Papel Salmón*
El tenor más célebre de la historia alcanzó un estatus de estrella mundial gracias a su poderosa voz, pero también a su pasión y su deseo de llevar la lírica a todo el planeta. El director ganador del Óscar Ron Howard crea una ópera cinematográfica a partir de su vida y lleva el sonido a nuevas dimensiones.
Luciano Pavarotti nació en Módena (Italia) en 1935, hijo de un padre panadero y tenor aficionado. Cuando niño, quedó hipnotizado por la voz de su padre y luego por la de su ídolo: el gran tenor italiano Enrico Caruso. Durante toda su infancia cantó, pero nadie previó que sus modestos comienzos como maestro de escuela primaria darían un vuelco hasta llevarlo a los escenarios del mundo a trabajar de la mano con los más grandes músicos vivos y a eternizar su nombre en el universo de la ópera. O más allá de cualquier género musical.
La razón es clara para cualquiera que lo haya escuchado: el tenor más célebre del siglo XX poseía una de las voces más épicas y uno de los corazones más expresivos de la historia musical, y se acercó a todo tipo de música y de artistas. Eso queda evidenciado en Pavarotti, del director Ron Howard, que narra la vida del extraordinario tenor como nunca se había visto: en un primer plano íntimo que profundiza en la gloria de su música y en el ardor de su carisma para desvelar sus luchas personales, su sentido del humor y sus esperanzas.
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Pavarotti en La Bohemia ópera de Giacomo Puccini.
“Con Pavarotti mi pregunta era: ¿de dónde salió este tremendo talento artístico? No solo viene de la voz extraordinaria. Tiene que provenir del corazón. Solo así se logra que las interpretaciones sean tan auténticas que resuenen para siempre. Por lo tanto, quise saber todo lo que pude sobre cómo Pavarotti cultivaba eso y cómo se enfrentaba a los costos personales de convertirse en un artista célebre”, continuó Howard.
Para ello vio los conciertos más electrizantes de Pavarotti y se sorprendió con la profundidad emocional del tenor, algo que solo había atestiguado en grandes actores. “Me sorprendió lo que se ve detrás de la mirada de Pavarotti cuando está cantando”, dice Howard. “Es como un actor del Método que extrae emociones profundas de un dolor personal con el que se conecta. No importa quién seas, su pureza te conmueve”.
Más allá de las presentaciones, Howard y su equipo revisaron los archivos en busca de docenas de entrevistas que Pavarotti realizó para programas de entrevistas en televisión y noticieros. Luego, llevaron a cabo 53 entrevistas nuevas en Nueva York, Los Ángeles, Montreal, Londres, Módena y Verona desde abril de 2017 hasta junio de 2018. Esta serie de conversaciones aportó las perspectivas no solo de las esposas, familiares, estudiantes y compañeros de ópera y rock, sino también de los administradores, promotores y más que ayudaron a trazar la insólita trayectoria de su carrera.
Luego vinieron los descubrimientos más asombrosos de la película: imágenes muy personales de Pavarotti que nunca se habían dado a conocer. Ese material de películas caseras conservado por familiares y amigos a veces dejaba sin aliento a los cineastas al ver al hombre fuera del escenario.
La película inicia con uno de los clips más asombrosos y oníricos de todos. El año es 1995 y el lugar es Manaus (Brasil), en medio de la selva amazónica. En el magnífico y pequeño teatro de ópera conocido como Teatro Amazonas, donde el propio Caruso cantó una vez, Pavarotti aparece en pantalón deportivo presentándose con total abandono ante un puñado de transeúntes. El clip filmado por el flautista Andrea Griminelli, que viajaba con Pavarotti en ese momento, nunca se había compartido públicamente.
Gran parte de las imágenes poco comunes procedía directamente de la colección personal de Nicoletta Mantovani, la esposa de Pavarotti al momento de su muerte, la madre de su hija Alice y directora del Museo Pavarotti de Módena. Mantovani ofreció su generosa ayuda a la producción desde el principio.
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Pavarotti y sus padres Fernando y Adele
Cuando Luciano Pavarotti murió en la noche del 6 de septiembre de 2007, en su ciudad natal de Módena, Italia, aún “brillaban las estrellas” (Lucevan le stelle, de la ópera Tosca). El aria que repite esta frase, y lo llevó al estrellato, sonó en todo el país para despedirlo.
