LA PATRIA | MANIZALES
Siempre en punta, los sonidos de los instrumentos de viento y uno de percusión mantuvieron atentos a los espectadores de Kikiristán Imperial, que se presentó en el Parque Antonio Nariño, en El Cable.
El ritmo de fiesta de los franceses subía y bajada, el público estaba atento a cada movimiento porque se podría perder una sonrisa o una coreografía de seis músicos experimentados. Luego una cámara lenta detuvo el show y puso en escena el interés de los artistas en involucrar al público en una tendida melodía de seducción. Las mujeres de primera fila en las escaleras del café fueron las cortejadas por la música y contagiadas por las carcajadas de los asistentes.
Para los actores todo fue susceptible de ser escenario, de ser utilería, de ser canción y de ser arte. Para eso Arturo, asistente, se convirtió en el consentido de la obra. Fue peinado, maquillado y sus zapatos lustrados en una carga de comedia y de atención en medio de una suave serenata.
Después detuvo la atención en un espacio de concurso musical, en el que el público participó para descubrir un pato de juguete atrapado en uno de los sombreros de los artistas, sombreros que en el cualquier momento se transformaron en los más divertidos objetos.
Kikiristán Imperial fue música, canción, acrobacias, calle, orquesta y seducción en una tarde fría en la ciudad, un enérgico arranque del Festival Internacional de Teatro.
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