EFE | LA PATRIA | Sevilla (España)
Las cosas no pudieron salir como se habían planeado en la noche del día 23. El alternante Rafa Serna recibió una seca y certera cornada al entrar a matar al toro de su alternativa y no pudo salir a matar al sexto en otra tarde taurina de septiembre en Sevilla.
El flamante vestido de torear que le había diseñado el pintor Ricardo Suárez se empapó en sangre mientras las asistencias le conducían a la enfermería.
Fue el final inmerecido de una entregada actuación, a veces incluso acelerada, que había comenzado con una arriesgada larga cobrada a portagayola.
El toro estuvo a punto de arrancarle la cabeza, pero el inminente matador no se atemorizó aunque pudo comprobar que las condiciones de su enemigo no eran las más idóneas para sacar lucimiento.
Rafa Serna, un nuevo simpático torero sevillano, recibió los trastos del oficio de manos de un padrino imprevisto. Brindó a su padre y se entregó sin fisuras en un trasteo decidido y apresurado que no tomó vuelo por culpa del animal. Montó la espada y cobró una estocada, cambiada por la cornada. El toro murió sin puntilla a la vez que el nuevo matador alcanzaba el quirófano.
Ese padrino imprevisto era Talavante, que había sembrado alguna duda en su actuación de la víspera.
Convertido en una base inesperada de la Feria de San Miguel, esta vez salió dispuesto a poner a todo el mundo de acuerdo en una faena inspirada, reunida y explayada que brilló especialmente por la mano izquierda. Fue la mejor versión de un torero que a veces deja la sensación de que puede dar más de lo que da.
El mal manejo de la espada le privaría de cortar una oreja con fuerza.
Pero el trofeo sí acabó cayendo después de la impresionante cogida que cambió por la estocada al cuarto de la tarde. Decidido a no dejar pasar en blanco, aseguró la estocada que cambió por esa fea y aparatosa voltereta de la que salió con el vestido roto pero milagrosamente indemne.
Le quedaba el sexto, al que tuvo que matar por el percance de Serna. Lo recibió a portagayola pero el animal no le iba a dar ninguna opción en la muleta.
El testigo de la ceremonia fue el diestro peruano Andrés Roca Rey, que se esforzó con sus dos toros con pocos resultados. El primero humilló sin emplearse de verdad y el quinto, distraído y mirón, acabó renunciando a la pelea a pesar de la meritoria entrega de su matador.
La buena actuación global de Alejandro Talavante, que no estuvo acompañada de solvencia estoqueadora, hizo olvidar en parte el amargo sabor del percance de Rafa Serna.
Alejandro Talavante sufrió la "fractura transversal de la segunda vértebra lumbar" a consecuencia del percance sufrido en Sevilla. Talavante deberá llevar a cabo un tratamiento a base de calmantes y antiinflamatorios y tendrá también que guardar reposo "relativo" según la tolerancia al dolor.
Este contratiempo no afectará lo más mínimo la agenda del diestro, pues el de Sevilla fue su último paseíllo de la temporada europea.
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