Blanca Eugenia Giraldo
LA PATRIA | MANIZALES
Los grupos étnicos de Ambacheque, Dachijoma, El Palmar y Totumal, pertenecientes a los Embera-chamíes de Caldas, reclaman la atención del Gobierno Nacional. Ellos piden tierras propias donde puedan vivir y trabajar. Sus asentamientos actuales son pequeños, por lo que no pueden cultivar. Su opción es jornalear en la recolección de café.
En el cabildo Ambacheque, asentado hace 30 años en la vereda La Plata, del municipio de Palestina, la petición la hacen 103 personas (53 niños menores y 50 adultos), agrupadas en 35 familias. En Anserma, los Dachijoma, ubicados en los sectores Lavadero, en la zona rural, y Galicia y San Isidro, en la parte urbana. En este caso son 340 personas (174 adultos y 166 niños), que forman 50 familias.
Por si fuera poco, la comunidad de El Palmar, en Filadelfia, tiene una orden de desalojo porque adeudan parte del dinero de la compra del predio donde habitan desde hace 15 años.
Se suma el resguardo de Totumal, en la zona rural de Belalcázar. En 1996 esta comunidad recibió dos fincas que conforman su territorio; ahora, con 775 habitantes, reclaman más tierra porque al menos 85 familias viven hacinadas allí y no tienen de qué vivir.
La soleada mañana en la vereda La Plata, de Palestina, es un incentivo más para apreciar los verdes y extensos cafetales que rodean la zona. A la orilla del camino, una cerca de alambre de púas no solo divide los predios sino que sirve de secadora de ropa de los indígenas.
Son los Ambacheque que, acosados por la falta de recursos, hace dos años se organizaron para conformar el cabildo, un primer paso para lograr reconocimiento. Ellos piden predios y lo hacen en español y en su lengua materna, que practican día a día con sus hijos, porque quieren que sus raíces no se pierdan.
Su identidad también la preservan a través de sus ritos; de ellos habla la gobernadora del asentamiento, Gloria Patricia Ochoa. “Tenemos una partera, pero las muchachas prefieren ir al médico; cuando nos enfermamos acudimos al jaibana (médico tradicional) para que nos cure, luego vamos al médico blanco". Una vez llegada la pubertad, a las niñas se les celebra el ritual de jemenede o paruká, a partir del cual ella asume los roles femeninos adultos. "Esto se hace cuando a la niña le sale el primer botoncito en los senos, es una comitiva que prepara la festejada para los invitados. Como es con leña, ellas revuelven y lloran, y nosotros le damos aguardiente hasta que queda borracha; así aprenden a ser berraquitas, porque si no ¿para qué van a servir?”, comenta Ochoa.
Con sus manos callosas por la jornada en el campo, Elkin Marcial Cardona cuenta que sus abuelos llegaron de La Perla (Risaralda) donde les quemaron sus casas. "Estaba muy pequeño, vivíamos en una finca ganadera y fuimos desplazados. El abuelito compró un ranchito en esta vereda, luego llegaron otros, y ahí fuimos construyendo, pero ahora la familia ha aumentado y no tenemos más espacio para vivir".
Según la gobernadora del cabildo, hay ranchos donde viven cinco familias. Al mostrar una habitación se puede observar una sola cama y varias colchonetas de espuma, de unos cuatros centímetros de grosor. "Nosotros estamos pidiendo tierra para construir nuestras propias viviendas, pero que también sea productiva. ¿Usted se imagina nosotros con tierra?, si trabajamos la que no es propia, cómo sería si fuera nuestra".
El pequeño territorio de los Ambacheque está compuesto por ocho casas elaboradas con ladrillo y otras en esterilla. Esta última permite que en días de sol ilumine los cuartos, pero con lluvia, el frío les penetra hasta los huesos. Sumado al hacinamiento, otra dificultad que aumenta su pobreza es que no tienen tierra para cultivar, por eso trabajan como recolectores en las fincas vecinas y eso cuando hay café, de lo contrario la pasan mal, como lo expresa Gloria Patricia: "A los tres primeros meses del año les tenemos terror, son muy difíciles, no hay trabajo, y hemos aguantado dificultad con las comidas. Yo les digo a mis hijos: Coman mijos cuando hay, porque cuando no, les toca mirar para el cielo".
Ochoa culpa a la falta de recursos como la causa para que los niños enfermen, sobre todo de fiebre, gripa, diarrea, vómito, tos y, en algunos casos, desnutrición. Por fortuna, hace un año el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar les adecuó una pequeña guardería que alberga a los más pequeños.
Esta comunidad también cuenta con un colegio cercano, pero durante los 30 años que llevan en La Plata solo se han graduado cuatro jóvenes. "Los cuchos sí nos dieron estudios, pero a lo que más llegamos fue a octavo, el problema ahora es que piden mucho y si no tenemos para comer, menos para ir a estudiar", concluye Elkin.
