BORÍS KLIMENKO
EFE | LA PATRIA | KIEV
Los intensos bombardeos con artillería pesada y la llegada de nuevos refuerzos y suministros de armamento para los separatistas prorrusos amenazan la frágil tregua en el este de Ucrania y el cumplimiento de los acuerdos de paz de Minsk.
"Seamos sinceros: los acuerdos de Minsk no funcionan en ninguna parte y no se aplica ni un solo punto", aseguró ayer Andréi Purguín, viceprimer ministro de la autoproclamada república popular de Donetsk.
La voz de alarma la dio ayer la misión de la OSCE en Ucrania, que denunció la presencia de 17 camiones militares cada uno con armamento pesado en una zona controlada por los insurgentes en la región de Donetsk.
Según los observadores internacionales, los vehículos incluyen piezas de artillería, sistemas lanza misiles y cañones Howitzers de 122 mm.
Los rebeldes salieron raudos a negar que se trate de armamento pesado procedente de la vecina Rusia, al tiempo que afirmaron que son refuerzos movilizados en diferentes bastiones rebeldes de Donetsk.
En los últimos días Kiev ha denunciado la incursión de tanques, blindados, cañones y tropas por carretera y por vía férrea desde Rusia a través de los sectores de la frontera bajo control de los milicianos prorrusos.
Tras estas denuncias el ministro de Exteriores de Alemania, Frank-Walter Steinmeier, advirtió que la situación vuelve a ser grave y llamó a ambos bandos y a Rusia a regresar al cauce de los acuerdos de Minsk.
Steinmeier abordará este asunto hoy con la alta representante para la Política Exterior de la Unión Europea, Federica Mogherini, quien instó el domingo a Rusia a asumir la parte que le toca de responsabilidad para prevenir "cualquier nuevo movimiento militar".
Estados Unidos también advirtió de que los intentos de los insurgentes de reconquistar territorios suponen una flagrante violación del protocolo y el memorándum de paz suscritos en septiembre pasado en la capital bielorrusa.
En Kiev es cada vez más común la opinión de que tras el crudo invierno las fuerzas gubernamentales recurrirán de nuevo a las armas para hacerse con el control de las zonas rebeldes en Donetsk y Lugansk.
"Tarde o temprano debemos pasar a la acción. Hasta ahora hemos hecho todo lo posible para salvar la cara jurídicamente. Hemos intentado ser lo más fieles posible a los acuerdos y obligaciones asumidos", aseguró Markián Lubkivski, asesor del Consejo de Seguridad y Defensa Nacional de Ucrania.
En su opinión, tras las elecciones separatistas del 2 de noviembre, el presidente ucraniano, Petró Poroshenko, "tendrá que tomar decisiones difíciles" con el fin de que las zonas rebeldes vuelvan al redil estatal.
Precisamente, todos estos asuntos serán abordado por Poroshenko el próximo domingo en Bratislava durante la cumbre del Grupo de Visegrado, encuentro al que han sido invitadas Alemania y Ucrania.
Mientras, los separatistas prorrusos pidieron ayer un nuevo mecanismo de control de los acuerdos de paz de Minsk, ya que aducen que la Organización de Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE) no puede supervisar su cumplimiento.
"Lo malo no son los acuerdos de Minsk. Lo malo es la ausencia de un mecanismo de control sobre su cumplimiento", dijo Purguín.
La OSCE no dispone de facultades para ejercer funciones de control en la línea de separación entre las fuerzas gubernamentales y las milicias prorrusas, ya que "sólo tiene mandato de observación", subrayó.
"Necesitamos una fuerza que pueda garantizar el cumplimiento de los acuerdos de paz alcanzados durante las reuniones del Grupo de Contacto en Minsk", dijo.
El dirigente separatista aludió indirectamente a las fuerzas de pacificación rusas, que realizan labores de intermediación desde hace 20 años entre Moldavia y su república separatista de Transnistria.
La cifra
400 personas, entre civiles, soldados y milicianos, han muerto en el este de Ucrania, desde la declaración de la tregua del 5 de septiembre.
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