Fernando-Alonso Ramírez
LA PATRIA | Manizales
"Si me hubieran llamado a declarar...". Esta es la obsesión de Leonardo Bazán, la pregunta que lo atormenta desde niño y que vuelve ahora, cuando también lo podrían llamar a declarar por el robo en una casa vecina, en la misma que 33 años antes también fue testigo de algo que la memoria no recuerda muy bien o se niega a olvidar.
Una misma noche, la novela del argentino Leopoldo Brizuela, ganadora del premio Alfaguara 2012 se presentó el miércoles pasado en Bogotá. LA PATRIA habló con él vía telefónica ese mismo día.
¿Alguna vez lo han llamado a declarar?
No, para nada.
¿Da miedo? Eso le pasa al personaje, a Leonardo Bazán.
Claro, incluso en algún momento me pregunté por qué le daba miedo al personaje. A todos los escritores de novelas policiales les parece muy importante el interrogatorio. La cantidad de fuerzas secretas que se pueden jugar, cosas que se pueden interpretar como sospechosas que simplemente son recelos, entonces son situaciones de por sí tensas. ¿Por qué este personaje tiene tanto miedo? y pensaba que no era miedo de algo cruento, de quedar entrampado en una máquina burocrática. Creo que viene de ahí, de quedar entrampado en una especie de cosa burocrática, él hubiera querido declarar, pero no lo hace, pudiendo hacerlo.
Memorias
La novela revive el año de 1977, plena dictadura argentina, cuando la Junta militar arrecia las detenciones, torturas y desapariciones. Se desarrolla en La Plata, más exactamente en un viejo barrio, una manzana triangular, atípica como sus habitantes, como sus vecinas, como el propio Bazán que no se perdona por haberse sentado en el piano mientras los opresores entraban a la casa vecina.
Por eso esta novela trata de ser otro aporte en la reconstrucción de la memoria histórica, de la memoria del propio escritor tal como recuerda un pasaje de entonces y lo recrea. Que tal si las Kuperman hubieran vivido en esa casa, que ellas fueran empleadas de los Graiver, los dueños de Papel Prensa, entonces expropiado por el Gobierno.
Precisamente un personaje, Diana Kuperman, al declarar desconcierta porque el juez y los acusadores esperan más, pero ella no se siente torturada, no se siente violentada...
Las declaraciones de ese personaje están basadas en los testimonios de cinco familiares suyos, ella dice que no fue torturada, pero luego relata todo lo que le pasó, es como una especie de culpa de haber sobrevivido: "a mí en realidad me pasó muy poco". Así como el personaje -Bazán- al principio siente que no tiene a nadie a quién recurrir, y tiene porque hubiera podido acudir a alguien, también siente que no habría podido haber declarado, es un convencimiento interno, está acorralado.
Usted dijo hace como un año que un libro de Bernardo Carvalho, estaba escrito "pensado desde el dolor", y que es como le gustaría escribir. Y eso es Una misma noche, se piensa desde el dolor. ¿Lo logró?
Eso lo dije antes de la novela, para mí fue un proceso de creación no feliz, o sí feliz porque la felicidad puede incluir sentimientos contradictorios, andas en la historia con cierta felicidad, aunque el personaje sí está totalmente atormentado.
También ha dicho que un escritor favorito suyo, que le da el tono, es Dickens. ¿En la novela hay cierto homenaje a él?
Sobre todo en el seudónimo para el premio. Dickens más que nada es la felicidad de estar vivo, en sus obras pasan tragedias, pero está tan contento de vivir que encuentra la alegría, y eso es uno de mis recursos en el mundo.
Pickwick
Los papeles póstumos del club Pickwick es una reconocida novela de Charles Dickens, y precisamente "Pickwick" fue el nombre que escogió como seudónimo el escritor argentino a la hora de postular su obra al premio Alfaguara, la cual puso a consideración del jurado, presidido por la española Rosa Montero, con el nombre de La repetición. El año pasado ganó este premio el escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez.