El país lo lloró a la par que acompañaba su adiós con otra de las arias que lo acompañó a la fama: Nessun dorma (Nadie duerma) de Turandot. No parecía ser coincidencia que el tenor murió a las 5 a.m., víctima de un cáncer de páncreas, en una noche sin tregua, pero como dice la canción en su estribillo final, venció al alba para convertirse en un inmortal.
Doce años después de su muerte, Pavarotti es un mito. Su fama en vez de aminorar sigue creciendo.
Es más, el tenor más popular del último siglo sigue recibiendo homenajes. En Italia se han organizado conciertos para rendirle homenaje en 2019. Un holograma con su figura y su voz participará en un musical que prepara el director Michael Gracey (El gran showman, 2017) que se estrenará en 2021. En la villa de Módena donde murió, se acaba de anunciar la creación de una Casa Museo en su honor.
En Colombia, la celebración llega de la mano del director Ron Howard cuya película está dividida en tres actos, al estilo de las óperas.
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Pavarotti y su esposa Nicoleta Mantovani.
Pavarotti partió en dos el mundo de la música, a pesar de un principio poco auspicioso. Sus primeros años no fueron sencillos: cantó en un coro, luchó por competir en escenarios y durante muchos años no consiguió destacarse. Obtuvo buenas críticas en Europa, pero siguió siendo solo un buen cantante entre los cientos que recorrían el mundo. Pavarotti se había resignado a no atraer la atención de los sellos disqueros -en un momento en que grabar un disco era crucial para destacarse- hasta que la gran dama de la ópera de su época, Joan Sutherland, descubrió el talento del tenor y se enamoró de su simpatía. Ella lo impulsó al estrellato.
Su humanidad voluminosa, su timbre de voz único, su risa sonora, su pañuelo blanco y su capacidad pulmonar lo lanzaron a la estratosfera del mundo del canto lírico. Las grabaciones que realizó de sus roles como Rodolfo en La Bohéme de Giacomo Puccini; Nemorino en la ópera L’Elixir D’Amor de Donizetti; los papeles de Ricardo, Ernani y Manrico en las óperas Baile de Máscaras, Ernani y El Trovador de Verdi, entre otros, le ganaron un espacio exclusivo en el universo operático. Los críticos de Pavarotti señalan que su repertorio operístico era escaso, casi siempre centrado en las mismas obras, porque no se arriesgaba con aquello que podía hacerlo quedar mal. Pero no fue necesario más para consagrarlo. En su vida personal era un amante de la cocina, en particular de la gastronomía de su país, y aparecía siempre sonriente ante el público.
Pero vendría un momento de popularidad desbordada, gracias al proyecto que creó junto a sus colegas Plácido Domingo y José Carreras: Los tres tenores. Logró que sus presentaciones se convirtieran en los más exitosos eventos operísticos jamás producidos hasta la fecha.
Pavarotti legó a vender más de cien millones de discos y acumuló una fortuna cercana a los 150 millones de dólares. Su vida pasó del teatro a codearse a diario con celebridades, desde presidentes hasta princesas como Lady Di o líderes como el Dalai Lama. Fue embajador de la ONU en un momento en que su lado filantrópico salió a flote. Su último trecho como artista lo dedicó a conciertos de beneficencia con grupos célebres y grandes bandas de rock como U2, The Cranberries o las Spice Girls.
El proyecto de Pavartotti & Friends arrancó en 1993, y aunque inició con sus amigos José Carreras y Plácido Domingo, terminó uniendo artistas de distintos géneros en un mismo escenario. A su lado cantaron actos como Queen, Bon Jovi, Stevie Wonder, Aretha Franklin, Zucchero y BB King, entre decenas de otros. Muchos críticos y fanáticos de la ópera no se lo perdonaron, porque consideraron que desaprovechaba su talento.
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Pavarotti en Rigoletto ópera de Giuseppe Verdi
Pavarotti es la tercera creación de una serie que Howard ha dirigido con el fin de explorar las vidas de superestrellas musicales. Antes fueron The Beatles: Eight Days a Week, The Touring Years y Made In America, que recorrió los bastidores del festival de música creado por Jay-Z.
El ganador del Oscar, Ron Howard, que además de director es también productor, ha sido considerado uno de los directores más brillantes de su generación gracias a dramas como Una mente brillante, Apolo 13, El luchador, Rush y Frost vs. Nixon.
