Sergio Villamizar Dussan*
Tras más de dos décadas de construir una obra en la que incluye novelas, cuentos y ensayos, desarrollando un público fiel y dedicado, que en cada una de las últimas ediciones de la Feria Internacional del Libro de Bogotá (Filbo), protagonizan las más largas filas de firmas de libros, Mario Mendoza ha decidido que se concentrará en la novela gráfica y el cómic.
Es un salto al vacío, tras años de estar concentrado en el solitario trabajo del escritor, ahora le apuesta a un mundo diferente donde la clave es el trabajo colectivo, pero no es la primera vez que este bogotano, ganador en 2002 del Premio Biblioteca Breve con Satanás, se lanza al abismo.
Tras haber publicado algunas novelas, dividiendo su tiempo entre la escritura y el trabajo en una universidad en Bogotá, decidió que si quería hacer el proyecto literario que soñaba, debía concentrar todos sus esfuerzos en él, por lo que renunció, y bajo una economía de guerra, se dedicó sólo a escribir.
Esto lo llevó a construir una obra que ahora cierra con Akelarre, la novela que presentó en la Filbo, dentro de la cual sus lectores se encontrarán con un viejo conocido, Frank Molina, aquel detective de novelas como Lady Masacre, quien es un paciente psiquiátrico con serios problemas de alcohol y drogas, quien tiene cuentas pendientes con su pasado mientras investiga una serie de crímenes en el centro de Bogotá.
Una novela a tres voces que el propio autor asegura fue la más difícil de escribir y que ya empieza a sorprender a su legión de lectores.
Foto/Colprensa/Papel Salmón
Mario Mendoza, escritor colombiano.
- ¿Este es el fin?
Yo creo que había que definir Ciudad Gótica. Después de tantos libros había que intentar precisarla y fue lo que intenté hacer en Akelarre, para ir al gótico y desde allí intentar reflexionar sobre qué es el gótico de la ciudad industrial, que viene hacer el Londres de Doctor Jekyll y míster Hyde, es Víctor Frankenstein y el de Jack El Destripador, con su gran hedor, entre el cólera y el hacinamiento.
Intentar entender la ciudad arquetípica contemporánea tercermundista a la luz de este origen gótico de la ciudad industrial. De ahí, el deseo de entrar en la Bogotá profunda y definirla que era lo que venía intentando de libro en libro, pero esta vez, yo creo que ahora lo logro. Por eso es un callejón sin salida, esta novela no tiene hacia donde salir. Yo sabía, desde la mitad de la novela, que iba hacia un abismo de grandes dimensiones, que por fortuna se me cruza el proyecto de novela gráfica y de cómics, que es a lo que me dedicaré ahora.
- ¿Difícil escribir sabiendo que iba camino a ese abismo?
Si no fuera por ese nuevo proyecto no sé qué sería de mí, porque estaba entrando en la zona oscura que han atravesado varios escritores y la que todos le tenemos pánico y terror. Gabo en algún momento tuvo cuatro años de silencio, en los que creyó que nunca volvería a escribir, pero luego llegó el gran estallido de Cien años de soledad. Yo creo que entro a ese desierto del cual uno ha leído tanto y que pensé que nunca me iba a tocar, no hay manera de evitarlo, pero para mi fortuna está el otro proyecto. Creo que ha sido mi gran obra y una novela muy difícil de escribir. Poco a poco la gente se dará cuenta de lo que hay.
- ¿Cómo fue la construcción de Akelarre?
Ha sido mi novela más difícil y la estructura más complicada que he armado, siendo una novela polifónica con cambios de narradores y voces. Me demoré tres meses sólo dibujando la estructura. Dudo mucho que vuelva a realizar un proyecto de esta envergadura.
- Un reencuentro con el personaje de Frank Molina...
Me ha acompañado en varias novelas, como Lady Masacre, y el detective es perfecto para entrar en la ciudad industrial. Te permite entrar de una, sin preámbulos, es como un cuchillo entrando en mantequilla. Por eso, la novela comienza con él, siendo un narrador muy próximo y complejo, fuerte, y que también termina la novela.
- ¿Sabía que volvería a Frank Molina?
Tenía una cuenta pendiente con Frank, sabía que nos volveríamos a ver. Yo había investigado muchos detectives bogotanos que se dedican a encontrar infidelidades, visitándolos para poder construir a Frank, quien es una mezcla de varios de ellos, y apenas empecé a narrar supe que era el indicado.
- Un personaje que recorre la Bogotá oculta...