Brizuela ha hecho periodismo, es colaborador habitual de los dos principales periódicos argentinos, El Clarín y La Nación, pero es de quienes piensan que la ficción ayuda a narrar mejor cosas que el periodismo no puede.
Logra con esta obra de ficción contar cosas que otros prefieren narrar con no ficción. ¿Cree que era necesario?
Es mi convencimiento natural, creo que la ficción puede aportar algo que el periodismo no. No es ni mejor ni peor, pero me gusta trabajar con lo que la suerte de la ficción puede aportar a una historia. Cuando les expliqué a mis amigos sobre qué estaba trabajando, me dijeron: "hacé una crónica sobre esa banda que todavía existe", pero la verdad quise hacer algo que no admite el periodismo, preguntarme qué pudo haber pasado si en esa casa viviera ese personaje. También quiero que el propio lector se siente en ese lugar, que cuente qué habría hecho él.
¿Al meterse con un caso que no está resuelto aún como lo es el de Papel Prensa se hizo preguntas como hasta dónde digo esto o mejor me guardo aquello?
Lo primero, es que la gente de Papel Prensa era de La Plata, me venía muy bien con la novela. También es un tema en curso y quería encontrar algo en el presente, que motivara a recordar al personaje. Tenía hacía muchísimo tiempo una historia en la que el personaje se remontara a su recuerdo, buscar algo que lo volviera al presente, que los nuevos datos lo incitaran a recordar cada vez mejor, eso me pasó no solo con Papel Prensa, sino con otras cosas. La verdad, no tuve ningún problema.
Hay una discusión de quienes creen que no se debió reabrir el proceso de indultos en Argentina y los que consideran que es necesario recordarlo todo. ¿Cómo cree que terminará esto?
El tema causa mucha inquietud y esa inquietud, mucho dolor, pero lo vivido exige este tipo de diagnósticos rápidos para bien o para mal y exige pensar en que por fin se cierre o se abra el proceso. Va a haber cada día necesidades y estas se van cumpliendo. Mientras haya deseos de que esto se trate, se va a tratar y eso está bien. Otros preguntan por qué otra novela sobre la dictadura y es más una inquietud del que hace la pregunta. Creo que es mucho mejor que la gente hable de lo que sucedió que no decirlo.
La mamá de Leonardo Bazán prefiere omitir las cosas malas del pasado, opta por no hablar del doloroso pasado y al final logra sacar a su hijo de casillas; ese hijo escritor, cuarentón, que decidió volver a la vieja casa de su infancia para acompañar a su madre viuda y para revivir los fantasmas que ahora lo llevan a querer declarar o a escribir una novela. Toma apuntes y hasta los exhibe, pero no logra ponerle punto final como tampoco lo hace con esa misma noche que se repitió 33 años después, en el momento en que su país reabre los fantasmas de la dictadura, las víctimas buscan justicia y Bazán busca entender por qué su padre, el veterano de la Esma fue un demonio con sus vecinos, pero él optó por tocar el piano.
- Muchas gracias.
- "¿Eso es todo?", se sorprende el escritor, acostumbrado a responder largas entrevistas, más ahora que ganó el premio Alfaguara. Entrevistas que bien pueden pasar, muchas veces, como un interrogatorio.
Los que quieran saber más, deben leer el libro.
En Manizales
Una misma noche se consigue en Manizales en las librerías Leo Libros y Libélula. Cuesta 41.000 pesos.
Otras obras de Brizuela
Novelas: Tejiendo agua. Inglaterra | Lisboa Un melodrama | El placer de la cautiva.
Periodismo: Cantoras, reportajes a Gerónima Sequeida y Leda Valladares | Cantar la vida, conversaciones con las cantantes Mercedes Sosa, Aimé Paine, Teresa Parodi, Leda Valladares y Gerónima Sequeida.
Poesía: Fado.
Relatos: Los que llegamos más lejos.
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