Se ha dicho hasta el cansancio que el agua es sinónimo de vida, pero no sobra recordarlo, y si hoy ese líquido es importante para las distintas actividades humanas, en el futuro su condición vital será mayor, por lo que cada gota cuenta y hay que cuidarla como tesoro. En Caldas contamos con 16 Áreas Protegidas (AP), con sus correspondientes Zonas de Amortiguamiento (ZA), que es donde se debe trabajar con mayor esmero, para mitigar los posibles impactos negativos de las acciones humanas.
Es muy conveniente que Corpocaldas trabaje seriamente con el objetivo de identificar, delimitar y proteger estos lugares, que son verdaderos manantiales que actualmente están en riesgo, debido a los efectos del cambio climático, por ejemplo. Es el caso del Parque Nacional Natural de los Nevados, cuyos glaciares han sufrido graves retrocesos en las décadas recientes y se calcula que a mediados de este siglo podrán quedarse totalmente sin hielo.
Aunque tratar de romper esa tendencia es muy difícil, lo que sí puede hacerse es trabajar para mantener la humedad en los páramos, de tal manera que los ríos no terminen secándose sin remedio. En esto, la destinación de amplias áreas de terreno a la reforestación y el abandono de prácticas culturales agropecuarias que son dañinas para el ambiente tienen que ser el foco de todas las políticas que se impulsen en esta materia.
Ahora que estamos en la recta final de la discusión acerca de los ajustes al Plan de Ordenamiento Territorial (POT), es clave que no se pierda de vista la condición estratégica de estas Áreas Protegidas y Zonas de Amortiguamiento. No podemos olvidar que, en buena medida, la emergencia que Manizales vivió por escasez de agua hace dos años y medio tuvo como origen los problemas erosivos ocasionados por actividades humanas que han atentado contra la estabilidad del ambiente, por lo que la ruta de protección está clara. En los demás municipios de Caldas también aplica esta misma premisa.
La tarea está planteada, la cual debe tener como norte una protección real de esa inmensa riqueza de la que gozamos en la Región Andina, y que es factor diferenciador frente a otras regiones que no cuentan con reservas ambientales tan importantes como las que nos rodean. Nuestra actitud tiene que ser un enfoque hacia la seguridad ambiental, que no solo deberá traernos beneficios a nosotros, sino a las regiones vecinas, por lo que es fundamental que el Gobierno Nacional esté dispuesto a invertir en proyectos que apunten hacia este fin en Caldas.
De la misma manera, en nuestra región debemos ser muy celosos frente a las actividades de explotación minera, pues no hacerlo podría significar que resulte más caro en el largo plazo entregarnos a la supuesta riqueza de corto plazo que podría dejarnos una actividad de minería que atente contra nuestro entorno. Si hemos de buscar rentabilidades económicas que ayuden a que las labores de protección ambiental sean sostenibles, esas deben ser con un uso inteligente de nuestros recursos y su fortalecimiento. Cualquier actividad extractiva tiene que hacerse observando las debidas precauciones ambientales.
Hay zonas que deben ser cuidadas con total esmero en Caldas, como la Selva de Florencia y las cuencas de los ríos cuyas aguas son usadas para nutrir los acueductos municipales, las cuales coinciden en buena medida con las AP y las ZA, por lo que se deben tener políticas integrales que lleven a que las comunidades sean los principales actores del cuidado ambiental y veedores permanentes de las actividades humanas que puedan poner en riesgo los ecosistemas. No hacerlo podría comprometer gravemente nuestro futuro.
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