Albeiro Valencia
LA PATRIA | NEIRA
El pasado 25 de mayo, sobre las 12:00 del día, colapsó el histórico y hermoso puente de madera sobre la quebrada San Narciso, en Neira, en el antiguo camino de La Moravia.
Tenía 19,50 metros de largo, dos metros de ancho y una altura de 2,60 metros, sobre un cañón de 21 metros. Este patrimonio de la región había sido construido hace por lo menos 100 años por maestros de obra de Neira que utilizaron maderas del entorno, especialmente nogal, cedro negro, roble, laurel, guadua y arboloco.
En esa época lo techaron con tejas de barro y se conocía como puente-casa, porque los arrieros y viajeros se protegían allí de las inclemencias del tiempo, descansaban y aprovechaban para tomar un poco de aguardiente, fumar un tabaco y conversar. Estaba en franco deterioro desde varios años atrás y los campesinos le hacían mantenimiento, pero sin técnica y con sus escasos recursos: lo apuntalaron con guaduas, le clavaron algunas tablas y amarraron con alambre varias vigas.
El puente era de vital importancia, pues el camino era utilizado por los campesinos, desde hace 120 años, para mover productos como café y artículos de subsistencia hacia los mercados de Neira y Manizales. Este comercio se hace, todavía, utilizando caballares y mulares, pues la arriería sigue viva en la región. Aunque las autoridades del municipio de Neira conocían el lamentable estado del puente, no hicieron nada para salvarlo y una inmensa zona quedó aislada.
Ya no se pueden mover los campesinos de las veredas de Los Muros, San Pablo, San Juan, Chupaderos, Manga Bonita, Los Sauces, la Rocallosa, Guacaica, San Narciso, Santa Clara, Quebradanegra, la Judea, Pueblo Hondo y Maracas.
Es bueno recordar que terminando el siglo XIX Manizales tenía tres importantes vías que la comunicaban con el río Magdalena, con la rica región del Tolima y con Bogotá: el camino de El Ruiz, el de Aguacatal o de la Elvira y el de La Moravia.
En 1900 el comercio era tan dinámico hacia Salamina, Medellín, Riosucio, Pereira, Cartago, Río Magdalena y Tolima, que se necesitaban 10 mil bueyes para mover la mercancía, según el historiador Luis Londoño. En esa época Manizales tenía 24 mil habitantes, pero era un cruce de caminos y plaza comercial de primer orden.
Para construir el camino de La Moravia se formó una sociedad conformada por los empresarios Pantaleón González, Pedro Uribe Ruiz, Rufino Elías Murillo y Manuel María Grisales, quienes obtuvieron un contrato con las administraciones de Antioquia y Tolima para construir dicha vía, que saliendo de Manizales y Neira llegara a San Pablo, Letras (punto divisorio entre Antioquia y Tolima), caserío de Brasil, Fresno, Mariquita y río Magdalena.
Este fue el camino preferido por los dueños de recuas de bueyes, porque en estos animales podían transportar carga pesada como trapiches, molinos y estatuas. A lo largo del camino se construyeron puentes de madera, surgieron fondas, posadas, casonas de fincas de café y de haciendas ganaderas. Parte de esta herencia cultural la disfrutamos hoy dentro del llamado Paisaje Cultural Cafetero.
A pesar de la declaratoria del Paisaje Cultural Cafetero como Patrimonio de la Humanidad, es necesario entender la dimensión de esta declaratoria de la Unesco. Hace 9 años se desplomó, por falta de mantenimiento y por desidia, el puente sobre el río Guacaica, en el límite municipal entre Neira y Manizales, en el camino de La Moravia.
El 25 de mayo se desplomó el puente sobre la quebrada San Narciso y hoy está averiado el puente de Quebradanegra, en la misma vía.
No se trata de simples puentes, sino de patrimonio histórico y cultural, en el viejo camino de La Moravia, sembrado de casas típicas, de fondas y de fincas tradicionales, con casitas de bahareque, con huertas ricas en plantas medicinales y en productos para condimentar los alimentos, con sementeras de café, plátano, yuca y arracacha, con gallinas que andan sueltas, con el corral para los cerdos, la manga para la vaca y el potrero para el caballo. En algunas finquitas sobrevive el trapiche panelero, que se resiste a morir.
Todo lo anterior en medio de un exuberante paisaje bañado por quebradas y ríos, con bosques ricos en guadua y arboloco, donde abundan el carbonero, el cedro y el nogal, protegidos por varias generaciones de caldenses que impulsaron la cultura del café. Todo este patrimonio cultural y natural se puede convertir en importante atractivo para el turismo nacional e internacional.
Un maestro de obra y 10 trabajadores seleccionaban las maderas finas en los bosques cercanos al sitio donde se iba a construir el puente. Una vez escogidos los árboles, se esperaba que fuera menguante para cortar las piezas, se dejaban fraguar durante un mes y luego los aserradores cortaban los bloques de madera.
El puente se hacía en la parte más estrecha del río o quebrada, un sitio clave a donde pudieran llegar las mulas con facilidad. Después se construían las bases en piedra, donde apoyaban las vigas principales del puente.
Enseguida se armaba una estructura provisional, de madera, hasta el nivel del puente; se arrastraban los bloques de madera de la viga principal, luego se armaba el pórtico que soporta el puente, se ensamblaba la cubierta y se ponían las tablas del piso y el techo. El puente quedaba listo en dos meses.
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