Papel Salmón*
La tierra de las geishas, los samuráis, los árboles de cerezo y los haikus ejerció sobre Vincent Van Gogh una atracción tan magnética que, a pesar de nunca haber siquiera pisado Japón, este país se volvió un tema constante de su obra. A partir de la exposición realizada por el Museo de Ámsterdam, Van Gogh y Japón, explora la correspondencia silenciosa pero fascinante entre el genio holandés y la cultura japonesa.
Foto/Cine Colombia/Papel Salmón
Filmando el cuadro de Van Gogh Agustina Segatori, sentada en el Café de Tambourin para el documental Van Gogh y Japón.
“Envidio a los japoneses por la increíble claridad de la que están impregnados todos sus trabajos. Nunca resultan aburridos ni hacen el efecto de haberlos realizado deprisa... Su estilo es tan sencillo como respirar”, escribió Van Gogh a su hermano Teo.
En la exposición en la que se basa esta película, realizada en el Museo Van Gogh de Ámsterdam el año pasado, se puede ver por qué, aunque Van Gogh nunca lo visitó, Japón fue el país que tuvo la mayor influencia sobre su arte. El artista creó su propia imagen de la cultura asiática gracias a las impresiones japonesas que coleccionó con entusiasmo y estudió de cerca. Las imágenes coloridas y exóticas lo inspiraron creando un "ojo japonés" cambió el rumbo de su trabajo.
No se puede entender a Van Gogh sin entender cómo llegó el arte japonés a París a mediados del siglo XIX y el profundo impacto que tuvo en artistas como Monet, Degas y, sobre todo, Van Gogh. Visitando las nuevas galerías de arte japonés en París y creando su propia imagen de Japón, a través de una investigación en profundidad, la recopilación de impresiones y discusiones detalladas con otros artistas, el encuentro de Van Gogh con las obras de arte japonesas le dio a su obra un estilo con una trascendencia emocionante.
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L'Arlésienne: Madame Ginoux cuadro de Van Gogh pintada en Arles en 1888.
Vincent Van Gogh vivió en París entre 1886 y 1888, y fue entonces cuando fue ‘hechizado’ por el grabado japonés, comprando rápidamente más de 600 grabados en madera japonesa, que colgó en su estudio para poder absorber gradualmente la influencia de estos coloridos trabajos. Durante mucho tiempo se pensó que Van Gogh compró estas impresiones por placer, pero nuevas investigaciones demuestran que las adquirió para intercambiarlas.
Después de salir de París hacia el sur de Francia, a lo que él creía que era lo más parecido a Japón que podía encontrar, los años productivos y, sin embargo, problemáticos que siguieron se deben ver en el contexto de Van Gogh, que mezcla influencias japonesas a su voluntad, definiéndose como un artista moderno con claras influencias asiáticas.
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Adachi, tallador de madera de Tokyo.
Bajo la dirección de David Bickerstaff, la película presenta en detalle varios de los 100 grabados japoneses de la colección de Van Gogh que hicieron parte de la exposición, además de 60 obras emblemáticas que surgieron del genio de Van Gogh. Todo esto será analizado en detalle por expertos y curadores.
En esta pequeña historia del arte de Van Gogh, se ve lo importante que fue su estudio por la cultura de ese país. La película viaja no solo a Francia y los Países Bajos, sino también a Japón para explorar a fondo la notable herencia que afectó a Van Gogh y lo convirtió en el artista que conocemos hoy.
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Los cerezos florecidos en el Japón.
En la entrevista que Sergio Villamizar Dussan de Colprensa le hizo al director del documental Van Gogh y Japón David Bickerstaff respondió:
¿Cómo fue concebida la idea de hacer este documental?
Hicimos un documental antes de este con el Museo de Van Gogh y fue uno de los más exitosos de Exhibition on Screen, que se vio en las salas de cine del mundo, por lo que queríamos hacer una historia diferente sobre Van Gogh. Así que nos pusimos en contacto con el Museo de Van Gogh y nos dijeron que estaban haciendo una exhibición sobre Van Gogh y su relación con Japón, y este tema no lo había tenido en cuenta, no tenía conciencia de cuán fuerte era su relación con Japón. Esto fue lo que nos inspiró a pensar en una mirada diferente, un ángulo distinto para ver el arte de Van Gogh desde su interés en el arte japonés.
