Jorge Abel Carmona Morales*
Que las historias que el cine esté contando provengan de la literatura no es nada nuevo. Hay que agradecerle a ese arte narrativo las innovaciones más importantes que el cine ha implementado a lo largo de su corta vida. Por ejemplo, los juegos con el tiempo que se traducen en flashbacks, han sido utilizados por múltiples directores hasta hoy, causando incluso sorpresas dentro de las nuevas generaciones, gracias al tremendismo del cine comercial actual, el cual bebe de las películas predecesoras. O las narraciones de historias interconectadas por alguna circunstancia que ocurren simultáneamente o la recreación de vidas que no tienen ninguna relación, aparentemente, o las obras contadas desde diferentes puntos de vista: en primera, en segunda o en tercera persona. Todas esas formas narrativas provienen de la literatura.
Hay un auge de adaptaciones cinematográficas de novelas escritas en diferentes tiempos, desde los autores clásicos, pasando por buenos y malos nuevos literatos consagrados comercialmente hasta best sellers que por su novedad, no permiten aproximar ideas siquiera sobre ellos. Parece haber una crisis de creatividad tan grande que se hace necesario recurrir a las historias ya hechas para maquillarlas, a veces totalmente, con el fin de remover las ansiedades más ocultas del público hábido de novedad visual.
Protagonistas del azar
“La luz entre los océanos” de la escritora australiana M.L Stedman es una historia de tintes nostálgicos que se adentra en conflictos humanos profundos como la desazón que la guerra puede causar en una persona, o el conflicto ético que puede suscitar la ceguera del amor de padres frente a los contenidos del derecho positivo. En esta obra, los personajes son descritos como entidades vivas, con sus ires y venires producidos por circunstancias pasadas. Cada hombre y cada mujer de este libro es consecuencia de algo: de una herida, de un olvido, de una trama superior que padecen en cuerpo y alma quienes fungen como protagonistas del azar.
En la atmósfera de la narración queda la sensación de que todo está configurado previamente, que los actores juegan un rol que ya ha sido asignado por el destino. Los sentimientos generados en y entre los personajes son revelaciones de un complejo tejido de acontecimientos históricos que tienen contenidos metafísicos. El dolor es un combustible que mueve la vida humana.
La película, dirigida por el cineasta estadounidense, está repleta de escenas melodramáticas que hacen el mensaje muy obvio. Esa explicitud de sentimientos aminoran las posibilidades referenciales del arte.
Los conflictos
La historia gira en torno a un matrimonio compuesto por un exmilitar que participó en la Primera Guerra Mundial y cuyas heridas psicológicas le hacen imposible la convivencia y por una mujer que vive en una zona remota en donde los hombres no abundan. Ella tiene problemas para concebir embarazos normales. Un día, aparece en la playa una barca con un hombre muerto dentro de ella que permanece abrazado a su pequeña bebé, aún con vida. Pese a las oposiciones de su marido, la mujer lo convence para quedarse con la niña. El hombre descubre que la madre de la niña es una vecina a la que le envía una carta con mensajes de acompañamiento. La policía, finalmente descubre a la pareja. De ahí en adelante, se exponen las tensiones internas de los personajes.
Los conflictos más evidentes que se aprecian en la película se producen antes y después de la relación establecida por la pareja. En primer lugar, las heridas de guerra se convierten en una carga de la cual el hombre no ha podido salir. La superación del dolor de ver a sus compañeros muertos, de la tragedia que supone la muerte de jóvenes inocentes por decisiones políticas entre líderes que nunca han estado en un campo de batalla, el miedo de encontrarse con los demonios desconocidos pero latentes y la desesperanza de repetir conflictos arraigados en el alma del hombre, son temas de la obra. La sobre posición de un soldado no viene con el cambio de lugar. El paso de la guerra a un estado menos agresivo, no trae consigo la felicidad, pues las heridas permanecen en la mente y en el cuerpo como un peso que nunca se cura. A veces, la soledad puede ser el mejor antídoto contra el odio que se ha acumulado en las personas que han tenido la mala fortuna de experimentar semejantes hechos.
En segundo lugar, el amor de una madre o de un padre puede despertar sentimientos que, mirados desde afuera, parecen reprochables. Hasta las leyes más conocidas y menos rebasables son violadas por la ceguera de las pasiones. Ese egoísmo natural de los hombres se evidencia claramente en las entrañas de una joven que tiene el vientre estéril.
¿Cómo acarrear culpas en una mujer que ha desencadenado una pasión originaria que cada madre lleva adentro, incluso antes de haber parido un hijo? La maternidad es una de las funciones que mezclan de mejor modo la naturaleza y la cultura. El mar siempre es portador de noticias. Por las buenas se pueden soportar fácilmente las malas. Una noticia anuncia la llegada de un hijo largamente esperado, pero tentar al destino puede ser también la oportunidad para que el mal encuentre un lugar para incubarse. En el vientre de una mujer se amontonan los peores desagües de esa turbia fuente de pesares que constituye la existencia. Entre dos mujeres todos los puntos en común se tornan caminos de enrevesadas encrucijadas.
“La luz entre los océanos” es una historia repetida. De sus largas escenas dramáticas quedan buenos momentos que se sostienen por la calidad de su actores.
FICHA TÉCNICA
Dirección: Derek Cianfrance
Reparto: Michael Fassbender, Alicia Vikander, Rachel Weisz, Bryan Brown, Anthony Hayes, Caren Pistorius, Leon Ford, Benedict Hardie, Florence Clery.
Género: Drama, romántico
Países: EE.UU., Gran Bretaña, Nueva Zelanda
Año: 2016
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