Óscar Veiman Mejía
LA PATRIA Manizales
El sargento, internado en una selva espesa, avanzaba acompañado por un soldado que cargaba en la espalda un equipo de comunicación. El cielo estaba despejado, pero llovían balas. Era otro día de la cruel guerra
de las coreas, a comienzos de los 50. De pronto, bum. Tres esquirlas de la bomba quedaron incrustadas en la espalda del suboficial. El herido: Otoniel Restrepo, nacido en Villamaría (Caldas) y quien llegaba al conflicto internacional curtido de combatir en la época de la Violencia de los partidos políticos en Colombia.
La escena ocurría en noviembre de 1951 en el meridiano 38, donde durante tres años la República Popular de Corea del Norte y Corea del Sur libraron una lucha territorial. Seis años atrás había terminado la Segunda Guerra Mundial, que además de miles de muertos dejó al planeta dividido entre capitalistas y comunistas por cuenta de Estados Unidos y la desaparecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
Claro que a nuestro personaje poco le importaba si la pelea era entre gringos, rusos o chinos, o entre comunistas y capitalistas. Al fin y al cabo apenas tenía 23 años y su único interés era la aventura.
Ráfagas
Otoniel tiene 85 años y pasa sus días plácidamente en su pueblo natal. En las mañanas se pone cómodo en el bar La Fortuna, se toma unos tintos, lee la prensa, conversa con amigos. En las tardes se va para el negocio de café internet donde trabaja su compañera. Como a las 5:00 regresa a descansar a su casa en Altos del Portal. Es una persona más entre las centenares que van y vienen de la Alcaldía, del colegio Gerardo Arias, del Hospital San Antonio, del templo de Nuestra Señora del Rosario y del Polideportivo.
Camina como contando cada paso. Con voz firme, pero de pacifista. Está afectado por un soplo en el corazón descubierto apenas en su vejez, y al cual atribuye la fatiga que sentía en los ejercicios de instrucción, en algunas maniobras en campo de batalla y en momentos de recreación.
Este Otoniel, antes de superar las heridas del cuerpo y del alma, pasó por decenas de batallas, emboscadas, explosiones, ráfagas de metralla, consejos de guerras, intrigas, envidias.
Voz del combatiente
“Mucho gusto, soy Otoniel Restrepo. En 1927, cuando nací, Villamaría era un pueblo de calles y casas pequeñas. Las familias éramos muy pobres, con decir que ni usábamos zapatos. Aquí estudié la primaria y el bachillerato, hasta tercero, en el Instituto Manizales, al que nos íbamos por el camino de herradura al barrio El Carmen”.
“Mis padres eran Benjamín Restrepo y María Restrepo. Tenía un hermano. Desde niño trabajaba; a veces lo hacía empañetando las paredes de las viviendas o llevando papa en mulas por caminos de la tierra fría, también vendía frutas y claveles en la antigua estación del tren, en la entrada al pueblo”.
“Un día en una batida en Manizales me cogieron del Ejército. Sin dudarlo me fui a pagar servicio. Me tocó en el batallón de Artillería Palacé, de Buga (Valle). Coincidió todo con el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán en 1948 y el país estaba muy tenso. Era una época muy violenta y teníamos muchos combates. Me tocaron pueblos cordilleranos del Valle”.
“Terminé de pagar el servicio, pero decidí quedarme en el Palacé y allí ascendí a cabo I y a cabo II. Un día estaba patrullando en un cerro y me llamaron porque me necesitaban urgente en el batallón. Me iban a trasladar para Bogotá. De inmediato acaté la orden”.
“Cuando llegué a la nueva unidad me informaron que iba para el Batallón Colombia, el mismo que partía en misión a la guerra de Corea. Tenía 23 años, solo sabía que a Corea del Sur lo habían invadido y había que liberarlo, pero para mí, a esa edad, era una aventura”.
Rumbo a Corea
“En Bogotá, mientras llegaba la hora de partir, nos dieron instrucción. Aproveché para hacer el curso de ascenso y subí a sargento. Luego volamos a Cartagena y después, en un buque, nos llevaron por el océano Pacífico. Recuerdo que eran viajes largos y parábamos en islas como Onolulu y Hawai para descansar y entrenar”.
“A finales de 1951 llegamos a Pusan, una ciudad porteña de Corea del Sur. Yo, como era artillero, coordinaba acciones relacionadas con ubicación de coordenadas y órdenes para lanzar granadas con morteros sobre blancos detectados por mis jefes”.
“Era una geografía agreste, tanto que en algunas partes los buldóceres avanzaban abriendo carretera para que las tropas pudieran seguir. El clima era extremo, con calores de más de 40 grados; por eso nos mantenían cerveza fría. Y temperaturas de hasta 25 y 30 grados bajo cero, a veces la orina se congelaba antes de llegar al suelo”.
