Sandra Camila Ortiz Arias
ubEl Ruiz, con una altitud de 5.364 m.s.n.m, está ubicado en la cordillera Central y se conforma por tres cumbres heladas. El volcán está cierto por un casquete glaciar, su principal atractivo local e internacional con un volumen de hielo calculado de 1.200 a 1.500 millones de metros cúbicos. Es el volcán de mayor atracción turística en Colombia, posee fuentes termales, fumarolas, rutas, para escaladores en hielo, refugio, miradores e infraestructura turística. Además, hace parte del Parque Nacional Natural Los Nevados.
La coordinadora del Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Manizales, Gloria Patricia Cortés Jiménez, llamó la atención a la comunidad para que siga atenta a la actividad del volcán Nevado del Ruiz, ya que la alerta amarilla por el mismo continúa. El llamado es a estar atentos, ya que estamos ante un volcán activo e inestable. (La Patria, septiembre 3 del 2015).
En compañía de la señora Luz Ena Orjuela Figueredo se inicia el recorrido hacia el Ruiz. El paisaje es hermoso, casi transparente, por un buen rato solo se ven plantaciones de papa y frailejones y muy de cerca el más lindo y peligroso espectáculo que todos quisieran ver: El Nevado del Ruiz emitiendo bocanadas de ceniza que se lleva el viento y que deja completamente gris los alrededores. Después de una hora de viaje, llegamos al lugar donde 30 años atrás los vecinos creyeron que había llegado el fin del mundo. Nos detuvimos en la casa del señor Leonel Ortiz, quien nos confirma los hechos.
Así describe Luz Ena la historia que no se ha borrado de su mente ni de la miles de personas más. La intensidad de los sismos y las emisiones de ceniza aumentaron ocho días antes de la erupción y aunque eso no les preocupó sí sentían un sinsabor y una preocupación que no los dejaba dormir placenteramente porque las bestias bramaban fuerte y anunciaban noticias no gratas. Ninguna entidad de prevención se acercó a decirles nada y esto los tranquilizaba, pero nadie se imaginó que llegaría el temor, la desesperanza, la tristeza y lo que produce el miedo cuando no hay nada qué hacer.
La noche en que el volcán despertó eran las 9:40 p.m. Se escuchaba el sonido de un pito comparado al de una olla pitadora cuando se le quita la válvula, luego comenzaron a caer piedras tipo pómez de color rojo por el fuego y del tamaño de una papa grande. Los paramunos no sabían si estaba brisando o el mismo nevado les tiraba agua en forma de lluvia, lo cierto es que las piedras candentes caían a los charcos y levantaban un vapor que también quemaba, además quebraron las tejas de las viviendas, tornándose más peligroso permanecer allí.
En medio de la oscuridad, corriendo y alumbrado con una caperuza, Luz Ena con su esposo jorge y sus tres niños: Luz Marina, Elia y Norberto, decidieron ir a la hacienda de don Tiburcio Muñoz, aunque no quedaba cerca, sí ofrecía mayor seguridad, debido al tipo de construcción. En el camino ella le decía a su esposo que no soltara a los niños para que todos murieran juntos.
Al llegar a la casa grande se encontraron con casi 150 personas más que estaban allí escondidas y encerradas, unos lloraban, otros rezaban y los demás gritaban que había llegado el fin del mundo. Así transcurrió esa larga noche, las horas no corrían, nadie se atrevía a mirar por un rotico de la puerta o de la ventana para ver qué sucedía afuera.
Al día siguiente a las 7:00 a.m. el paisaje era oscuro, todo parecía un desierto gris, la angustia y el miedo seguían apoderados de cada persona porque los pájaros estaban muertos y regados, el escaso ganado que sobrevivió seguía bramando y los sembrados de papa habían desaparecido. No se podía regresar a casa, pero se recibió la noticia de que un helicóptero recogería a los damnificados.
Por otro lado don Leonel Ortiz decidió subir hasta la olla del volcán y que cuenta que nunca había visto un espectáculo tan hermoso, ni un milagro tan bello en la naturaleza. Él se sentía extraño con él mismo y con una rara sensación que hasta hoy no puede describir.
Los Orjuela y las otras familias caminaron entonces hasta El Sifón, que es el lugar a donde llegan las remesas o hasta donde se envían los encargos. Allí les ofrecieron almuerzo y comenzó a llegar la ayuda solidaria del país. El helicóptero nunca llegó, pero los transportaron en camiones y vehículos mixtos (mitad camión y mitad chiva) hasta los albergues que rápidamente organizaron. Les ofrecieron alimentos no perecederos y cobijas.
En el transcurso de la semana llegó mucha ropa y comida, pero también llegaron muchos forasteros que nadie había visto y que decían que vivían en aquellas fincas y como dato curioso los mejores y más finas cobijas y vestidos fueron para ellos y nunca entendieron por qué.
Pasados dos o tres días los campesinos fueron conscientes de que no quedaba nada para ellos. No tenían con qué alimentar a sus hijos ni donde trabajar, así que quienes tenían familia en la ciudad pidieron posada para mandar allí a las mujeres y a los niños y quienes no pudieron se quedaron largo tiempo en los albergues. Los hombres regresaron a sus viviendas medio destruidas con el fin de cuidar las pocas pertenencias y de miedo de los ladrones.