El gótico, de alguna manera, es también el miedo al otro. Conectar con el otro, intimar es difícil. Ya lo dijo Sartre, “El infierno son los otros”, y lo que hace Frank es entrar en el verdadero corazón de la ciudad, de manera directa y tenebrosa, por lo que estamos en el submundo desde el primer capítulo. Es un ángel caído que debe caer hasta allá, cruzando capas, que me sirve para ser rápido y ubicar al lector, porque saben que no me gusta alargarme o adornarme mayor cosa. Esa velocidad es una de mis grandes obsesiones estéticas, porque la amo cuando leo, me gusta un narrador veloz y visceral que no me engolosina.
- Personajes para navegar en esos sórdidos mundos...
La mayor parte de mi literatura está basada en catarsis, que es la conexión con lo negativo, por eso es tan raro esa corriente contemporánea del éxito, de ser feliz, sonríe, debes tener sólo pensamientos positivos, lo cual en realidad es nocivo, porque buena parte de la existencia es la enfermedad, la muerte, el dolor, la ausencia, los duelos, la gente nos deja de amar, se despiden. Hay que asumir el lado oscuro, las pasiones oscuras, aprender a estar deprimido sin matarse, porque son muy importantes las sensaciones negativas. Buena parte de nuestra existencia está en aceptar lo negativo sin descomponerse. La catarsis es el descenso para sanar cosas que no están bien y que no podré purificarlas si no las enfrento cara a cara. Debemos bajar a las cañerías y revisar bien, y eso es Akelarre, un descenso profundo para hacer esa tremenda catarsis.
- ¿Una novela a tres voces?
Al ser un canto coral, una canción agónica de la ciudad industrial, que además de Frank está el sacerdote médico y una artista que empieza a tener visiones, quien empieza a sospechar otra cosa y termina siendo una vidente. Aunque sea más cercano Frank, Leticia, la artista es un personaje muy potente, lleva el pulso narrativo, lo cual no es fácil de entender.
- ¿Qué le ha generado su nuevo nuevo proyecto?
Me abrió la posibilidad de conocer a Keco Olano, la posibilidad de entender la novela gráfica, que siempre se ha visto en el mundo intelectual por encima del hombro, incluso le dicen ‘monitos’ o ‘muñequitos’ con desprecio total. Con Keco aprendí que hacer novela gráfica es hacer cine en dos dimensiones, con locaciones, vestuario, personajes, todo exactamente igual, con un guion exactamente igual que en el cine. Voy hacer cine en libro.
- Dentro del nuevo proyecto, ¿qué viene después de la novela gráfica de Satanás?
Ahora no sólo estamos haciendo la trilogía gráfica, un proyecto de gran envergadura y la gente se sorprenderá muchísimo cuando vea lo que estamos haciendo. Estamos diseñando la ciudad en la que ocurre la historia y llevamos meses en ello.
- ¿Cuándo se empezarán a conocer estos nuevos proyectos?
Los primeros dos cómics los presentaremos en Sofa, que se llama El último día sobre la tierra, y dentro de un año, en Filbo, lanzaremos la primera novela gráfica de la trilogía que estamos construyendo. Es una línea apocalíptica, lo que llaman literatura de anticipación y siento que la gente se sorprenderá con historias muy bellas, muy potentes.
- ¿Qué opinan sus lectores de esta decisión de concentrarse en el nuevo proyecto de novela gráfica y cómics?
Hay opiniones de todo tipo. Algunos piensan que es un error de gran envergadura, otros pueden creer que estoy liquidado, lo cual es cierto y no hay que temerle a eso. Por encima de todo, espero que todos sientan una absoluta honradez, porque no estoy haciendo libros para vender o voy detrás del éxito y debo producir y producir. He tenido una disciplina en los últimos años, muy entregado, porque tengo una conciencia de la muerte. Desde que muere mi padre tengo claro que tengo la muerte en la nuca, porque ya sé que morirse es muy fácil. El origen de la disciplina está en una conciencia de la muerte, porque si te crees eterno, pospones y pospones y nunca haces, pero si tienes esa conciencia, trabajas rápido y haces las cosas hoy. Mi disciplina y mi productividad no van ligadas al éxito, van ligadas a la muerte. Hay una absoluta honradez, porque si no tengo nada que decir, no digo nada y sólo me pronuncio cuando tengo algo qué decir.
- Una legión de lectores bastante variada...
Entre mis lectores hay abuelos, padres e hijos. Algunos me han seguido desde que era joven y ellos también, y algunos tienen hijos que a la vez tienen hijos. Tengo 55 años, algunos de los lectores de mi edad pueden tener hijos que tienen 35 años y que ellos tienen hijos de diez años que leen mi saga juvenil.
- ¿Cómo vive Mario Mendoza la Filbo?
Lamento mucho no poder ir a la Feria como lector, lo cual me hace mucha falta, el poder caminar despreocupadamente y de manera anónima, tranquilo. Ese placer ya no lo tengo y me hace falta, pero lo vivo como escritor, que también es chévere.
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