Razón tiene la Contraloría Municipal cuando critica el manejo que Infimanizales le ha dado a la antigua Terminal de Transportes de la ciudad. Hoy es un edificio abandonado que cada día se deteriora más, pese a que cada año se tienen que desembolsar cerca de $2 mil millones para su mantenimiento, administración, servicios y pago de impuestos.
El año pasado la cifra fue de $1.954 millones, según el ente de control. No tiene sentido que se destinen de esta manera tiempo y recursos, sin que haya un plan que conduzca a que se obtenga alguna utilidad.
No bastan solo las intenciones de vender, como lo argumentan quienes hoy están encargados de Infimanizales, cuando hay una vena abierta de recursos que se van a un barril sin fondo. En este asunto tiene mucho asidero el proceso que acaba de abrir la Contraloría con el objetivo de establecer si allí se está dando un detrimento patrimonial.
Han transcurrido cerca de cinco años en estas mismas condiciones, desde que Infimanizales se hizo propietario del 88% de la edificación y no pudo negociar con los dueños del restante 12%, para comprarles. La cifra de lo que se le ha invertido puede estar en cerca de $10 mil millones, sin obtener retorno, lo que es a todas luces un fracaso económico.
Para hacer más complejo el asunto, al estar esa edificación atada al Macroproyecto de Renovación Urbana de San José, el producto de cualquier negociación que se haga no iría a las arcas del Infi, sino al Patrimonio Autónomo del macroproyecto, lo que, antes que desmotivar, debe agilizar su venta, pues se está manteniendo un bien que no le pertenece al banco municipal.
Mientras este remolino de confusiones no encuentre salidas, el entorno del edificio se seguirá deteriorando y cada vez será más difícil encontrarle un uso apropiado a esas instalaciones.
Ahora bien, lo más paradójico es que no estamos hablando de una construcción cualquiera, sino de una edificación con una ubicación privilegiada en el centro de la ciudad, con unas instalaciones que cumplieron apenas 25 años de construidas y que con una inversión mínima podría adaptarse fácilmente a muchos esquemas de negocios, y con unas posibilidades enormes de valorización cuando se ejecuten todas las obras del Macroproyecto San José. Es difícil entender cómo, desde el 2008, no se ha podido hacer ningún negocio con esa edificación.
Estamos frente a un asunto que requiere soluciones inmediatas. No puede permitirse que unos y otros se tiren la pelota de las responsabilidades y que siga pasando el tiempo sin hallar salidas sensatas. El alcalde y los directivos de Infi deberían conformar una especie de mesa jurídica permanente que logre establecer salidas para este galimatías en el menor tiempo posible.
Es urgente poder llegar a acuerdos con los propietarios minoritarios y buscar rápidamente un usuario, comprador o arrendatario, que no solo le dé buen uso a la edificación, sino que corte ese chorro de recursos que Infimanizales no puede seguir asumiendo.
Para hacer más preocupante el asunto, la situación de la nueva terminal de transportes de Los Cámbulos tampoco es la mejor, y parece no encontrar la fórmula para cancelar una deuda que alcanza los $13 mil millones. Viene trabajando a pérdidas desde que se inauguró, en el 2009, y solo se ve como alternativa de salida la venta de unos lotes que se habían comprado y que no fueron usados para la construcción, lo que también demuestra fallas en la planeación del proyecto. La actual gerencia debe desarrollar un trabajo más ambicioso en materia comercial para allegar recursos suficientes que le den sostenibilidad a la operación.
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