La señora Orjuela dejó a sus tres hijos en Manizales donde la abuela y volvió al campo con su esposo dos meses después a buscar trabajo en una hacienda sin afectaciones. Se establecieron entonces en la Hacienda Santa Inés porque la finca Agua Caliente, donde anteriormente trabajaban, había desaparecido.
Por otro lado, don Leonel regresó a otra hacienda donde le ofrecieron el cargo de administrador. Durante los primeros meses llegaron reporteros del mundo, aún recuerda un grupo de japoneses que los visitaron solo por curiosidad, dizque para saber cómo vivían. Después de esto, nadie los visitaba y se acabaron las ayudas y del turismo ni hablar, eso se acabó.
Doña Aracelly Sarmiento vivió la misma situación de la familia Orjuela, ya que eran vecinos, su historia fue igual hasta llegar a los albergues porque ella a diferencia de Luz Ena no tenía familia en la ciudad. Aracelly permaneció en su casa tres días y luego caminó por seis horas entre los pantanos para reunirse con las personas que iban para El Sifón. Su esposo regresó al campo a cuidar lo que les quedó mientras ella permanecía al cuidado de sus dos hijos pequeños y rodeada de antiguos vecinos del campo.
Los albergues eran contairnes y estaban ubicados en Villamaría, en el área rural, más o menos a media hora de Manizales. Allí vivieron mucho tiempo las familias hasta que el padre Gustavo Adolfo, coordinador de las viviendas del Minuto de Dios, gestionó la entrega de viviendas propias. A su esposo le dieron una pequeña parcela en el páramo, en la cual trabajó por algún tiempo y luego la dejó porque no entendía si era o no suya. Allí todos trabajaban y compartían.
Pasaron cinco años de dificultades. Las piedras pómez se convirtieron en polvo y se mezclaron con la tierra cada vez que se araba la papa comenzó a reproducirse y el ganado ya tenía algo de pasto para comer y con respecto al agua, los nacimientos pequeños que no fueron contaminados surtían a la población, además durante dos años los bomberos con ayuda de soldados cargaban el agua en carrotanques. De esta forma y muy lentamente la vida en el Páramo del Ruiz volvió casi a la normalidad, pero muchos habitantes huyeron de sus tierras.
Luz Ena Orjuela y su familia no huyeron. Regresaron para trabajar más duro y poder levantar a sus hijos. Ella hacía de comer a 30 arrieros y aradores y su esposo trabajó en el ordeño y en la agricultura, no tenían espacio para descansar. Nadie les ofreció casa, tierra o alguna ayuda, pero con el tiempo entendieron que no les tocó nada por desconocer sus derechos. Ellos perdieron todo en el lugar que los vio crecer y allí comenzaron de nuevo para poder sobrevivir. Hace 10 años llegaron a Manizales, pobres y enfermos han sorteado dificultades, viven en una casa que compraron producto de una herencia y en compañía de una hija quien genera el sustento familiar.
En el cerro El Recreo están las torres y equipos de radio y repetidoras que comunican las novedades del volcán de forma directa con la Cruz Roja, Bomberos y el Centro Regional de Emergencias en Manizales, allí trabaja donde Leonel Ortiz cuidando los equipos y enviando la información a Ingeominas.
Doña Aracelly Sarmiento perdió la casa que le habían regalado. Tuvo que devolverla porque su esposo trató de venderla y lo que ella opinara no tenía importancia.
Al regresar al campo también trabajó duro atendiendo a 30 peones y su esposo fue agricultor. Pasados los años, cansada y con escasos recursos se vino a trabajar en Manizales en una casa de familia. Allí fue llamada desde la Gobernación de Caldas para ofrecerle un local por si quería poner un restaurante y trabajar independiente.
Sin dudarlo aceptó y creyó que era igual a atender 30 arrieros, pero la sorpresa y susto no esperaron ya que debió abrir el restaurante cinco días después para atender a las candidatas al Reinado Internacional del Café y a muchos turistas que visitarían el Nevado.
Hoy ya es una experta y administra el Restaurante La Esperanza que es el punto de encuentro de almuerzo y descanso, en la subido al Parque Nacional Natural Los Nevados.
Luz Ena, Aracelly y Leonel no se quejan del pasado, cada día agradecen a Dios por la vida y aunque esperan una nueva erupción ya no sienten miedo no de los temblores, ni de la ceniza ni de lo que pueda pasar porque con las comunicaciones están seguros que no habrá desastres. Los hijos de estas familias sí sienten horror de los sismos y de lo que pueda pasar, porque con las comunicaciones está seguro de que no habrá desastres. Los hijos de estas familias sí sienten horror de los sismos y de lo que pueda suceder, ellos dicen que no recuerdan nada ya que tenían entre 4 y 8 años.
Leonel ama el Nevado por su hermosura. No hay paisaje que pueda igualarlo.
Luz Ena habla del volcán traicionero. Siente nostalgia por haber abandonado el campo.
Aracelly dice que quiere el Nevado y lo respeta. Habla de su mono malgeniado. Lo respeta por todo lo que tiene adentro, pero lo ama porque los turistas quieren verlo y pasan a comer y a descansar a su restaurante y finalmente le el pan de cada día.
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