Víctor Diusabá Rojas
PREGONERO | La Patria
“Cuando llueve, Manizales no se mueve”. Tomo la frase de mi colega Juan Guillermo Palacio para decir que así fue, una vez más, y que así seguirá siendo, por los siglos de los siglos.
Y ahí, mientras escurre agua de todo lado, como testimonio de que la vivimos, van y vienen los recuerdos de una corrida de esas que solo se dan aquí y de la que tiraron los toreros, porque así lo entienden y lo asumen, y los toros de Santa Bárbara, más unos que otros, aunque, en general, sin disgustar.
Podríamos entrar ya en materia sobre eso, pero antes es obligatorio rendirse ante la gente, esa misma que se quedó hecha estatua, como si lo que caía no fuera el cielo cargado de horas antes.
Ustedes, cómo no, hacen grande esta fiesta y la defienden sin nada a cambio que vivirla con pasión. Chapeau, señoras y señores.
Vale, ahora a lo que vinimos. En orden de importancia, José Garrido se llevó parte del oro de la tarde. Porque lo cosechó y lo recogió en la lidia del tercero de la tarde, al que supo darle tiempos, distancias y pausas que, al final, erigieron la faena por la que la gente se rompió las palmas bajo los chubasqueros y cantó los oles entre las mascarillas. Todos contentos, no menos el ganadero Carlos Barbero. Por lo que hizo su toro, pero también por las manos en que cayó, aquellas que sacaron el mayor provecho de sus embestidas.
De oro también fue lo de Román. En ese quinto dejó ver todo lo bueno que el torero valenciano lleva por dentro: no solo su variedad sino ese desafío permanente de no dejar escapar una sola oportunidad que le signifique, al mismo tiempo, triunfo y disfrute. Para él, una cosa no puede ir sin la otra.
Y así lo sintió ante un toro al que supo llevar muy lejos hasta convertirlo en importante y con el que se negó a oír cantos de sirena para que buscara pañuelos que no fueran los de las orejas, justas y merecidas.
Incluso, sus dividendos pusieron ser mayores de acertar con la espada en el segundo de la tarde, en el que construyó solo sin mayor ayuda de su enemigo. No fue en cambio la tarde de José Arcila. Los dos toros le caminaron en sentido contrario al de sus ilusiones. Otra vez será torero, en esta, su plaza.
Román Collado, viejo conocido por sacar adelante su eterno compromiso con la afición manizaleña
Ficha de la corrida
Segunda de abono de la 67 Feria de Manizales
Seis toros de Santa Bárbara, bien presentados, de comportamiento desigual. El tercero, premiado con vuelta al ruedo. El quinto, palmas en el arrastre.
542, 466, 449, 530, 504 y 476 kgrs
José Arcila: Silencio tras aviso y silencio.
Román Collado: Palmas y dos orejas.
José Garrido: Dos orejas y palmas.
Percance: Herido en pelvis derecha por asta el banderillero Marcos Prieto en la lidia del primero de la tarde. Fue atendido en la enfermería y posteriormente conducido a un centro asistencial. Pronóstico reservado. Lluvia fuerte en los cuatro primeros turnos. Gran trabajo de los monosabios de la plaza para permitir el desarrollo del espectáculo.
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