AGENCIA PANDI
LA PATRIA | Bogotá
Las redes de trata de personas han intensificado sus movimientos contra los niños, las niñas y los adolescentes. Así lo establece un reciente informe de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), al revelar que en el año 2011 las misiones de la Organización en 91 países atendieron un total de 2.040 víctimas menores de 18 años. La cifra supera en un 27% la observada en 2008, cuando se registraron 1.565 casos de este delito en el mismo rango de edad.
Según el informe de la OIM, el cual refleja la dinámica mundial de este delito, el incremento del número de víctimas con menos de 18 años es 14 puntos mayor que el de aquellas que ya cumplieron la mayoría de edad. En efecto, el número de adultos atendidos por esta causa a nivel global se incrementó en un 13% al pasar de 3.012 a 4.404 en el mismo período.
En Colombia, de acuerdo con el reporte del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), entre marzo de 2011 y marzo de 2012 la entidad recibió 51 denuncias de niños, niñas y adolescentes víctimas de trata de personas, todos reclutados dentro del territorio nacional y todos con fines de explotación sexual.
“Los casos reportados han sido por presuntos traslados de niñas y adolescentes al interior del país y la principal causa es el contacto a través de redes sociales para trabajar ejerciendo la prostitución”, precisó el ICBF en respuesta a la Agencia de Comunicaciones Pandi. “Algunos de los casos fueron reportados a través de la Línea de Prevención contra la Trata de Personas para adelantar las acciones de verificación de derechos”, agregó.
Factores como la falta de sistemas de información rigurosos e interinstitucionales y los complejos modos de operación de la trata de personas impiden establecer con exactitud las dimensiones de este delito, uno de los más lucrativos del mundo. Los datos disponibles se limitan a las cifras de las entidades que atienden a las pocas víctimas que reportan su situación y a las vagas estimaciones que las autoridades logran hacer a partir de ello.
Según el Departamento de Estado de Estados Unidos, en el mundo se han identificado por lo menos 40 mil víctimas de trata, aproximadamente 1,8 personas afectadas por cada 1.000 habitantes. Mientras tanto, en Colombia, la Organización de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDC) indica que entre 2003 y 2007 se investigaron 543 casos de víctimas de todas las edades, unos 100 casos por año.
Pero quizás el registro verificable más actualizado de la problemática en el país es el que terminaron a finales de 2011 la misión de la OIM en Colombia y la Universidad de los Andes. Cotejando los datos de la Fiscalía General de la Nación y del Comité Operativo Anti-Trata (COAT), el documento concluyó que entre 2005 y 2007 se denunciaron 207 casos de trata de personas en todo el país, una cifra que, a juicio de los propios investigadores, está lejos de reflejar la magnitud real de la problemática.
“Hay información como los testimonios de las víctimas que muestra cómo el problema es mucho mayor”, advierte Carolina López Laverde, coordinadora del Programa Integral contra la Trata de Personas, de la OIM en Colombia. “Cuando tú tienes una víctima que retorna al país o que es recuperada, ya sea víctima de trata interna o externa, ella misma te dice que en el lugar donde estaba había otras 10, 15, 20 y hasta 50 víctimas colombianas; eso nos dice, entre otras cosas, que el problema es mucho mayor de lo que está registrado en las cifras oficiales”.
Las organizaciones que lidian con la trata de personas coinciden en identificar que Internet es uno de los canales más amplios para el contacto y reclutamiento de las víctimas. No en vano, los medios de comunicación registran con cierta frecuencia la desaparición de adolescentes y jóvenes cuyos familiares sospechan de sus contactos previos a través de las redes sociales, las aplicaciones de conversación instantánea y otros mecanismos de la Red.
“Últimamente se está utilizando mucho Internet como medio para contactar a los menores de edad”, confirma Óscar Gómez Díez, director de la Fundación Esperanza, entidad que trabaja por los derechos humanos en contextos migratorios. “Se hace a través de las redes sociales, donde los citan a reuniones, les hacen ofertas afectivas o lúdicas y, en ocasiones, ciertas ofertas laborales”.
La facilidad de la comunicación a través de Internet ha servido para allanar otro escenario de la trata de personas que se configura en reconocidos lugares públicos, en desarrollo de actividades que a primera vista transcurren en la completa legalidad. Tal es el caso de los encuentros juveniles que son citados por las redes sociales en un parque o en las inmediaciones de un concurrido centro comercial y que aparentemente no tienen nada de irregular.
“Viene un explotador sexual de Inglaterra y a través de Internet concreta una cita en Bogotá con un adolescente que vive en Armenia”, ejemplifica Luz Stella Cárdenas, directora de la Fundación Renacer, organización que atiende víctimas de la trata de personas, especialmente con fines de explotación sexual. “A través de los contactos del mismo grupo, el muchacho busca quién le facilite el viaje y llega a la cita. Aparentemente ahí no hay ningún delito y por eso detectar estos casos requiere un trabajo de investigación mucho más fuerte”.
