Luis Felipe Molina R.
EL PREGONERO | Manizales
Lo cargaron rápidamente, después de entrar a matar. Estaba justo por ingresar a la enfermería de la plaza de toros, cuando con esfuerzo, levantaba el torso, el cuello y la cabeza para saber qué sucedía con el novillo que recién había entrado a matar. Sin embargo, Andrés Bedoya solo supo lo que había sucedido en el ruedo por los gritos del público que le apoyaron y sirvieron para que la presidencia le consignara el primer trofeo de la 65 Temporada Taurina de Manizales.
A Bedoya, quien estaba consiguiendo algo de brillo, lo trasladaron a un centro asistencial minutos después de concedida su oreja para revisar qué había sucedido en la parte posterior de su rótula derecha. Su cuadrilla paseó fríamente la oreja que el joven manizaleño hubiera deseado exhibir ayer.
Esa historia, de redención y frustración es quizás lo más importante de lo que quedó de la tarde de ayer, en la novillada con picadores que dio inicio a la temporada taurina del 2020. Diego San Román, desde México, y Gitanillo de América, por Colombia, también hicieron el paseíllo ayer en una tarde que por momentos fue de bostezo.
Matices
San Román supo torear, hasta un punto. Luego, exageró. Por momentos quiso buscar lo que no necesitaba y se ganó sentir la fuerza del novillo en su contra. Y, lastimosamente, esa es la historia que se repite con muchos aspirantes a toreros; no se potabilizan lo suficiente para dejar que las faenas tengan ese don de naturalidad que las hace especiales y únicas y, por lo contrario, pierden la cabeza, comienzan a arriesgar más de la cuenta y terminan por opacar accidentadamente lo que con trabajo hicieron al inicio.
Sin embargo, con la afición al bolsillo se pudo haber tentado a salir por la puerta grande, pero mala ejecución con el estoque lo privó de una salida triunfal.
Gitanillo de América, por otro lado, profundizó en su repertorio, que incluye, generalmente, vistosidad en la capa y luego una faena que divide, pues emociona y llega a los tendidos, pero que tampoco conecta; es decir, no existe esa comunión con el novillo, porque quien está forzando el ritmo es el novillero y no la res y ahí comienza la desconexión que se le vio en las tres salidas ayer, pues, por la lesión de Andrés Bedoya, al ser Gitanillo cabeza de cartel, tuvo que cerrar el turno del manizaleño.
Gitanillo debe calmarse, ser menos atropellado en su ejecución y pensar no en lo que vean de él, sino en lo que él ve en el novillo.
Variado
El quinto toro se malogró y su cambio duró más de 12 minutos. No porque el toro hubiera sido complejo de regresar a chiqueros, sino porque inexplicablemente, de la nada, dos cebúes pisaron la arena. Para los monosabios fue una larga tarea poder regresar los dos animales a los toriles. Intentaron con garrochas o por el callejón, hasta que por su propia cuenta fueron regresando. Esto retrasó la continuidad del espectáculo, pero sirvió de entretenimiento a los espectadores, quienes sufrían por la falta de emoción en lo que iba de tarde.
En una novillada se sabe que las exigencias bajan conforme se presentan las situaciones en el ruedo, pero por momentos hay condescendencia excesiva en la autorización de la música, que es un trofeo para la confección satisfactoria de una faena, más que un factor de animación de lo que sucede en la arena.
Dedicatoria: Los escritos de esta semana van dedicados a una oyente y lectora que ayer se fue a descansar después de haber dejado todo listo en este mundo.
Fotos | Darío Augusto Cardona | LA PATRIA
Gitanillo de América intentó torear largo.
Diego San Román logró la mayor conexión con el público en la tarde.
Andrés Bedoya, lesionado en su primera salida.
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