LUIS LÓPEZ CARMONA
LA PATRIA | MANIZALES
La vereda Kilómetro 41 es una alternativa turística debido a que tiene atracciones para los visitantes: la atraviesan el Río Cauca y la Quebrada Llanogrande y se facilita la pesca; el clima soleado se presta para que los paseos de olla y para que familias y grupos de amigos programen un fin de semana en casas campestres o fincas de alquiler aledañas a la zona rural. Allí mismo los turistas acuden a bares, grilles y discotecas que sirven para el entretenimiento nocturno, donde, además del consumo de licor, algunas mujeres que trabajan como meseras también ofrecen servicios sexuales.
En una estrecha habitación de paredes azules sin revocar, mugrosas y rayadas, cielo raso de esterilla, chicles pegados en el piso, olor a sudor y semen que se vuelve nauseabundo debido al aire caliente y a la mínima ventilación, hay un camarote rojo y un catre. "Ahí duermen las muchachas", explica Nancy Quintero, esposa del propietario del Grill Tabú, mientras restringe con su pie el ingreso de un perro.
Ella habla sin tapujos: “estábamos atendiendo normalmente, había gente bailando y consumiendo licor cuando llegaron los de la Alcaldía de Manizales acompañados de la Policía, nos pidieron permiso para hacer una revisión, entraron a la habitación y, de tres colchones que tenemos, se llevaron dos".
Se refiere al acontecimiento del pasado 18 de enero, un viernes común para la vereda. A las 10:00 de la mañana llegaron las mujeres de Manizales, Arauca (Palestina) y Chinchiná a cumplir con sus turnos como meseras. Pasadas las 7:00 de la noche los establecimientos comerciales permanecían con algunos clientes, la música se mantenía estridente y los habitantes, disgustados con el ruido
Las secretarías de Salud y de Gobierno, acompañadas de la Inspección tercera de la Policía ya se trasladaban desde Manizales para comenzar el operativo relámpago, que consistía en revisar la matrícula de registro, uso de suelo y certificado de bomberos y el concepto de unidad sanitaria. "Se encontraron cuartos con cama para desempeñar el servicio sexual", indica Luis Horacio González, técnico de la Secretaría de Salud, basado en el informe de la inspección.
Aunque los propietarios de los bares argumentan que tienen habitaciones para hospedar a las meseras, debido a que suelen hacer turnos durante el fin de semana, en los establecimientos no pueden dormir personas porque eso implica que incumplan con el uso del suelo que les otorgaron en la Secretaría de Planeación.
Paula Andrea Sánchez, secretaria de Gobierno, explica: "no tenían el uso de suelo respectivo para funcionar como hospedaje y lo que hace este despacho es verificar que lo tenga y que la actividad desarrollada en el momento de la inspección corresponda con el permiso. Hospedaje es diferente a casa de citas".
Por eso José Fernando Olarte, secretario de Planeación, aclara: "los prostíbulos pueden funcionar por fuera de la zona urbana mientras cumplan con los requerimientos. Para que en el Kilómetro 41 funcione uno, no puede estar contiguo a una vivienda o cerca a una zona escolar; hasta el momento no se han hecho solicitudes de uso de suelo para prostíbulos en esa zona".
El reporte
En el Kilómetro 41 se inspeccionaron tres de cuatro locales que aparecen registrados en Cámara y Comercio, y en dos encontraron que hay habitaciones con camas. Decomisaron cuatro colchones sucios y rotos.
El Grill Tabú funciona desde 1985 y Abel María García Londoño es el más reciente propietario. Lo maneja desde el 7 de septiembre de 1998. Este local queda en frente de la cancha de fútbol, tiene una docena de mesas y atienden más de cinco mujeres. Los vecinos afirman que hay fines de semana en que atienen hasta 10 mujeres. Sus clientes frecuentes, según lo averiguado, son habitantes de la vereda, futbolistas que participan en el torneo interveredal, recolectores de café y excavadores de minas de oro.
En Tabú había tres camas en una habitación y se llevaron dos colchones. Además se ordenó "independizar vivienda y grill, mejorar las condiciones locativas y sanitarias como instalación de lavamanos y acondicionar el servicio sanitario para prestar un buen servicio", indica González, de la Secretaría de Salud.
La discoteca El Agrado, enseguida de la cancha y diagonal a Tabú, es de Marina García desde el 18 de Agosto de 1998. Es el local más grande, cuenta con cerca de 20 mesas y trabajan más de cinco meseras, aunque ella explica que solo contrata a tres. El orinal de hombres tiene 50 centímetros de ancho, el sanitario apenas se está instalando debajo de unas escaleras en un espacio reducido donde se ven pasar por las paredes de pintura regada una lagartija y una cucaracha.
"Tengo un negocio familiar; esto aquí no es un burdel", asegura García, quien además de este local tiene en la misma cuadra otra propiedad, según ella, adecuada para que sus trabajadoras pernocten de viernes a domingo.