Y aquí las familias juegan un papel determinante. Para quienes siguen de cerca los recorridos de la trata de personas, es claro que muchos menores de edad caen en las redes obligados por la desesperación que les genera vivir en medio del maltrato, la violencia intrafamiliar o la falta de un espacio para expresar sus sentimientos y sentirse comprendidos. “Hay menores de edad que huyen de la casa por maltrato o por cualquier dificultad que tengan con su familia y en el camino para sobrevivir se vuelven mucho más frágiles a que los exploten”, apunta Diana Cano, investigadora de la Fundación Esperanza.
En otros casos, las autoridades se encuentran con niños y niñas que no viven en contextos de violencia intrafamiliar aparente, pero sí pasan sus días en la soledad que reina en las dinámicas familiares de hoy o en la compañía intermitente, a veces indiferente, de padres o cuidadores que no conocen a sus hijos ni conciben espacios para el acompañamiento.
“Los colombianos tenemos que darnos cuenta de las familias que tenemos”, enfatiza Luz Stella Cárdenas. “Aquí los niños se pierden en las ciudades y pasan ocho días antes de que los padres llamen para decir que su hijo no aparece y que están muy preocupados… Tú ves a una niña con uniforme de colegio en la calle y cuando le preguntas por qué está sola, te dice que tiene permiso de los papás hasta las 7:00 o las 8:00 de la noche”.
En un fenómeno aún más grave, las autoridades registran casos en que papá y mamá forman parte de la red de trata. “La gran mayoría de los menores de edad que salen de Colombia tienen sus permisos familiares en orden”, expone Cárdenas. “Muchos de los papás de nuestros niños y niñas son muy jóvenes y tal vez esto hace que ni siquiera se sientan responsables de sus hijos… Hay unos que tardan hasta dos años en darse cuenta de que están siendo explotados”.
Según el reporte de la OIM, el número de víctimas de trata de personas con fines de explotación laboral atendidas en 2011 a nivel global aumentó en un 43% (2.031 en 2008 frente a 2.906 en 2011) para todas las edades. Entre tanto, los casos relacionados con la explotación sexual descendieron en un 19% (1.866 en 2008 frente a 1.507 en 2011).
En Colombia, tal como lo estima la Fundación Esperanza, la explotación sexual sigue siendo la finalidad de la trata de personas que más niños, niñas y adolescentes involucra. No obstante, las edades de las víctimas dependen de la intención de los reclutadores, lo cual significa que la vulnerabilidad de los pequeños empieza desde que nacen.
Una de las más reveladoras conclusiones del informe de la OIM, y quizá la que más preocupaciones despierta entre las fuentes de información consultadas, es el aumento de la trata de personas en la modalidad de trata interna a nivel global. Según el mismo documento, mientras los casos atendidos por trata internacional o externa disminuyeron en un 13%, los relacionados con la trata interna aumentaron en un 140%, al pasar de 713 en 2008 a 1.708 en 2011.
Para Carolina López, la trata interna, poco visibilizada y reconocida en Colombia, es un fenómeno que expone aún más a los menores de edad. “Si uno mira las cifras de trata externa, encuentra que la mayoría de las víctimas son mayores de 18 años, porque es más fácil sacar del país y trasladar a un mayor de edad; pero la trata interna, particularmente temas como la explotación sexual y la explotación laboral, afectan de igual manera a personas menores de 18 años”.
López Laverde advierte que en países como Colombia el fenómeno de la trata interna requiere más atención de la que actualmente tiene. “Esto no se está mirando lo suficiente y es un problema que está creciendo”, explica. “Hablamos por ejemplo de las mujeres que son captadas en Antioquia y llevadas a Putumayo para ser explotadas sexualmente, muchas veces por grupos armados ilegales, o de los hombres que son reclutados para ser explotados en contextos mineros”.
Departamentos como Antioquia, Risaralda, Quindío, Caldas, Valle del Cauca y Cundinamarca aparecen entre las principales regiones de origen de las víctimas de la trata interna. Mientras tanto, ciudades como Cartagena y Bogotá hacen parte de los principales destinos. Objetivos distintos a la explotación sexual hacen parte de las condiciones menos visibles de la problemática.
Amparo Rivero, quien trabaja en la Gobernación de Risaralda, indicó que uno de los graves problemas es la falta de cifras sobre esta situación de trata internacional, pues muchas víctimas no denuncian porque las amenazan con atentar contra sus familias.
Sin embargo, aclaró que el problema está creciendo y normalmente se presentan entre 15 y 20 víctimas al año en el Eje Cafetero.
Aseguró que el año pasado, en Risaralda, fueron 10, tres de ellas de Caldas. Este año van 5, tres de Caldas también, que entraron por el aeropuerto Matecaña, y con edades entre los 18 y 25 años.
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