ramos de flores sobre neumáticos, son parada obligatoria.
Al igual que el particular "muro de las lamentaciones" del Maidán, donde han sido colgadas las fotos de 105 manifestantes muertos en los disturbios y la lista con los nombres y apellidos de 313 desaparecidos.
El piano, otra de las señas de identidad de la Kiev revolucionaria, está ahora protegido de la lluvia y el sol por una carpa en la Avenida Kreschatik, y siempre hay algún transeúnte que se atreve a golpear sus teclas.
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