MARTHA LUCÍA GÓMEZ
LA PATRIA | MANIZALES
Eran las 9:30 de la mañana del pasado frío jueves en Manizales. Un hombre de camiseta roja, bermudas, gorra y chanclas se alistaba en uno de los costados de la ladera frente a la Universidad Autónoma para salir a trabajar. Se llama John, tiene 40 años y ese terreno ha sido su casa durante unos ocho.
Terminó de acicalarse con el hilito de agua que caía de una tubería. Ya había asegurado con algunas guaduas su residencia, tal como lo hacen todas las personas cuando salen de su casa, solo que la de John es un cambuche hecho de plásticos y cartones.
En sus manos cargaba dos baldes llenos de trapos, jabones, esponjas, un cepillo ya desgastado y un canguro y una sudadera que compró a barato precio en el Centro de la ciudad. Su ocupación es lavador y cuidador de carros. Ya salía a rebuscarse el billete por los lados de Fundadores, mientras otros, en diferentes espacios de la ladera, dormían plácidamente en sus cambuches.
Esta ladera es como un barrio de habitantes de la calle y consumidores de alucinógenos. Cuando se entra a la zona la magnitud de la situación es otra, no solo lo que se ve desde arriba, por los últimos trayectos de la Avenida Kevin Ángel, frente a la Universidad y la glorieta.
Para consumir
Camuflados entre la ladera, basuras por montón y una espesa vegetación se encuentran los cambuches. John dice que desde arriba, hacia la cañada abajo, hay al menos una decena en los que habitan en su mayoría hombres.
No llegan a "casa" temprano, la mayoría del tiempo están en el rebusque, incluyendo el robo, dice John, aunque él se dedica a otras cosas; comienzan a ingresar a la ladera a altas horas de la noche o al amanecer, de allí que duerman hasta tarde durante el día.
"Aquí nadie nos molesta, pero uno tiene que saberse defender y cuidar lo suyo", asegura John. Muestra las cicatrices que le han dejado por lo menos cinco puñaladas en igual número de enfrentamientos. Una en su estómago que le perforó el intestino, otros dos grandes punzones en su brazo derecho, una en la cabeza por la que le tuvieron que coger 24 puntos y una más en el cuello, "que casi me deja estirado".
Él no ha sido una mansa paloma. Cuenta que a su hermano, que también vive en la calle, un muchacho se la "tenía dedicada", y John se puso a pelar con él, de una manera tan fuerte que lo mató. Por ello pagó 10 años en la cárcel.
En su mayoría no hace de comer allí. Los refugios, como él los llama, están destinados a drogarse, casi siempre con bazuco, una de las sustancias más fuertes y que deteriora poco a poco el organismo hasta llevar a la muerte. No obstante, narra que ha visto matrimonios llegar con sus hijos menores de edad a consumir marihuana, y mientras los padres fuman, los niños juegan en las terrazas que dejó la intervención contra el riesgo en esta ladera.
Más de un finado
La pared que sostiene el carril de la Avenida camufla el intenso frío que sienten unos 10 metros abajo al dormir en esta zona, pero a la vez les sirve de adorno. Se leen mensajes como Feliz Navidad y Próspero Año 2010 y diferentes figuras hechas con carbón negro.
Quizá esto matice un poco las dificultades que pasan estas personas, que aunque se ve de todo, como dice John, finalmente son seres humanos. "Por aquí hay manes que son cagadas, gente dañina, que los pajarean (la Policía los busca y los detiene). Por ahí han sacado más de un finado, entre todo este bosque".
Se refiere a lo intranquilos que duermen algunas veces porque hay ocasiones en las que las autoridades llegan a hacer operativos y se comportan de forma grosera con ellos. "Pero por aquí cada uno busca lo de cada uno, y se gasta lo de cada uno. Nadie molesta a nadie, pero realmente hay mucha escoba (el que se roba cualquier cosa), pero ellos no se meten conmigo".
Mejor la ladera
John dice que como salió de su casa hace 25 años también habitó en las Terrazas de la Autónoma y en la Torre del Saber, pero definitivamente le pareció mejor la ladera.
Señala el palo de un árbol de la zona, donde estuvo viviendo un tiempo. Allí tenía una poltrona, una espuma grande y un plástico que le hacían la noche más cómoda, distinta a los demás, porque casi todos duermen en el suelo, sobre la tierra.
Como en un hogar cualquiera, no pueden faltar los perros, y aunque este hombre dice que son de monte, los animales no desamparan los costados de algunos cambuches, hechos con cosas que se encuentran o les regalan en las calles, hasta los plásticos; también la comida, lo que consiguen es para la droga. De allí las campañas que han intentado hacer las autoridades y la misma iglesia para que no se dé limosna directamente a quien pide, solo a las instituciones.
Más riesgos
Pero si esa zona es peligrosa por el consumo y por sus habitantes, la parte superior no se queda atrás. El mismo John dice que por ese andén, que lleva a barrios como Estrada y Sierra Morena, ya en el comienzo de la Avenida Colón, atracan mucho.
Mientras cuenta sus historias pasan al menos cuatro personas de las que dice son amigos de lo ajeno: dos menores de edad cogidas del brazo, bien vestidas y maquilladas que supuestamente atracan en el Centro de la ciudad; un joven que camina y mira con ojos amenazantes, y un hombre adulto que lleva un destornillador en una de sus manos, en señal de defensa mientras también camina.
"Esto por aquí es delicado. Nadie puede pasar solo porque da papaya, por eso es que los gofias (policías de civil) se meten tarde de la noche a capturar a los que tienen la hoja de vida encochinada".
De hecho al pasar a la Torre del Saber se observa una cantidad de basura y de elementos que denotan que allí duermen personas, igual se ha visto en las Terrazas de la Autónoma, donde había hasta un sostén abandonado en un rincón.
La zona, de belleza histórica y ambiental para la ciudad, por su ubicación, está convertida en un refugio de habitantes, por ello se debe poner atención, para evitar riesgos ante posibles deslizamientos y los hechos de inseguridad a los que tanto les teme la comunidad.
Quizá esa sea la razón por la que John diga que es mejor el hotel mama, en uno de los barrios de la ciudad, pero que él abandona con frecuencia.
De la calle a la ladera
Luis Miguel Henao Giraldo, coordinador de la Unidad de Protección a la Vida, entidad encargada del manejo de los habitantes de la calle en Manizales, dijo que hacen controles en la Torre del Saber y en las Terrazas de la Autónoma en donde hay personas durmiendo, pero que "cuando alguien pasa a dormir a una ladera pierde la connotación de habitante de calle, pues ya levantan cambuches y estructuras para dormir y vivir, tienen otro manejo diferente porque ocupan zonas de riesgo".
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