Jorge Abel Carmona Morales*
El llamativo título de la película concuerda con su irregular intensidad, tan fuerte que el extenso primer plano secuencia vale por el resto de la obra, además del notorio trabajo interpretativo que realiza la actriz británica Vanessa Kirby. Fragmentos de una mujer expone el atormentado proceso emocional que padece una madre primeriza con el parto de una bebé que, luego de llegar al mundo, vive alrededor de dos minutos, de manos de una partera sustituta que contrata una pareja. Al final uno se da cuenta que el motivo de esa elección, es bastante común, pese a los riesgos que conlleva: que la niña pudiera nacer cuando ella quisiera. Ese grado de libertad trae aparejada una tragedia que determina el rumbo de la vida de una mujer, cuya familia, especialmente su madre, presiona para que lance cargos judiciales contra la partera.
Si bien, desde el principio, el espectador obtiene todos los elementos para que éste juzgue sobre las responsabilidades en la muerte de la niña, el sufrimiento de la madre opaca las culpabilidades. Tanto ella como el padre, interpretado por un correcto Shia Labeouf, entienden que el lazo que une su matrimonio se rompe con este hecho y el re emprendimiento de la marcha se torna insostenible. El director húngaro Kornél Mundruczó, que ya había dado muestras de su calidad con White god, obra del 2014 con la que ganó la categoría “Un certain regard” del Festival de Cine de Cannes, se atasca con el resto del metraje de duración. Puede ser un problema de guion. Pero las estupendas actuaciones del reparto, además completado por una Ellen Burstyn, siempre atinada, difuminan los tumbos que da el filme durante el resto de la película.
El drama de la madre es el drama de alguien que no estaba preparada para afrontar una situación como esa. Su derrumbe emocional se manifiesta en una aparente calma que es más bien un mecanismo de defensa contra un castigo desproporcionado que le ha infligido la vida. La ignorancia del mundo, el ofrecerles la espalda a las responsabilidades subsiguientes a la muerte de su bebé, le trae consecuencias inesperadas. Su esposo quiere continuar con su vida, pero el dolor y la desidia para continuar, se lo impiden. La actitud de aquel es la de alguien fuerte, quien decide recuperar a su pareja, sin decir que su vida no haya sido destruida. En las circunstancias desventajosas por la diferencia económica que el padre tiene con la familia de su esposa es él quien mejores herramientas emocionales tiene para seguir viviendo. Ella se ha ido de la realidad y ha construido su propio mundo, entre los recuerdos de las semillas de manzanas que son una alegoría de una semilla encarnada apenas unos minutos y que le ha dejado tanto dolor.
En la gelidez del paisaje, ambientado por un frío que hiela los huesos, la abuela rica hace todo lo posible para inculpar a la niñera. La culpabilidad de ella es tal vez una necesidad de desviar la mira del hecho para recuperar a su hija. Si bien la madre evita las lágrimas desbordadas su sufrimiento necesita paliarse con algo. La soberbia y el dinero son esgrimidos como armas para retirar del camino a los extraños. Tanto el marido como la niñera se metieron en la concordia y el buen funcionamiento de un árbol que funcionaba bien, cuyas semillas estaban destinadas a mantener la descendencia, pero cuando algo falló, se requirieron chivos expiatorios para compensar la anomalía.
Quizás si se hubieran potenciado los diálogos entre los personajes, la película no hubiera caído en el inmenso limbo que la aqueja durante la mayor parte de su duración. El vertiginoso comienzo, con ese plano secuencia de 20 minutos, hubiera podido extenderse en intensidad dramática por medio de derivaciones de contenido y forma. Tal vez la exploración ética de los hechos se pierde entre tantas vacilaciones. La recursividad técnica no alcanza para soslayar las derivas de guion de las últimas escenas; durante el enjuiciamiento de la niñera éstas aparentan simplonas por la solución que la historia decide darle a la película. Pese a la mirada optimista del final, el espectador tiene la sensación de que esos elementos entregados recién arranca la obra se quedan en suspenso y no terminan de encuadrar en la redondez del filme. Esa inconexión de aspectos: el del marido, el de la niñera, el de su propia responsabilidad, asumida sin más, son simples excusas para intentar mostrar el universo trágico de un hecho trágico, el más grotesco que puede padecer una madre.
Al final da la sensación de que los personajes que intervienen en la película, además de la madre, son simples anexos y no encajan en la completitud que toda obra cinematográfica debe tener.
***
Netflix acierta con la adquisición de esta obra para engrosar su diverso catálogo. La película está hecha a la medida de una actriz emergente, no obstante, el reconocimiento que ya tiene en su país.
Fragmentos de una mujer es una muy buena propuesta audiovisual que tiene sus desajustes de contenido pero que enseña la pericia estética del director. Su tema sigue manteniendo toda la actualidad del caso y las pistas éticas que ofrece puede convertirse en un buen tema de debate ético. Su apuntalamiento se mantiene en el borde de las buenas interpretaciones y del primer plano secuencia que admiten pródigos análisis en la belleza del filme.
*Antropólogo. Magister en Filosofía. Universidad de Caldas.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015