América Latina, Shakespeare, México. Tres elementos como referente de la 36 edición del Festival Internacional de Teatro de Manizales. Multimedia abundante en las salas.
En la memoria de la trigésimo sexta versión del Festival Internacional de Teatro de Manizales quedan muchas pantallas. La exploración del lenguaje multimedia, que incluye la internet y el streaming, fue una constante, tanto para mostrar clásicos como para hablar de nuevas historias y sensaciones. Ya no es un lenguaje extraño.
Se vio un teatro contemporáneo con interés de explorar las posibilidades que otorga la tecnología. Propuestas arriesgadas como Tebas land (Complot Teatro, Uruguay) Distancia (Matías Umpierrez, Argentina) y Un poco invisible (Maleza, Chile) fueron las que mejor se acoplaron a la vanguardia, sin abandonar la necesidad de comunicar mensajes.
Huellas digitales (Universidad de Caldas) podría incluirse en el grupo anterior. Pero le corresponde una mención especial. Aunque no es una obra de teatro en el sentido estricto de la palabra, sino un perfomance digital, deja satisfacción en el público, y mucho más en el que ha seguido al Festival por años. Esto porque se ve que en las entrañas de la ciudad anfitriona también hay búsquedas e inquietudes, que seguro han sido nutridas por un mundo globalizado. Además, porque esas inquietudes sostienen un compromiso social (convirtieron en protagonistas a cuatro internos de una cárcel) y esa todavía es una función del teatro.
Esta es la historia de mi vida (Macarena Recuerda, España) y Caperucita galáctica (Insectotropics, España) estuvieron menos afortunados. Sin desconocer la factura de lo formal, puede opinarse que no comunicaron con la contundencia esperada. Ojalá regresen para ver más de ellos, porque una sola obra no define a una compañía
Shakespeare
El más clásico de los dramaturgos ingleses sigue vigente. No significa que el teatro isabelino (en el cual vivió Shakespeare durante los siglos XV y XVI) sea el camino. De hecho, las adaptaciones contemporáneas poco o nada tienen de isabelinas.
Hamlet (Teatro Los Andes, Bolivia) estuvo los dos primeros días del festival para dejar el listón muy en alto. El protagonista era alcohólico y hubo diversas alusiones a Bolivia, como unas cholas que son personajes. Excelente propuesta, que tenía como antecedente el Romeo y Julieta del mismo director, Diego Aramburu, en 2013 (sinónimo de buena curaduría). Ya es una referencia en el Festival y su obra pelea codo a codo con Ricardo III, Tebas land (ambas de Complot Teatro) y El amor de las luciérnagas (Los Guggenheim, México) como lo mejor del 2014.
A propósito de Ricardo III, que en realidad se llamó Algo sobre Ricardo, es una adaptación soberbia. De lejos el mejor unipersonal o monólogo. Inteligente dirección de Mariana Percovich que supo combinar la capacidad de un magistral protagonista con las posibilidades que da la pantalla.
México
Quedó una radiografía variopinta del país norteño. Conviene mencionar primero El amor de la luciérnagas, que hizo suspirar de emoción a más de uno. Con tres maletas, un texto que discurría entre lo solemne y lo cómico, y actores de alto nivel, supo ganarse los aplausos, que no fueron pocos en El Galpón de Bellas Artes.
En contraste, la Compañía nacional de teatro de México nos visitó con muchísimo menos que algo bueno para el recuerdo. Conferencia sobre la lluvia fue un monólogo plano, aburrido y con mínimas exploraciones escénicas. Anacrónico. Solo rescatable la capacidad del actor que memorizó un texto alargado y para hacer dormir, en un auditorio (8 de junio, Universidad de Caldas) que luce viejo y es incómodo.
El que sí mantuvo despierto a todos, incluso para lograr que muchos se retiraran del Teatro Los Fundadores fue Macbeth, de Apoc Apoc. Con danza contemporánea y un grupo de metal-rock tradujeron la adaptación del clásico shakesperiano en lo más agresivo del 2014. No dejaron títere con cabeza y eso incomodó a más de uno. Poca metáfora, todo directo. Aunque no dejó grandes imágenes en escena, sí clavó alfileres sobre las redes sociales y la cultura de la frivolidad.
Baños Roma (Linea de Sombra) mostró la violencia de Ciudad Juárez para retratar la vida del boxeador José Mantequilla Nápoles. Valioso tamiz artístico como referente de una de las ciudades más peligrosas del mundo.
Tradición
Enmarcados en vertientes más tradicionales vale la pena mencionar tres obras. Cita a ciegas (Repertorio Español, Estados Unidos) La mirada en el agua (Teatro Llanura, Argentina) y La Fiesta (El Galpón de Montevideo) puso sobre las tablas a actores veteranos. Despojados de artefactos y basados en lo que mejor saben hacer, arte con sus cuerpos, hicieron gala de sus talentos y en simultánea le dieron equilibrio al encuentro escénico que ayer se despidió. Sus propuestas son un manifiesto: todavía tienen cosas por decir.
De Colombia un par para mencionar. Miss Julia (Vueltas Bravas Producciones) bebió mucho del melodrama. Poco para recordar. Y Matando el tiempo (La Maldita Vanidad) llamó la atención por la forma de poner en escena. En el patio de la casa-museo sede de la Corporación Rafael Pombo y en juego con la luz natural, presentaron un divertimiento de tintes costumbristas, con buen trabajo de investigación social y escenografía.
En definitiva, un Festival con recorrido por Latinoamerica y con degustación ampliada sobre México. Mucho multimedia, incluso para adaptar a Hamlet, y algunas propuestas más tradicionales como para no decir que no se mostró de todo un poco.
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