Presenta varias épocas de un país que muchos han olvidado, otros no vivieron, pero que es vital conocer para entender el presente de Colombia. Letras.
FERNANDO RODRÍGUEZ Y SERGIO VILLAMIZAR*
LA PATRIA | SALAMINA
El escritor colombiano William Ospina estuvo de visita en Salamina (Caldas) para presentar su más reciente novela denominada Guayacanal.En ella narra la historia de una familia, su familia, de como unas personas se enfrentaron a montañas llenas de selva y después de la Conquista, con esfuerzo y valentía, convirtieron esa selva en una morada, en su patria, en un sitio para la vida, la amistad y el trabajo.
“En Guayacanal trato de rescatar algunas de las cosas que escuche de labios de mi familia. Me alegra y me conmueve que estén en Salamina algunas de las personas que son protagonistas de esa novela”, indicó Ospina en las instalaciones de la Fonda de Arriería, una casona recién restaurada situada en zona rural de este municipio caldense.
Según el autor, parte de esta historia fue el viaje de unos colonos provenientes de Antioquia quienes encontraron tumbas llenas de oro que detonaban que esos lugares habían sido poblados a lo largo de varios años, pero que fueron exterminadas por una conquista brutal. Asimismo, descubrieron que esas tierras tenían dueño y era difícil ocuparlas.
“Lo que ahora llamamos departamentos en otros tiempos eran fincas de familias y se corrió el riesgo de que hubiera una guerra. Pero hubo violencia. La Colonización me permitió entender por qué mis tíos y abuelos recordaban con tanta alegría la vida campesina", dijo.
En la presentación del libro estuvo el gobernador de Caldas, Guido Echeverri, quien le dio la bienvenida a Ospina. “Hace usted maestro un gran homenaje a Salamina al venir a reunirse con nosotros para mostrar su literatura y eso nos llena de orgullo y satisfacción”, dijo Echeverri.
La obra
El texto está ilustrado con fotografías familiares de esas épocas y el escritor de novelas como Ursúa, El país de la canela y La serpiente sin ojos, entrega en su nuevo libro algunos elementos necesarios para entender por qué estamos como estamos.
- Su libro más personal, ¿por qué contarla ahora?
Se debe mucho a ciertas ausencias familiares. Historias que solíamos repetir en familia, pero en los últimos años han muerto mis padres y otras personas, por lo que me sentí obligado a inclinarme sobre la memoria y a tratar de relatar todas estas cosas. Quería salvar buena parte de estas historias y con ello, la memoria de muchos seres queridos.
- ¿Cómo fue el trabajo de la memoria para este libro?
La memoria es selectiva y en muchas ocasiones inventiva, en este caso, como eran historias que recorrí desde mi infancia, la preocupación no era tanto cómo recoger la información, sino cómo seleccionar lo que conviene para el relato. Si contara todo tal vez la historia sería distinta, pero solo algunos episodios salen a flote sostenidos por muchas cosas que quedan guardadas, entonces la historia que va apareciendo es una historia nueva inclusive para mí.
- Parte de la historia usted no la vivió...
La mayor parte de los hechos ocurren antes de mi infancia, en los tiempos de lo que yo llamaría ‘El esplendor del mundo campesino’ que fue difícil de construir a finales del siglo XIX, porque significó la ocupación de un territorio indómito de una selva baldía que llevaba tres siglos sin ser habitada desde que desaparecieron los pueblos indígenas. Incorporar ese mundo tan agreste a un modelo cualquiera de sociedad y de civilización fue duro porque fue luchar, primero contra los dueños que eran los herederos de la corona española y también en contra de la naturaleza.
- ¿Cómo fue el trabajo de recordar y escribir sobre la memoria de la infancia?
Soy testigo del final, del momento trágico en que la violencia destruyó ese mundo. Todo condujo a que contara primero esos episodios sombríos y después contar lo mejor de ese mundo perdido, tanto en términos de esfuerzo, conocimiento del territorio, convivencia y todas las fiestas y travesuras que también están ahí. Al comienzo debía pasar por las puertas de mi memoria personal para entrar a ese mundo de la memoria de mis tíos, abuelos y bisabuelos. En esa medida, siendo un relato personal en términos literarios, es más un relato colectivo en el que trato de no figurar mucho por el hecho de ser narrador.
- Una violencia que lo tocó a usted y a su familia...
Me tocó la violencia de los años 50, pero todas las cosas malas a veces dejan algunas buenas. A mí me dejó el querer ser viajero. El estar de pueblo en pueblo huyendo en mi infancia, ha hecho que me sienta en casa cuando voy en un carro a 40 kilómetros por hora viajando por estas carreteras. Me encanta viajar por el país, y aunque tengo mucho arraigo, tanto en el norte del Tolima como en Cali, donde viví mi adolescencia, me siento colombiano y todo mi esfuerzo y trabajo literario se ha encaminado en construir un diálogo rico y festivo entre todas esas regiones diversas.
-¿Cómo se vivía la violencia dentro de su familia?
Mi padre era liberal y mi madre de familia conservadora y siempre se quisieron mucho por lo que nunca aprendí ese odio, que siempre me pareció irracional y absurdo. Los vecinos que eran amigos de mi padre, eran conservadores y le salvaron la vida cuando venían a matarlo. No hubo una guerra civil donde medio país odiara a la otra mitad con razones, en realidad era pura retórica, y como Gaitán intentó contrariar eso diciéndole a la gente que la pobreza no era ni liberal ni conservadora, arreciaron en esa retorica e hicieron que el país se desangrara.
- ¿Difícil salir de ese círculo vicioso?
Un Estado que no construye una economía fuerte en la sociedad civil, hace que ese mismo Estado sea un botín por el cual cual hay que batirse a ciegas, porque ahí están los puestos y el mayor capital. Los políticos no se odian porque tengan diferencias filosóficas, sino porque se siguen disputando el botín que seguirá ocurriendo hasta que la ciudadanía marque la pauta.
- Incluyó nombres de famosos bandoleros de la época como Desquite y Sangrenegra
Fueron incontables los bandoleros que se convirtieron en los protagonistas de la historia del país. Es también algo típico de la manera extraña de vivir este territorio, donde cada generación debe aprenderse los alias de cada momento. En la novela recuerdo el poema de Gonzalo Arango cuando mataron a Desquite, diciendo que si el país no aprendía a ofrecerle un destino digno a sus jóvenes, Desquite iba a nacer muchas veces de nuevo. Lo dijo a comienzos de los años 60 y así ha ocurrido.
*Con información de Colprensa.
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