El patio de la casa museo Gilberto Alzate Avendaño fue el escenario de una obra que retrata el conflicto del poder a través de una familia de clase alta. En un almuerzo campestre se revela cómo se ejerce el abuso, en el ámbito familiar, social y político en este país. Hiperrealista.
Un halo de magia envuelve a la sede de la Corporación Rafael Pombo, que funciona en la casa museo Gilberto Alzate Avendaño, en el barrio Versalles. Jorge Hugo Marín, director de la compañía La Maldita Vanidad, es testigo de esa magia, durante tres años ha sido el escenario de sus obras en el Festival Internacional de Teatro de Manizales (FIT).
En esa edificación encontró un ambiente propicio para el desarrollo de sus creaciones escénicas. En ella se siente el encanto que transmite el teatro. En la edición 36 del FIT sorprendió al público local. Sacó su más reciente producción Matando el Tiempo de la sala de la casa al patio, lo que propicia una escenografía única y una experiencia inolvidable para el espectador.
"La casa tiene unas locaciones ideales para las obras que presentamos en Manizales. Hoy tiene transformaciones importantes, puesta estaba que se caía. Desde el año pasado le dije a Octavio Arbeláez, director del FIT, que queríamos volver a presentarnos acá, pero en el patio", explica Marín.
El público se ubicó en una gradería improvisada, situada debajo de un árbol, frente al escenario natural en el que sentados en una mesa dialogan los actores que encarnan una familia de clase alta, de inmediato es reconocida por el espectador. Siguen charlando mientras los asistentes se van sentando, minutos después el público se da cuenta de que asiste a un almuerzo de celebración.
Los personajes sostienen conversaciones sin importancia con comparaciones del extranjero, se limitan a halagarse entre ellos, a hablar de Cambridge, de París, de Inglaterra y su realeza. De su ropa, de sus tierras donde pastan sus caballos. El sol es testigo de cómo matan el tiempo con sus conversaciones, pero a medida que pasan los minutos la luz de la tarde cae para que llegue la noche y los personajes sacan sus demonios, se señalan, se gritan, se desprestigian, se recriminan, dejan atrás la hipocresía a medida que se esconde el sol y sale la luna, una ventaja que le otorga a la puesta en escena la luz natural.
Al final, el público entre risas y silencios que otorgan los diálogos, comprende que la celebración es por la compra ilegal de unas tierras. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia
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