En esta ocasión, Howard se centró en la tensión esencial del ser de Pavarotti: de ser un personaje alegre que disfrutaba de la vida con humildad, pasaba a luchar contra las complejidades del estrellato y a tener relaciones turbulentas, matizado por su empeño constante de utilizar su voz para ayudar a otros. El director intercala grabaciones de Pavarotti con entrevistas a su familia, así como de colegas suyos, junto con imágenes inéditas y un sonido Dolby Atmos de última generación para ofrecer una mirada completa a la historia de un hombre de pueblo que emprendió un viaje meteórico a la cima de la fama.
“Aprendí que una de las metas más ambiciosas de Pavarotti era expandir el alcance de su arte para que más gente se enamorara de la ópera. Una y otra vez se esforzó, ya fuera enseñando o viajando al corazón de Estados Unidos o a China, para acercar a la gente a la ópera. Tengo la esperanza de que nuestro documental ayude a continuar ese trabajo de llevar la belleza a la mayor cantidad de gente posible en el mundo”, asegura Howard.
Para darle la humanidad que quería a su obra, Howard trajo al mismo equipo de cineastas con el que trabajó en Eight Days a Week: los productores Sinclair y Brian Grazer, a los que se unieron Michael Rosenberg y Jeanne Elfant Festa, el escritor Mark Monroe, el editor Paul Crowder y el mezclador de sonido Chris Jenkins, tres veces ganador del Oscar (Mad Max: furia en el camino, El último de los mohicanos, África mía). Él fue quien unió la tecnología multidimensional de sonido Dolby Atmos con la genialidad vocal de Pavarotti en los legendarios estudios Abbey Road.
El uso de la tecnología Dolby Atmos permitió que la banda sonora capturara la voz de Pavarotti en una variedad de entornos diferentes. “Con esta tecnología podemos hacer que parezca que estás en una habitación pequeña”, aclara. “Otras veces, en el Amazonas o con Los Tres Tenores en un coliseo al aire libre. Pudimos cambiar constantemente el alcance y la escala del sonido para reflejar cada ajuste”.
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Pavarotti y Lady Di.
1-. Pavarotti pintor. El tenor italiano, además de tener una voz impecable, también tenía un gusto por la pintura. Tanto así que en 1986 realizó una exhibición de sus propias obras en Nueva York junto con otros artistas de su ciudad natal, Modena. Uno de sus cuadros más reconocidos es Portofino, llamado así por lo que retrata un pequeño pueblo homónimo costero en Italia.
2-. Los nueve do de pecho de Pavarotti. Pavarotti sorprendió al mundo entero durante su presentación del La Fille du Regiment: cantó nueve do de pecho seguidos sin ningún esfuerzo. Esta parte de la ópera es considerada una de las piezas más complicadas para los tenores. Además, es un momento muy temprano de la ópera, por lo que el cantante no tiene mucho tiempo para calentar su voz. Pero nada es imposible para Pavarotti, quien logró cantar sin mostrar cansancio cuando se presentó junto a Joan Sutherland en el Metropolitan Opera de Nueva York.
3-. Cientos de presentaciones en el Met. Pavarotti fue admirado por millones de personas, de las cuales muchas pudieron verlo en vivo gracias a que el tenor se presentó un total de 378 veces en la famosa Metropolitan Opera de Nueva York. Su última presentación fue en 2004 con una obra de Puccini: Tosca. Además, en junio de 1980, durante el concierto de verano del Met en Central Park, unas 200.000 personas se presentaron para verlo cantar en el papel del duque en Rigoletto.
4.- Todos se despidieron de la leyenda. El pasado 6 de septiembre se cumplieron 12 años de la muerte de Pavarotti víctima de un cáncer de páncreas. El mundo lo lloró y aún se realizan presentaciones para homenajearlo. Pero durante la visita pública del ataúd 100.000 personas se presentaron para despedirlo. En el funeral estuvieron 700 personas en la catedral de Modena, incluyendo a su amigo y cantante Bono y otras miles de personas afuera de la misma para despedir una de las voces más épicas de la historia.
5.- Pavarotti: la leyenda. Para confirmar lo que ya se sabe, Pavarotti obtuvo el premio Grammy Leyenda en 1998. No queda duda de que fue una de las voces más importantes de la historia, que en esos mismos premios logró un total de 15 nominaciones y cuatro premios más.
*Con información de Cine Colombia.
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