El representante a la Cámara Hernando Hernández afirma que Dachijoma y Ambacheque ya se organizaron como cabildo, pero falta que tengan el reconocimiento social y organizativo, primero del alcalde y luego del ministerio del Interior. "Esto lo solicitan desde hace dos años, y la excusa es que no tienen personal suficiente ni recursos para enviar un antropólogo o psicólogo para que demuestre si son indígenas o no. De esto no debería existir ninguna duda son claramente emberas; hablan su lengua, tienen parte de sus costumbres, son más indígenas que nosotros los de Riosucio, que ganamos el reconocimiento desde hace muchos años".
El investigador económico Absalón Machado Cartagena reconoce que no hay una comunidad indígena que pueda decir que superó los problemas de miseria, aunque esto depende mucho de la región. "Los indígenas son una población vulnerable, no solo por la pobreza y problemas de seguridad alimentaria sino por el conflicto armado y el narcotráfico, porque quieren adquirir patrones de consumo que no son propios de su tradición. La política de Estado y las instituciones que atienden a los indígenas son precarias, y por el hecho de que las tierras que habitan son de baja calidad, no son las mejores ni suficientes para obtener ingresos y alimentarse".
En el país, los indígenas tienen cerca de 33 millones de hectáreas, pero solo 3 millones y medio tienen capacidad productiva; por eso, hay territorios amplios en los que la única actividad es la naturaleza.
¿Qué debe plantear el Estado?
Debe fortalecer las instituciones para atender a estas comunidades y proteger, fortalecer y hacer cumplir las normas Constitucionales. Además, debe ser mucho más serio en el cumplimiento de los acuerdos con los indígenas.
Tienen que seguir fortaleciendo sus instituciones para poder negociar con el Estado, no deben quedarse en el discurso, en la defensa al territorio, sino capacitarse como comunidades para relacionarse de manera más articulada con otros estamentos de la sociedad colombiana.
El Estado debe tener claro qué es lo que quieren los indígenas y estos deben tener una visión clara en qué los puede apoyar el Estado. Así podrán lograr un desarrollo del territorio de acuerdo con sus características, sin ir a violentar esas apuestas de vida que ellos tienen. El Estado debe dejarles claro que en el largo plazo esto no puede ser permanente sino que se deben crear condiciones para que ellos mismos ejecuten sus propuestas, para que no dependan siempre del Estado.
Santiago Castellanos es antropólogo y especialista en política pública, explica cuáles deberían ser las condiciones de vida de los pueblos indígenas, sin chocar con su cultura y costumbres.
* No se les puede impedir que cocinen con leña o que la cocina esté dentro de la habitación, pues para ellos el fuego es el centro del hogar.
* Se les critica porque No leen ni escriben, pero tienen una tradición oral muy buena y se comunican en su propia lengua. No están escolarizados, pero son expertos en cuanto al conocimiento de su medio.
* Los embera son desarraigados y como no están en su territorio habitan en asentamientos donde no tienen pares con quién socializar y solo se pueden comunicar en su lengua con los de su propia familia.
* Muchos de los embera son desplazados económicos, por eso es deber del Estado suplir sus necesidades.
* Tienen unidades habitacionales unifamiliares, pero como son tantos deben compartir. Piden más tierra para habitar porque reconocen su hacinamiento.
* Con respecto a las enfermedades sí hay que poner cuidado. Los pueblos indígenas deben ser atendidos por organizaciones de salud indígenas, que de acuerdo con la Ley 100 son las mismas EPS.
Que tenga la lengua materna.
Que el conocimiento sea trasmitido de generación en generación.
Que tengan relaciones con el territorio.
Que tengan un origen compartido y aceptado.
El Director del Cridec, Araugo Gañan Bueno, reconoce que Dachijona, Ambacheque y El Palmar son asentamientos relativamente nuevos en el departamento. “Por su condición de pobreza se establecieron en sitios muy reducidos, por eso se han visto en la necesidad de suplicarle al Gobierno Nacional para que les otorgue predios que no solo les sirvan para vivir sino que sean productivos”.
Gañán Bueno reconoce que estas comunidades viven en el hacinamiento y como resultado de ello hay más enfermedades, por eso dice que la necesidad de tierras es urgente.
“Con la pasada minga logramos crear el Fondo de recursos económicos, por eso pedimos a los vecinos de estos territorios que nos faciliten la compra de estas tierras. Esto no pasa de los $100 millones para ayudarle a estas comunidades que han sido un ejemplo de paz y de aguante en Caldas”.
El director del Cridec espera que el gobernador de Caldas, Julián Gutiérrez Botero, les ayude a gestionar los recursos necesarios para que estas comunidades indígenas tengan un mejor vivir.
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