“Los norcoreanos se movían por todas partes. Los veíamos a 50 y a 100 metros, al otro lado del meridiano 38, que logramos recuperar y a ellos les tocó retroceder”.
Infierno
“Teníamos prohibido recibir comida nativa. Todo lo que consumíamos era del ejército de las Naciones Unidas, es decir, enlatados todo el tiempo. Teníamos calefacción y sleeping, por lo que uno dormía sin frío. Yo hablaba todo el tiempo con mis compañeros Bohórquez y Díaz. Por fortuna los batallones estaban por países y por eso no teníamos problemas con el idioma”.
“Nunca supe si maté a alguien. Lo que hacía era ordenar el lanzamiento de granadas a la línea enemiga. Demás que sí murieron muchos en esas explosiones. Nunca tuve combate frente a frente. Eso sí, vi morir compañeros, a otros heridos. También vi prisioneros. Nunca torturas, como se ha dicho”.
“Había momentos de combates más fuertes, era un infierno. Nos preguntábamos por qué nos habíamos ido para allá, qué hacíamos lejos de nuestra tierra. Había gente que se propinaba heridas con puñales para que la dieran de baja y así regresar”.
“Una bomba me estalló a unos cuantos metros y me hirió con esquirlas en la espalda. El soldado que iba conmigo se salvó porque lo protegió el equipo de comunicaciones que cargaba. Mis lesiones llevaron a que me dieran la baja como herido en combate”.
“Creo que fue una guerra más por política. Y lo que está pasando ahora es una tensión parecida a las que se han vivido después de la guerra de los 50.
Por eso no creo que pase a mayores”. (ver infográfico).
“Regresé de Corea y pensé que todo iba a salir muy bien, pero no fue así. Sentí que en el Ejército había mucha política, a los liberales nos discriminaban. Colombia seguía con la Violencia. Me tocó en 1953 la llegada de Rojas Pinilla al poder. Lo custodié en un tanque de guerra desde el aeropuerto hasta el Palacio, donde estuvimos tres días cuidando que no pasara nada”.
Contra la guerrilla
“Cuando la gente de Guadalupe Salcedo, el guerrillero de los Llanos Orientales, mató a 125 militares, me mandaron con un grupo a recuperar los cuerpos. Encontramos los cadáveres hinchados y morados. Era zona roja y allá nos dejaron un largo tiempo, el cual no esperábamos. La situación era tensionante, tan complicada como en Corea”.
“También estuve como comandante de un grupo en Puerto Niño, que queda al frente de Puerto Nare (Antioquia). En ese entonces Nare era un pueblito donde se decía que había alcalde y mil puticas. Los fines de semana dejaba ir allí a mis soldados para que se distrajeran. Un día fui y tuve un altercado verbal con el comandante de Puerto Nare. Por eso me hicieron un consejo de guerra”.
“Mi lucha también fue por la pensión. En esa época era para quienes hubiesen cumplido 10 años de servicio y, como estuve en una guerra internacional, se me recortaba a la mitad. Hice varias veces los trámites, pero estos no llegaban al Ministerio de Guerra, pues había superiores míos que no me ayudaban”.
La baja
“Por fin logré que me trasladaran. Me enviaron al batallón San Mateo, de Pereira. Había un puesto en la Laguna del Otún para proteger a la población de la chusma del Tolima que llegaba a hacer daños a veredas de estas zonas. El relevo era cada dos meses, pero pedí que me dejaran indefinidamente hasta que me llegara la baja. Allí fuimos los primeros en sembrar truchas y armar lanchas”.
“Fue así como en ese lugar me llamaron para decirme que ya terminaba mis servicios en el Ejército. Regresé a Villamaría. Recuerdo como anécdota que estaba en el café Poker y un alcalde me mandó a detener porque estaba con el uniforme, pero no pasé de la puerta de la cárcel. Luego me fui a Cartagena, donde estaba mi hermano, y con unos excompañeros del Ejército y de la Armada trabajamos en una empresa norteamericana”.
“Hoy vivo agradecido del Ejército. Fue el que me dio esta carrera, es prácticamente una universidad. Me siento orgulloso de las misiones que cumplí en Colombia y por fuera de ella”.
Algunos datos
1.
Colombia fue una de las 16 naciones, única de hispanoamérica, que atendió el llamado de ayuda de Naciones Unidas para liberar a Corea del Sur de Corea del Norte.
2.
Con el decreto 3927 de 1950 se creó el batallón Colombia de Infantería número 1, en la presidencia de Laureano Gómez.
3.
Colombia entró a la Guerra de Corea el 1 de noviembre de 1951 con el desembarco allí de la fragata ARC Almirante Padilla.
4.
Colombia envió 4 mil 314 hombres del Ejército y de la Armada.
5.
111 oficiales y 590 suboficiales colombianos participaron en operaciones de guerra.
6.
Fueron 130 muertos, 30 desparecidos y 448 heridos.
7.
3 mil 613 hombres participaron en la vigilancia del armisticio.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015