¿Qué querían mostrar en el documental al visitar diferentes partes del mundo?
Estaba muy interesado de ver, en lo personal, como un realizador de cine que nunca había ido a Japón, quería ir y hacer lo que Van Gogh decía que nunca necesitó hacer, crearme una idea de la cultura japonesa y el paisaje japonés; qué era lo que los artistas japoneses estaban mostrando en su arte, cuál era la cultura que existía para tener esos enfoques artísticos. Estaba muy entusiasmado por ir a ver esos íconos, esas imágenes icónicas que encuentras en Japón que fueron descifradas en esos grabados en madera en una manera para entender más sobre por qué fueron hechos, cuál fue su origen y, también, para darle a los espectadores del documental una idea del oriente, cómo es, cuáles son las imágenes que todavía existen hoy de geishas y sobre el paisaje; así que estaba muy interesado en tener una idea de eso para permitirle a la audiencia hacer un viaje de París al sur de Francia, de los Países Bajos a Japón y de vuelta.
Devolviéndonos al país natal de Van Gogh, ¿cómo fue la relación con el Museo de Ámsterdam, Holanda?
Fueron muy colaboradores, de hecho desde que iniciamos el proyecto anterior nos han acompañado. Creo que es importante establecer una relación cercana con el museo al hacer este tipo de proyectos, para que ellos contribuyan y faciliten la grabación del documental además de hacerlo poderoso.
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Parque Koishikawa Kourakuen en Tokio.
¿Cómo fue el proceso creativo y la producción de este documental?
Hago muchos de los documentales por mi cuenta, pero cuando estamos en la exhibición tenemos muchas cámaras y equipos para documentar toda la exhibición y eso se vuelve de alguna forma la clave de la narrativa y también se vuelve el punto clave dentro del documental y luego hacemos mucha investigación, encontramos muchas personas con las que queremos hablar de varios aspectos. En Japón teníamos un restaurador, alguien que nos facilitó el acceso a los grabados en madera, también trabajé con un cinematógrafo muy bueno en Japón que tenía mayor cuidado con otras cosas a las que no podía prestar tanta atención. Así que técnicamente es una pequeña producción, pero se vuelve algo grande cuando necesitamos algunas de las piezas importantes. La tecnología nos ha ayudado a que la producción no sea tan grande, ya sabe, las cámaras son muy buenas así que grabamos todo lo que está en la exhibición en ultra alta definición, eso nos lo permite la tecnología con cámaras más pequeñas además de ser más flexibles, más económicos.
¿Le sorprendió algo durante el rodaje del documental?
No me había dado cuenta de cuantos grabados en madera había comprado Van Gogh, fueron 660, así que le pregunté a los curadores, les dije, ‘¿él era coleccionista?’ y ellos me dicen que definitivamente no era un coleccionista, lo que tenía era basura, no eran muy buenas piezas, pero la esencia de ellas era en lo que él estaba interesado. No compró ninguna pintura famosa de artistas japoneses, pero sí compraba versiones baratas paras explorar como lucían los colores.
¿Cuáles fueron los retos técnicos durante la grabación del documental?
Siempre es difícil, técnicamente, grabar piezas de arte cuando están con baja luz. En las galerías las luces se mantienen bajas para proteger las pinturas y los trabajos sobre papel. Eso hace más difíciles las cosas porque siempre usamos la luz que está disponible, así que se convierte en un reto técnico de asegurarnos de que la gente pueda apreciar bien las pinturas y las obras de arte. Para lograrlo hacemos mucho trabajo de posproducción para intentar que la pintura luzca exactamente como está expuesta en la galería. Por lo que en cierto sentido también somos muy respetuosos con el arte para que se vea de la manera más real.
*Con información de Cine Colombia.
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