COLPRENSA | LA PATRIA | MEDELLÍN
La última vez que alias Mariana vio a su pequeña hija en la selva fue hace 12 meses y 36 días. La vio correr entre matorrales, techos de plástico, andenes de madera y un lodazal que le impregnó la ropa a la niña de un pantano amarillo el cual no salió “ni con tres días de remojo en agua con jabón”.
parecía una guerrera lista para combatir, con ese camuflado y esa carita sucia, recuerda Mariana.
Sucedió entre las montañas de Antioquia, en un paraje ubicado a tres días de camino de cualquier centro poblado, antes de que esta mujer tomara la decisión de dejar esa estructura armada.
El encuentro entre Mariana y su hija fue corto. Duró día y medio, por eso la despedida entre madre guerrillera e hija fue más dura de lo previsto para la combatiente. “No comí en varios días y cuando se fue, me dejó un vacío que me hizo pensar en volarme para estar con ella”, recuerda. Hoy vive junto a la chiquilla, lejos de las armas, camuflados y formaciones guerrilleras.
La hija de Mariana resume un capítulo guardado con más celo por los jefes guerrilleros: la historia de los pequeños que crecen entre su vida civil y la ida a los campamentos guerrilleros para encontrarse con sus padres, o incluso los que crecen junto a sus progenitores en contextos de guerra y bajo las reglas impuestas por los grupos guerrilleros, denominada por ellos la ley del monte.
Todo es alegría
Para la Negra, la llegada de su pequeño hijo al campamento del frente de las Farc al cual pertenecía era una forma de calmar las angustias vividas en tiempos de guerra.
Y no solo se las calmaba a ella; todo el contingente guerrillero tenía que ver con su pequeño bebé o con los niños que allí llegaban. “Todo el mundo los carga, se los pasan de brazos en brazos, la gente juega con ellos, se ríen y calman tensiones”, recuerda.
Aunque muchos de los jefes guerrilleros prefieren tener a sus hijos lejos de los campamentos subversivos, algunos de sus descendientes prefieren quedarse con sus progenitores bajo las condiciones impuestas por cada frente.
Los hijos de quien fuera el máximo jefe de las Farc, alias Alfonso Cano, los de alias Iván Márquez, jefe negociador de las Farc en Cuba; y los de alias Raúl Reyes, segundo de ese grupo guerrillero muerto en un operativo en el 2008 en Ecuador, adelantaron estudios en Francia, México, Venezuela y Cuba.
No obstante, no todos los hijos de los jefes guerrilleros terminan en universidades prestigiosas o viviendo en el exterior. Muchos de ellos terminan en la selva, por voluntad propia, siguiendo los pasos de sus progenitores. Esta condición no los exime de cumplir la normatividad de la guerrilla y, como cualquier otro insurgente raso, se arrastran en el lodo, ranchan (cocinan), y entrenan para un combate.
Niños con pistolas
Si bien muchos de los niños son llevados a los campamentos guerrilleros para encontrarse con sus padres, una de las polémicas no se centra en el viaje hasta las zonas selváticas, sino en el riesgo al que se exponen los niños, pues los comandantes subversivos les ponen sus armas en el cinto en un acto calificado por los expertos en conflicto armado como irresponsable.
Esta acción es para Ximena Norato, directora de la Fundación Agencia de Comunicaciones Periodismo Aliado de la Niñez, Pandi, una violación a los derechos de estos niños que, a la luz de la normatividad, son iguales a los derechos de cualquier menor de edad.
Asegura Ximena que todos los menores deben ser protegidos contra el porte de armas y no deben ser utilizados ni para su porte ni para su transporte y en ningún caso.
“Entregarle a un niño un arma es vulnerarle su derecho a la protección. Uno no le entrega un arma a un niño porque este no advierte las consecuencias al disparar. El delito que cometa un niño con un arma, debería pagarlo el adulto que se la entregó”, precisa Norato.
La directora de Pandi hace énfasis especial en que llevar los niños a las zonas campamentarias es como hablar de reclutamiento, “y así sean los hijos de comandantes no pueden participar de las hostilidades o la guerra. Ellos gozan de los derechos que tiene cualquier niño colombiano”.
El sistema de alertas tempranas de la Defensoría del Pueblo, que recoge casos y situaciones de riesgo en todas las regiones, advirtió que, aparte de las guerrillas, los grupos como el clan Úsuga, las Autodefensas Gaitanistas de Colombia, los Rastrojos, el Bloque Meta y el Bloque Libertadores del Vichada son los que mas reclutan menores de edad.
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