Allí les decomisaron dos colchones. Contrario a lo que dice García, los vecinos señalan que tanto el negocio como la casa son prostíbulos y que antes del cierre de la vivienda las mujeres que salían de la discoteca ingresaban a la casa en compañía de hombres, al parecer a consumir alucinógenos e ingerir licor.
"Se ordenó independizar la vivienda de la discoteca y que debía suspender la actividad de residencia en la casa contigua", precisa González.
"Parece una zona de tolerancia"
A los vecinos les molesta el alto volumen de la música, las riñas y el escándalo en la vía pública desencadenados por la actividad en los grilles. Además les preocupa el aumento de la prostitución en la vereda porque, dijeron algunos, no quieren que sus hijos la vean como algo cotidiano, ni que les parezca normal el consumo de alucinógenos y de alcohol. Comprenden, sin embargo, que las mujeres se prostituyan por necesidad, incluso porque muchas son madres solteras (ver recuadro Mesera de El Agrado).
No comprenden que la Policía desatienda sus llamados cuando manifiestan que hay menores de edad dentro de los grilles, bares y discotecas. En la estación de la vereda, sin embargo, expresaron que "los requerimientos se atienden de inmediato, y que periódicamente hacen revisiones en la zona".
Mesera de El Agrado
Una mujer que prefirió no identificarse ha trabajado por épocas en El Agrado desde hace dos años. El delineador negro en sus párpados le resalta los ojos verdes; viste una blusa azul clara y yin sin bolsillos. Comenta que vive en Manizales con sus padres y siete hermanos, además de tener un hijo de cuatro años. Dice recurrir a este trabajo porque no tiene estabilidad laboral en la capital de Caldas, y como madre soltera necesita suplir las necesidades de su niño. Dos hombres mayores le piden dos cervezas, ella suspira y se levanta de la mesa, las ordena en el mostrador, la propietaria apunta el valor en un cuaderno, mientras que ella regresa forzando una sonrisa que deja ver su dentadura blanca. "Muchas gracias, monita", le dice un comprador picándole el ojo. Él se acomoda el sombrero aguadeño, se limpia el sudor del rostro con la mano derecha y sostiene la bebida con la izquierda. La mujer voltea y tuerce los ojos.
Son las 4:30 de la tarde y hay siete hombres en El Agrado. Ella cuenta que muchas compañeras llegan de diferentes municipios, a dos no las conoce porque es la primera vez que las ve trabajar ahí: una espera en la barra y la otra permanece en una mesa junto a tres jóvenes que beben aguardiente.
Carlos Humberto Orozco, secretario de Salud de Manizales, explica: "antes se les exigía a las trabajadoras sexuales un carné de control de Enfermedades de Transmisión Sexual, pero desapareció por respeto a la dignidad, porque se convertía en un señalamiento. Ahora se certifica que la persona tenga afiliación a la seguridad social. El problema es minúsculo para una población como Manizales, pero puede ser mayor para una población concentrada en aproximadamente 1.200 habitantes, como el Kilómetro 41".
Las mujeres que trabajan en el Kilómetro 41 devengan $70 mil pesos por un fin de semana, es decir, el día les sale a $23 mil 333. Permanecen en el establecimiento 16 horas desde las 10:00 de la mañana, o sea que por cada 60 minutos reciben $1.458.
En Neira
Una situación más compleja legalmente se evidencia en el bar Los Sapos, debido a que funciona en el Kilómetro 41, pero está en jurisdicción de Neira (Caldas). Por eso la Alcaldía de Manizales tuvo que revertir la operación relámpago en ese lugar, donde se iban a decomisar dos colchones. Una habitante de la zona dijo: "es el prostíbulo más antiguo; funciona hasta las 6:00 de la mañana los sábados y domingos, y el ruido es insoportable". Añade que nunca ha visto que la Policía regule su funcionamiento.
El administrador, que prefirió no identificarse, explica que han funcionado interrumpidamente. "Abrimos nuevamente hace tres meses, pero también estamos trabajando como carpintería porque las ventas han estado muy malas". Afirmó tener nueve colchones.
A excepción de los establecimientos de Manizales, este no está matriculado en Cámara y Comercio ni tiene permisos para operar como bar. LA PATRIA se comunicó vía telefónica con la secretaria de Gobierno de Neira, Clara Duque, para que aclarara los controles que hacen el Kilómetro 41, pero manifestó desconocer el tema porque recientemente había asumido el cargo.
En el Centro
El 29 de abril de 2012 LA PATRIA publicó un reportaje de los prostíbulos clandestinos que funcionan en el Centro Histórico de Manizales, algo que prohíbe el Plan de Ordenamiento Territorial. Mauricio Franco, secretario de Gobierno en ese momento, aseguró que aunque se hacen inspecciones y requisas a estos sitios, pero que es difícil comprobar realmente que operan como prostíbulos. "¿Quién le puede comprobar a una mujer que es una trabajadora sexual, cuando dice que es novia del hombre que la acompaña?", se preguntó.
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