Jorge Abel Carmona Morales*
The profesor and the Madman tuvo muchos problemas antes de ver la luz como una película sobre la relación entre un intelectual de Oxford, sin título, y un prisionero paranoico, que emprendieron la monumental tarea de recopilar y definir todas las palabras del idioma inglés para consignarlas en un diccionario cuyo título llevaba por nombre “Oxford English Dictionary”. La obra, terminada medio siglo después, es iniciada en la segunda mitad del siglo XIX como parte de ese espíritu imperialista inglés que se propuso controlar el avance económico, político y cultural del mundo entero.
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Mel Gibson como James Murray en la película Entre la razón y la locura.
James Murray, el lexicólogo escocés y William Minor, el recluso, comparten la avidez de conocimiento, desde perspectivas distintas. El primero es un hombre que domina una multitud de idiomas y dialectos, incluso ya desaparecidos y que se ha apartado de la academia oficialista pero que tiene las competencias necesarias para llevar a cabo esa recopilación idiomática. El segundo, un ex militar del ejército estadounidense que sufre de un trastorno paranoico cuya enfermedad lo lleva a asesinar a un hombre en la puerta de su propia casa; tiene una memoria fotográfica, apta para hacer inventarios de palabras y con el tiempo suficiente para trabajar sin descanso en algo tan complejo.
Murray cuenta con el apoyo de su esposa quien siente la ausencia de su marido y se implica en el juego de emociones en la empresa de su marido que la película intenta despertar en el espectador. Minor guarda una enorme culpa por el asesinato de un hombre inocente quien deja a una familia grande encabezada ahora por la viuda que debe alimentar a siete hijos. El recluso, como parte de su redención ofrece la pensión ganada como militar a la familia huérfana de padre, pero la mujer no la acepta. La implicación entre el convicto y la mujer viuda llega a límites insospechados, incluso, según la obra, a una especie de atracción amorosa que desafía todos los grados de credibilidad posibles. Inicialmente, los muros entre ambos son tan grandes que Minor debe enfrentar la mirada de aquella mujer desesperada por el dolor de su pérdida con los ojos azules de un hombre atormentado por las sombras de su mente perdida en el pasado.
El emprendimiento del diccionario es un escape ante la maraña de pensamientos obsesivos que hacen de la vida del recluso, un trámite intolerable. El filme enfatiza el vínculo que se establece entre los dos hombres; Murray ve en Minor a un individuo rebasado por las circunstancias, el homicidio tal vez es una treta de la vida como una prueba que debe expiar con un castigo tan fuerte como la pérdida de la razón. Ese es un punto fuerte de la obra porque se expulsa esa duda de funcionalidad que se limita estrictamente a la terminación del diccionario. La perfección de la vida del lexicólogo: una familia perfecta, una esposa que lo ama, unos hijos afectuosos y una carrera brillante, contrastan con la desolación y los tormentos de un “demente”, solo, en un país lejano.
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Farhad Safinia es un guionista, productor y director estadounidense conocido por Apocalypto, Boss y The Professor y The Madman.
El director de la película, Farhad Safinia (coescritor de Apocalipto) resalta la confusión de roles, ¿quién es realmente el genio y quién es realmente el loco? ¿O entre ambos papeles la línea es indistinguible?
La historia, basada en un best seller de 1998, escrito por Simon Winchester, está llena de matices dignos de una buena película, pero el filme se ejecuta con el ritmo de una miniserie televisiva que carece de intensidad. La relación entre Murray y Minor tiene debilidades dramáticas que evidencian su desbalance. Y entre Minor y la viuda, las circunstancias que conducen al afecto generado entre ambos personajes no tienen la coherencia necesaria para hacer creíble la historia tejida entre ambos.
Como película de época pudo ser mejor aprovechado el ambiente intelectual de la época, en cuyo seno los científicos e historiadores del imperio británico, en sus diferentes áreas de conocimiento, vivían un clima de efervescencia académica quizás como ninguno otro en la historia de la humanidad. Pero no sólo los defectos de la película se encuentran en la trama de relaciones de los personajes, sino en la intensidad de las situaciones que por la gran cantidad de detalles que la historia sugiere hubieran podido convertir una obra que cinematográficamente puede pasar desapercibida a una obra de características mejor dotadas.
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Sean Penn en el papel de William Minor en la película Entre la razón y la locura.
Al bisoño director le faltó la asesoría de un director versado en la materia como Mel Gibson, cuyo trabajo está plagado de intensidad. Uno de los puntos fuertes de la obra es el de las actuaciones. El trabajo de Sean Penn, como siempre no admite ningún reproche, la sutileza y la pasión se expresan en cada una de las escenas, especialmente en las que tienen que ver con las crisis de personalidad que sufre Minor. Nadie mejor que este actor estadounidense para representar estados mentales por medio de gestos y palabras que van directamente al mundo psicológico del espectador.
Natalie Dormer como la viuda destaca por su actuación convincente, entregada a su papel con sutileza, pero con gran pasión en cada uno de los momentos que expresa en pantalla.
Jennifer Ehle, la esposa del profesor asume un papel correcto, con la suficiente energía actoral para acompañar o desaprobar ciertos comportamientos de su esposo.
Y Mel Gibson todavía sigue generando esa falta de resolución en sus actuaciones. Él es un actor que no despierta lo más mínimo de credibilidad en papeles dramáticos, excepto los que tienen que ver con las películas denominadas de acción en las que participaba anteriormente.
The profesor an the Madman es una película informativa por la novedad de la historia para millones de personas que no conocíamos los hechos reales en que se basó esta obra. Como película de alto vuelo es más una anécdota fílmica en la que han participado muy buenos actores.
*Antropólogo. Magister en Filosofía. Universidad de Caldas.
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